“SOLA SCRIPTURA”: Divide, produce caos teológico y relativismo
PLANTEAMIENTO
- El protestantismo cuenta con dos grandes principios Sola Scriptura y Sola Fide. El principio Solo la Escritura niega la Tradición y el Magisterio; el principio Solo por la Fe en Jesucristo se alcanza la salvación, sin que importen las obras de amor efectivo, es una fe desvinculada de la esperanza y la caridad.
- El principio Sola Scriptura comporta dos cuestiones: Se debe creer solamente lo que dice la Biblia y sostiene la libre interpretación como norma de fe.
- Estos principios son insostenibles científicamente, a través de argumentos de razón y de una lógica coherente, pues lo que realmente emerge es un profundo egoísmo tanto para definir lo que es Palabra de Dios como para interpretarla.
- La Iglesia católica predicó el Evangelio durante casi 4 siglos sin que se tuviera la materialidad escrita de esa Palabra divina. El canon bíblico fue definido a finales del siglo IV d. C.
Al hablar de la Sagrada Escritura (Biblia
significa Libros) estamos hablando de la Palabra de Dios puesta por escrito.
Pero esa Palabra primero fue recibida y transmitida oralmente por los Apóstoles
y después de varios siglos el Magisterio definió cuáles escritos del AT y NT
estaban inspirados por Dios, es decir, definió el canon bíblico.
La Palabra de Dios se refiere a la Revelación
divina oral y escrita, contenidas tanto en la Tradición como en la Sagrada
Escritura o Biblia. El Papa y los obispos en comunión con Él (Magisterio) son
los autorizados para definir lo que ha sido inspirado o no por el Espíritu
Santo tanto a nivel oral como escrito.
Revelación divina
Dios se reveló y
dio gradualmente a toda la humanidad, diciéndolo todo en el misterio salvífico
de Cristo. Los hombres “por medio de Cristo,
Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen
consortes de la naturaleza divina" (DV 2).
La revelación
divina entendida como la manifestación de Dios y de su voluntad para la
salvación de todos los hombres, es tanto natural a partir de las cosas creadas como
sobrenatural en cuanto que el hombre no puede alcanzarla con sus propias
fuerzas.
La cumbre de la
Revelación divina es el misterio de Jesucristo: sus palabras, obras, milagros y
su Pascua. Esta Pascua de Jesucristo culmina con el envío del Espíritu Santo.
Todo lo que Jesús hizo y enseñó para nuestra salvación se contiene en el
Evangelio, comunicado por los apóstoles oralmente (la liturgia, el estilo de
vida cristiano, la oración cristiana, el modo de celebrar los sacramentos) y
por escrito.
La Tradición Apostólica
La Sagrada Escritura no dice que
solamente hemos de creer lo que allí se contiene. La Palabra de Dios se
proclamó primero oralmente, escribiendo los hagiógrafos a partir de los años 50
d. C. solamente la parte más importante y esencial: Jn 21,25; 3Jn 13-14; 2Tim
2,2; 2Tim 1,13; 1Ts 2,15; 2Ts 3,6. Esa transmisión oral nos revela el gran valor de la Tradición Apostólica,
inseparable tanto del Magisterio como de la Biblia o Sagrada Escritura.
"Cristo nuestro
Señor, plenitud de la revelación, mandó a los Apóstoles predicar a todos los
hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de
conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los
profetas, que el mismo cumplió y promulgó con su boca" (DV 7).
La Tradición apostólica (o simplemente Tradición)
es la comunicación del Evangelio de Jesús, escuchado, vivido, meditado y
transmitido oralmente por los Apóstoles. El Evangelio proclamado por los
apóstoles contenía discursos, ejemplos, estilo de orar, de actuar y de convivir
con Jesús. Durante los primeros siglos la Iglesia vivió así predicando, sin
contar con el canon bíblico.
En la predicación apostólica “la
transmisión del evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:
—
oralmente: "los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus
instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y
palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó";
— por
escrito: "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por
escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo" (DV
7)”
(CEC 76).
El rechazo de la Tradición por parte
de los protestantes es porque piensan que la Iglesia ha creado doctrinas humanas
contrapuestas a la Biblia, cuando en realidad tanto la Tradición como la
Sagrada Escritura manan de la misma fuente y tienden al mismo fin.
