QUINTO DOMINGO T O (C)
En
aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de
Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban
junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las
redes.
Subió
a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando
acabó de hablar, dijo a Simón:
─"Rema mar adentro, y echad las redes para
pescar."
Simón
contesto:
─"Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no
hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes."
Y,
puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la
red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles
una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al
ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
─"Apártate de mí,
Señor, que soy un pecador."
Y
es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver
la redada de peces que habían cogido; y
lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de
Simón.
Jesús
dijo a Simón:
─"No temas; desde ahora serás
pescador de hombres."
Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron (Lc
5,1-11).
CONTEXTO
LITÚRGICO
Is
6,1-8; Sal 137,1-8; 1Co 15,1-11
CITAS
DEL CEC SUGERIDAS
CEC 520, 618, 923, 1618, 1642, 2053: todos estamos llamados a
seguir a Cristo
CEC 2144, 2732: el temor de la presencia de Dios contra la
presunción
CEC 631-644: los Apóstoles testigos de la Resurrección
HERMENÉUTICA
DE LA FE
El
Señor “no sólo era admirable cuando hacía milagros, sino que su solo aspecto
abundaba en gracia de una manera extraordinaria. Por lo que cuando hablaba le
oían con el mayor silencio, y nunca interrumpían su discurso” (San Juan
Crisóstomo). El Señor cuando nos llama nos pide creerle, obedecerlo, darle la
primacía sobre todo: “así como llamó a los magos por medio de una estrella,
llama ahora a los pescadores por medio del arte de pescar. Observa también la
fe y la obediencia de los apóstoles… Una obediencia igual exige Jesucristo de
nosotros. Y debemos dejar todas las cosas cuando nos llama” (San Juan
Crisóstomo).
Pedro
ante la llamada de Jesús de bogar mar adentro, pone en acto su fe lanzando las
redes para pescar, esto le permite palpar la omnipotencia del Señor, poco a
poco el Espíritu le irá esclareciendo aún más el ser mesiánico de Jesús. “Pedro
toma conciencia de la distancia que lo separa a él, "pecador", de
aquel a quien ahora reconoce como el "Señor". Se siente transformado
interiormente y, ante la invitación del Maestro, deja las redes y lo sigue.
Así, el pescador de Galilea se convierte en el apóstol de Cristo, la piedra
sobre la que Cristo funda su Iglesia” (San Juan Pablo II).
Pedro descubre la grandeza del proyecto
divino, de su Reino, por contraste con la pequeñez de su proyecto y de sus
expectativas mesiánicas, lo mismo que cada uno de nosotros debe aprenderlo para
poder ser pescadores de hombres. “Jesús se presenta como el "Dios
humano", el siervo de Dios, que trastorna las expectativas de la
muchedumbre siguiendo el camino de la humildad y el sufrimiento. Es la gran
alternativa, que también nosotros debemos aprender siempre de nuevo:
privilegiar nuestras expectativas, rechazando a Jesús, o acoger a Jesús en la
verdad de su misión y renunciar a nuestras expectativas demasiado humanas”
(Benedicto XVI).
Jesús
llama también hoy a los obispos y sacerdotes a bogar mar adentro de la
historia, mar adentro del enseñar, del santificar y del gobernar al pueblo de
Dios, “que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para
conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la
vida verdadera” (Benedicto XVI). Los nuevos desafíos de este tiempo requieren fe
y esperanza en el Señor: “echar la red del Evangelio en el mar agitado de este
tiempo para obtener la adhesión de los hombres a Cristo; para sacarlos, por así
decir, de las aguas salinas de la muerte y de la oscuridad en la cual la luz
del cielo no penetra. Debéis llevarlos a la tierra de la vida, en la comunión
con Jesucristo” (Benedicto XVI).
La
fe de Pedro en la Palabra del Señor lo condujo a presenciar el milagro de una
pesca sobrenatural, señal inequívoca de su misión mesiánica. Los milagros manifiestan la omnipotencia divina en la
creación y revelan la obra divina de la salvación. Esta misma
experiencia de fe acontece cuando edificamos nuestra vida y actuar en Jesucristo.
Al pescar, “Pedro niega que los que coge con la palabra sean su conquista y su
botín. Tampoco tú temas referir a Dios lo que tienes, porque Él nos ha
concedido lo que era suyo” (San Ambrosio), lo mismo sucede con los demás
apóstoles. Esta pesca de fe produce la profunda alegría de saber que colaboramos
con la presencia eficaz del Señor.
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