DECIMO OCTAVO DOMINGO T O (C)
MONICION AMBIENTAL
El
Señor nos recuerda este domingo que la vida eterna se obtiene con el amor de
donación a los demás: la fecundidad de la solidaridad, los méritos del que vive
en comunión con Dios, el cultivo de las virtudes y de los valores espirituales.
Esta es la verdadera riqueza para Dios. Los bienes temporales son relativos,
por eso hemos de obrar movidos por el ágape, de lo contrario, si los retenemos
solamente para nosotros mismos, caemos en la necedad de perder la eternidad.
ORACION COLECTA
Ven, Señor, en ayuda
de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva
y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como creador y
como guía.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. El libro del Eclesiastés nos plantea lo pasajero del
trabajo y de la fatiga del hombre bajo el sol.
Lectura del libro del
Eclesiastés 1,2; 2,21-23
¡Vanidad
de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!
Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y
tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado.
También esto es vanidad y grave desgracia.
Entonces, ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y
preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?
De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su
mente.
También esto es vanidad.
Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 89,3-4.5-6.12-13.14 y 17 (R.:1)
M. El salmo 89 nos invita a confiar en el
Señor, a saber y a experimentar que Él es nuestro refugio, diciendo: R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de
generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: “Retornad, hijos
de Adán.”
Mil años en tu
presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Los siembras año por
año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por
la tarde la siegan y se seca. R/. Señor,
tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Enséñanos
a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor,
¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Por
la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y
júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de
nuestras manos. R/. Señor, tú has sido
nuestro refugio de generación en generación.
SEGUNDA LECTURA
M. En la carta a los Colosenses, san Pablo nos invita a
buscar los bienes espirituales que nos vienen a través de Cristo, despojándonos
del hombre viejo y revistiéndonos del hombre nuevo.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Colosenses 3,1-5.9-11
Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de
allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los
bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está en Cristo
escondida en Dios.
Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también
vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en
vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que
es una idolatría.
No sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del
nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo.
En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y
gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres,
porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.
Palabra de Dios.
M.
San Lucas nos relata la invitación de Jesús a evitar todo tipo de codicia,
sabiendo que la vida verdadera no depende de la simple posesión de los bienes
temporales, sino de los bienes espirituales, de la solidaridad.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Mt 5,3
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos.
EVANGELIO
†
Lectura del santo evangelio según san
Lucas 12,13-21
En aquel tiempo, dijo uno del público
a Jesús:
―
“Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.”
Él le contestó:
―
“Hombre, ¿Quién me ha nombrado juez o
árbitro entre vosotros?”
Y dijo a la gente:
―
“Mirad: guardaos de toda clase de
codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.”
Y les propuso una parábola:
―
“Un hombre rico tuvo una gran cosecha.
Y empezó a echar cálculos:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar
la cosecha.”
Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los
graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el
resto de mi cosecha.” Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes
acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.”
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a exigir la
vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?
Así será el que amasa riquezas para
sí y no es rico ente Dios.”
Palabra del Señor.
CATECISMO DE LA
IGLESIA CATÓLICA
CEC 661, 1042-1050,
1821: la esperanza en los cielos nuevos y la tierra nueva
CEC
2535-2540, 2547, 2728: el desorden de las concupiscencias
1042 Al fin de los tiempos el Reino de Dios
llegará a su plenitud. Después del juicio final, los justos reinarán para
siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será
renovado:
La
Iglesia... sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo...cuando llegue
el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el
universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a
través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo (LG 48).
1043
La Sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta
renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2P 3,13
cf. AP 21,1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios
de "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y
lo que está en la tierra" (EP 1,10).
1044
En este "universo nuevo" (AP 21,5), la Jerusalén celestial,
Dios tendrá su morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de su
ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el
mundo viejo ha pasado" (AP 21,4 ; cf. Ap 21,27).
1045 Para
el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del
género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia
peregrina era "como el sacramento" (LG 1). Los que estén
unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de
Dios (AP 21,2), "la Esposa del Cordero" (AP 21,9). Ya
no será herida por el pecado, las manchas (cf. AP 21,27), el amor
propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión
beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos,
será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.
