CUARTO DOMINGO PASCUA (B)
“11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12
Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve
venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las
dispersa, 13 porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. 14 Yo soy
el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15 como me
conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. 16
También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo
que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. 17
Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. 18 Nadie
me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para
recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre»” (Jn 10,11-18).
CONTEXTO LITÚRGICO
DEL EVANGELIO
Hch 4,8-12;
Sal 117,1.8-9.21-23.26.28-29; 1Jn 3,1-2
“ha sido por
el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien
Dios resucitó de entre los muertos; por él se presenta éste sano ante vosotros”
(Hch 4,10).
“Dad gracias
al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 117,29).
“Mirad qué
amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y lo
somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él” (1Jn 3,1).
CITAS DEL
CEC SUGERIDAS
CEC 754,
764, 2665: Cristo, pastor de las ovejas y puerta del corral
CEC 553,
857, 861, 881, 896, 1558, 1561, 1568, 1574: el Papa y los obispos como pastores
CEC 874,
1120, 1465, 1536, 1548-1551, 1564, 2179, 2686: los presbíteros como pastores
CEC 756:
Cristo, la piedra angular
CEC 1,
104, 239, 1692, 1709, 2009, 2736: ahora somos los hijos adoptivos de Dios
HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesucristo
afirma que Él es el Buen Pastor, también afirma que Él es la Puerta. La bondad
del Pastor se manifiesta en su amor oblativo, que llega incluso al heroísmo de
entregar su propia vida por sus ovejas. Jesús compartió su ser Pastor con los
obispos y sacerdotes, no así su ser Puerta: “Nosotros, porque predicamos a
Cristo entramos por la puerta. Pero Cristo se predica a sí mismo; porque su
predicación le muestra a El mismo, muestra la luz y otras muchas cosas” (san
Agustín).
Estamos ante
el único sacrificio de Jesucristo que “da plenitud y sobrepasa a todos los
sacrificios (cf. He 10,10)”. Simultáneamente es también una doble
oblatividad del don “del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo
para reconciliarnos con él (cf. Jn 4,10). Al mismo tiempo es ofrenda del
Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor (cf. Jn 15,13),
ofrece su vida (cf. Jn 10,17-18) a su Padre por medio del Espíritu Santo
(cf. He 9,14), para reparar nuestra desobediencia” (CEC 614).
El amor
oblativo de Jesucristo por sus ovejas revela su mismo amor por Dios Padre, “esa
misma caridad con que muero por mis ovejas es un testimonio del amor con que
amo al Padre” (san Gregorio). La oblación de Sí mismo en la Cruz, dada como
alimento eucarístico, alimenta a lo largo de la historia a sus ovejas “para
hacer de su cuerpo y de su sangre un sacramento para nosotros y para poder
saciar con el alimento de su carne a las ovejas que había rescatado” (san
Gregorio).
La Iglesia
en cuanto redil tiene como única puerta a Cristo. La Iglesia en cuanto grey
tiene como Pastor al mismo Dios, hecho visible en Cristo que vino a servir a
sus hermanos. Esta obediencia de Cristo al Padre corresponde a la dimensión
sacrificial de Sí mismo.
La Eucaristía íntimamente relacionada con el sacrificio del Calvario, nos
presenta el don sacrificial ofrecido al Padre, que es aceptado correspondiendo
con la resurrección de su Hijo. Pero también este sacrificio fue entregado a la
Iglesia para que Jesús haga suyo el sacrificio de su cuerpo místico.
El amor o caridad de Cristo, Buen
Pastor, por sus ovejas está hecho “de atención, ternura, compasión, acogida,
disponibilidad, interés por los problemas de la gente” (RM 89). De este amor ha
de dar testimonio el verdadero misionero, gastando su vida por sus hermanos,
testimoniando un amor incluyente y sin preferencias. Además este amor fiel a
Cristo es inseparable de la fidelidad a la Iglesia.
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