SEXTO DOMINGO T O (B)
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un
leproso, suplicándole de rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo
lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: —«Quiero: queda limpio.» La
lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole
severamente: —«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte
al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se
fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya
no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado;
y aun así acudían a él de todas partes (Mc 1,40-45).
CONTEXTO
LITÚRGICO DEL EVANGELIO
Lev
13,1-2.44-46; Sal 31,1-2.5.11; 1Co 10,31—11,1
“El
sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza.
El que haya sido declarado enfermo de
lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando:
"¡impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro;
vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento” (Lev 13,44-46).
“Dichoso
el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso
el hombre a quien el Señor no le apunta el delito” (Sal 31,1-2)
“La
lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole
severamente: —«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte
al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés»” (Mc 1,42-44).
LECTURAS
DEL CEC SUGERIDAS
CEC
1474: vivir en Cristo reúne a todos los creyentes en Él
CEC
1939-1942: la solidaridad humana
CEC
2288-2291: el respeto de la salud
HERMENÉUTICA
DE LA FE
Jesús supera la separación de la
comunidad respecto a un leproso declarado impuro según la Ley, pero deja
constancia de su fidelidad a la Ley cuando manda que el leproso curado vaya y
se presente al sacerdote. Respecto al leproso san Juan Crisóstomo dice “lo
manda al sacerdote para que testifique la curación y para que no estuviera más
fuera del templo, pudiendo orar en él con los demás. Lo mandó también para cumplir
con lo prescrito por la ley, y para acallar la maledicencia de los judíos…
completó la obra mandándoles la prueba de ella”.
El leproso suplica al Señor y se
confía a su voluntad omnipotente. “Él se arrodilla cayendo sobre su faz, lo que
es señal de humildad y vergüenza, para que cada cual se avergüence de las
manchas de su vida. Pero esta vergüenza no impide su confesión; muestra la
llaga y pide el remedio. Ya la misma confesión está llena de piedad y de fe. Si
quieres, dice, puedes. Esto es, puso la potestad en la voluntad del Señor” (San
Beda). Jesús compadecido responde como Dios: ordena que cese su enfermedad y al
instante el leproso recobra la integridad de sus tejidos corpóreos. Jesús “tocó
con razón al leproso, aunque no era necesario el tacto para que se operase la
cura. No sólo no destruye la creencia del leproso, sino más bien la confirma,
puesto que la enfermedad huye de la palabra, y lo que dijo el leproso de
palabra, Él lo cumplió con la obra” (San Juan Crisóstomo).
La humanidad de Jesús es el instrumento eficaz para
santificar a los hombres. El contacto físico de Jesús constituye un vehículo de
comunicación de su poder redentor, íntimamente asociado a la dimensión
sacramental de la Iglesia, llamada a comunicar ese poder salvador a la humanidad
herida por el egoísmo, mucho más grave que la lepra. San Jerónimo dice “extendida
verdaderamente la mano del Salvador, esto es, encarnado el Verbo de Dios y
tocando a la naturaleza humana, purifica a ésta de los diversos y antiguos
errores”.
Cristo no solamente tocó para sanar a algunos enfermos de su tiempo, también
hoy quiere tocar a través de los sacramentos a tantos que necesitamos ser
curados especialmente en el espíritu y en la psicología, no solamente en
nuestros cuerpos.
El contacto con Cristo nos debe llevar a contemplar la
Verdad divina y a servir a la humanidad. Este es el contenido del auténtico
amor a la verdad. Jesús compartió plenamente nuestra vida para redimirnos del
pecado y de la muerte. Jesús abrazó el sufrimiento en su Pasión, Muerte y
Resurrección, abriéndonos el camino de la esperanza, el acceso a la gloria.
También nos enseña que por encima de llamar impuro al hombre debe prevalecer su
alta dignidad como persona, tanto a nivel religioso como a nivel científico,
pues el Señor ha abierto la puerta de la esperanza.
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