1046 En
cuanto al cosmos, la Revelación afirma la profunda comunidad de destino del
mundo material y del hombre:
Pues
la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de
Dios ... en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción ...
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de
parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de
nuestro cuerpo (RM 8,19-23).
1047
Así pues, el universo visible también está destinado a ser transformado,
"a fin de que el mundo mismo restaurado a su primitivo estado, ya sin
ningún obstáculo esté al servicio de los justos", participando en su
glorificación en Jesucristo resucitado (San Ireneo, haer. 5, 32, 1).
1048 "Ignoramos
el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos
cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo,
deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una
nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya
bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en
los corazones de los hombres"(GS 39,1).
1049 "No obstante, la
espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la
preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva
familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por
ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del
crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que
puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de
Dios" (GS 39,2).
1050 "Todos estos frutos
buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado
por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontramos
después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando
Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal" (GS 39,3 cf. LG
2). Dios será entonces "todo en todos" (1CO 15,22), en la vida
eterna:
La vida subsistente y verdadera es el Padre que, por el Hijo y
en el Espíritu Santo, derrama sobre todos sin excepción los dones celestiales.
Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa
indefectible de la vida eterna (San Cirilo de Jerusalén, catech. ill. 18, 29).
HERMENÉUTICA DE LA FE
Hay una riqueza aparente y temporal basada en el egoísmo, hay
otra riqueza auténtica y eterna basada en la caridad. La primera todo lo
acumula para sí, todo lo reduce a lo material, incluso cae en la necedad de
querer comprar la propia muerte. La segunda lo que tiene lo comparte, lo hace
un don de sí, da más importancia a los bienes espirituales y a las virtudes,
consciente que al final de la vida lo que realmente queda es el bien compartido
y solidario. “La más grande desgracia para el hombre es ligar la propia
existencia únicamente a los bienes materiales que perecen y de los cuales no
depende el definitivo destino de la persona” (San Juan Pablo II).
La
riqueza egoísta cae en una torpeza profunda: “lleva al hombre a intentar apagar
en sí toda pregunta y todo deseo que vayan más allá de su ser limitado,
para encerrarse en lo que posee… se hace ajeno al propio ser más verdadero para
difuminarse en los bienes que se poseen y que se pueden consumir” (San Juan
Pablo II). El hombre rico e inconsciente “está convencido de que puede
"comprarse" también la muerte, casi intentando corromperla, un poco
como ha hecho para obtener todas las demás cosas, o sea, el éxito, el triunfo
sobre los demás en el ámbito social y político, la prevaricación impune, la
saciedad, las comodidades, los placeres” (San Juan Pablo II).
A
la necedad se contrapone la sabiduría: “En
vano amontona riquezas el que no sabe si habrá de usar de ellas; ni tampoco son
nuestras aquellas cosas que no podemos llevar con nosotros. Sólo la virtud es
la que acompaña a los difuntos. Únicamente nos sigue la caridad, que obtiene la
vida eterna a los que mueren” (San Ambrosio). Es necio el que “creyendo que sus riquezas no le vienen de Dios, sino que son el
fruto de sus trabajos. El rico no prepara graneros permanentes, sino caducos y,
lo que es más necio, se promete una larga vida” (San Cirilo).
Por contraste, el hombre que percibe que lo que tiene
materialmente no basta y se abre a los bienes espirituales, se vuelve capaz de
acoger al Señor, “descubriendo finalmente la realidad que puede llenar
verdadera y plenamente su vida. Ha tocado la salvación con la mano, ya no es el
de antes y, como signo de conversión, se compromete a dar la mitad de sus
bienes a los pobres y a restituir el cuádruplo a quien había robado. Ha
encontrado el verdadero tesoro, porque el Tesoro, que es Jesús, lo ha
encontrado a él” (Benedicto XVI).
La
misión de la Iglesia, en continuidad con la obra redentora de Jesucristo que
“no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12,13; Lc
12,14; Jn 18,36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave,
la del pecado (cf. Jn 8,34-36), que es el obstáculo en su vocación de
hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas” (CEC 549), consiste en
anunciar y proclamar el Reino de Dios, sin que esto sustraiga del deber de
trabajar por la justicia y la solidaridad entre los hombres, purificando esta
sincera apertura a los demás de todo egoísmo.
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