Algunos autores que afirman la necesidad de
acoger la Tradición Apostólica son los siguientes:
Clemente I (80 d. C.): Carta a los corintios, 11.
Papías (120 d. C.): Fragmento en Hist. De la Iglesia de Eusebio, 3:39.
Eusebio de Cesarea (150 d. C.): Historia de la Iglesia 4:21.
Ireneo (189 d.C.) Contra la herejías, 1:10:2. y 3:3:1.
Clemente de Alejandría (208 d.C.): Misceláneos, 1:1.
Cipriano (253 d.C.): Cartas, 75:3
Papías (120 d. C.): Fragmento en Hist. De la Iglesia de Eusebio, 3:39.
Eusebio de Cesarea (150 d. C.): Historia de la Iglesia 4:21.
Ireneo (189 d.C.) Contra la herejías, 1:10:2. y 3:3:1.
Clemente de Alejandría (208 d.C.): Misceláneos, 1:1.
Cipriano (253 d.C.): Cartas, 75:3
Relación entre
Tradición y Sagrada Escritura
Se da una íntima unidad y compenetración porque
ambas surgen de la misma fuente y tienden al mismo fin: “Una
y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha
prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin del mundo" (MT
28,20) (CEC 80).
Este misterio de
Cristo es transmitido de dos modos diferentes:
"La
Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por
inspiración del Espíritu Santo".
"La
Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el
Espíritu Santo a los apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para
que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y
la difundan fielmente en su predicación" (CEC 81).
“De
ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la
interpretación de la Revelación "no saca exclusivamente de la Escritura la
certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar con el mismo
espíritu de devoción" (DV 9) (CEC 82).
El fundamento para
afirmar que la Biblia es Palabra de Dios
Para los católicos el fundamento está
en la autoridad de la Iglesia que en los años 393-397 d. C. definió el canon
bíblico. Esto lo hizo sabiendo discernir entre los escritos apócrifos del AT y
NT, los escritos de la Tradición apostólica y los libros propiamente inspirados
del NT que fueron compuestos entre los años 50-97 d. C.
Los protestantes (s. XVI d. C.) no pueden
probar por qué el canon bíblico que ellos emplean es Palabra de Dios, cayendo
en el fideísmo pues no pueden explicar lo que creen. Su aceptación fideísta
tiene la misma seguridad que los mormones, musulmanes e hindúes cuando afirman
la divinidad de sus escritos, siendo evidente que las fuentes de esas
confesiones religiosas no forman parte del actual canon bíblico.
En ninguna parte de la Biblia
encontramos que allí se defina el canon bíblico o que la Escritura es la única
norma de fe. El texto empleado por los protestantes 2Tm 3,16 con la expresión
“toda Escritura” no dice los límites que tiene esa expresión, pudiendo
aplicarse a cualquier tipo de libros. Por otra parte, escritura se refiere aquí
al AT.
“A estas doctrinas se
enfrenta el autor con dos llamadas de fondo. Una consiste en la referencia a
una lectura espiritual de la Sagrada Escritura (cf. 2Tm 3,14-17), es
decir, a una lectura que la considera realmente como "inspirada" y
procedente del Espíritu Santo, de modo que ella nos puede "instruir para
la salvación". Se lee la Escritura correctamente poniéndose en diálogo con
el Espíritu Santo, para sacar de ella luz "para enseñar, convencer,
corregir y educar en la justicia" (2Tm 3,16). En este sentido añade
la carta: "Así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para
toda obra buena" (2Tm 3,17). La otra llamada consiste en la
referencia al buen "depósito" (parathéke): es una palabra
especial de las cartas pastorales con la que se indica la tradición de la fe
apostólica que hay que conservar con la ayuda del Espíritu Santo que habita en
nosotros.
Así pues, este
"depósito" se ha de considerar como la suma de la Tradición
apostólica y como criterio de fidelidad al anuncio del Evangelio. Y aquí
debemos tener presente que en las cartas pastorales, como en todo el Nuevo
Testamento, el término "Escrituras" significa explícitamente el
Antiguo Testamento, porque los escritos del Nuevo Testamento o aún no existían
o todavía no formaban parte de un canon de las Escrituras. Por tanto, la
Tradición del anuncio apostólico, este "depósito", es la clave de
lectura para entender la Escritura, el Nuevo testamento.
En
este sentido, Escritura y Tradición, Escritura y anuncio apostólico como claves
de lectura, se unen y casi se funden, para formar juntas el "fundamento
firme puesto por Dios" (2Tm 2,19). El anuncio apostólico, es decir
la Tradición, es necesario para introducirse en la comprensión de la Escritura
y captar en ella la voz de Cristo. En efecto, hace falta estar "adherido a
la palabra fiel, conforme a la enseñanza" (Tt 1,9). En la base de
todo está precisamente la fe en la revelación histórica de la bondad de Dios,
el cual en Jesucristo ha manifestado concretamente su "amor a los
hombres", un amor al que el texto original griego califica
significativamente como filantropía (Tt 3,4 cf. 2Tm 1,9-10);
Dios ama a la humanidad” (Benedicto XVI, audiencias 2009)
El mismo Martín Lutero afirmó en su
momento: “Estamos obligados de admitir a los Papistas que ellos tiene la
Palabra de Dios, que la hemos recibido de ellos, y que sin ellos no tendríamos
ningún conocimiento de ésta” (Comentario sobre San Juan).
El principio Sola Scriptura como fuente de autoridad rechaza toda autoridad humana,
especialmente al Magisterio. Este radicalismo se dio inmediatamente después que
Martín Lutero viera fulminados sus planteamientos como heréticos, todavía en el
año 1519 con el Papa León X manifestaba su respeto por la autoridad Papal.
Necesidad del
Magisterio de la Iglesia
Otro problema para los protestantes
está en las traducciones. Ya en tiempos del AT el Rabí Jesús Ben Sirá decía
“Las palabras hebreas pierden mucho de su fuerza trasladadas a otra lengua”.
Las lenguas originales de la Sagrada Escritura, el hebreo y griego al ser
traducidas añaden o quitan palabras al texto original, acomodándose a los
destinatarios.
La misma Biblia no puede decirnos la
inerrancia (el estar libre de errores) de las traducciones, sino que se
requiere una autoridad distinta de la Biblia. He aquí la función del Magisterio
de la Iglesia.
Corresponde al Magisterio, el Papa y
los obispos en comunión con Pedro, interpretar auténticamente la Palabra de
Dios, tanto oral como escrita (cfr. DV 10). El Magisterio está al servicio de
la Revelación divina. El Magisterio también orienta el crecimiento en la
comprensión de la fe, dándose un crecimiento similar a un organismo vivo: “aunque
la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a
la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de
los siglos”
(CEC 66).
Vemos entonces una íntima
vinculación respecto al depósito de la fe confiado a la Iglesia: "La
Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente
de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los
otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único
Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (DV
10,3).
El principio de
libre interpretación
Cada uno interpreta la Biblia
privadamente, con la ayuda del Espíritu Santo, al margen de la autoridad de la
Iglesia. Esto condujo a que los protestantes no coloquen notas explicativas u
omitan introducciones, entre otras estrategias.
Este principio es insostenible bíblicamente:
Lc 24,13ss; 24,25; Mc 16,16. El texto 2Pe 3,16 advierte de la manipulación de
la Sagrada Escritura, tal arbitrariedad conduce a la propia perdición del que
lo hace.
El Espíritu Santo no puede
conducirnos a contradecir las verdades reveladas ni tampoco se puede prestar a
nuestra arbitrariedad. Este principio de la libre interpretación,
antimagisterial, conduce a la anarquía doctrinal, al caos teológico, al
relativismo, destruye la unidad de la Iglesia fundada por Jesucristo.
CONCLUSIÓN
- El principio protestante Sola Scriptura no se puede sostener bíblicamente, tampoco soporta un razonamiento científico serio. La Sagrada Escritura requiere una autoridad externa a ella que defina cuáles de los escritos del AT y NT fueron inspirados divinamente. Un análisis histórico nos permite evidenciar que la postura protestante carece de una explicación que entronque la Palabra de Dios oral con la Palabra de Dios escrita. No basta con negar tajantemente la Tradición y el Magisterio.
- El principio de la libre interpretación de la Sagrada Escritura aparta fácilmente del depósito de la fe confiado a los apóstoles y sus sucesores los obispos. En el fondo solamente se palpa una rebeldía inmadura respecto a la autoridad del Magisterio de la Iglesia, una soberbia intelectual que ha dividido el cristianismo occidental.
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