EL BAUTISMO DEL SEÑOR (B)
En
aquel tiempo proclamaba Juan: — Detrás de mí viene el que puede más que yo, y
yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con
agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. Por entonces llegó Jesús desde
Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del
agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar bacía él como una paloma. Se
oyó una voz del cielo: —Tú eres mi Hijo amado, mi preferido (Mc 1,6b-11).
HERMENEÚTICA DE LA FE
Después
de ser bautizado Jesús por Juan en el Jordán san Marcos afirma “vio rasgarse el
cielo”, ésta apertura del cielo es el mayor testimonio de Dios Padre para que
nosotros no dudemos de la naturaleza divina del Señor, del Mesías, de su Hijo
amado. Este testimonio también fue dado por Juan Bautista. San Juan Crisóstomo
acota “para manifestar
que éste era el Cristo que predicaba san Juan, señalado a todos como con el
dedo de la fe”.
El Precursor al referirse a Jesús-Mesías aborda ya la
naturaleza del Redentor “no sólo como el que « viene » por el Espíritu Santo,
sino también como el que «lleva» el Espíritu Santo, como Jesús revelará mejor
en el Cenáculo” (DEV 19). Esto queda mejor revelado cuando el Bautista señala,
en otro momento, a Jesús como el Cordero de Dios, que no sólo confirma el
cumplimiento de la profecía de Isaías en Jesús sino que también confiesa su
misión redentora.
La acción del Espíritu Santo adquiere “un significado
completamente nuevo” (Ecclesia in Asia
16) en la obra redentora de Jesús. El Espíritu Santo acompaña la vida pública
de Jesús, sus numerosos milagros, el donarnos su Espíritu después de
resucitado, el comunicarnos su vida nueva, su vida divina. En su Pascua Cristo
instituye el sacramento del bautismo, donde el hombre viejo es sepultado en la
Muerte del Señor y resurge a la vida en el Dios vivo. El fin de todo este
torbellino de amor es para que el hombre alcance su plena madurez en Cristo.
Indudablemente
que esta teofanía trinitaria está orientada a nuestra redención. San Beda dice
“el ver bajar al Espíritu Santo en el
bautismo, era señal de la gracia espiritual que en el bautismo se nos confiere”, a propósito de la voz de Dios Padre nos dice “enseña también que podemos hacernos hijos de Dios por el
agua de ablución y el Espíritu de santificación”.
San Jerónimo habla de este amor divino indefectible del siguiente modo “por la gracia del perdón somos purificados con el sacramento
del bautismo en las fuentes del amor a Dios”.
Estamos ante un adviento de encuentro entre Dios y el
hombre, donde el Señor siempre toma la iniciativa, este adviento de encuentro
–bautismo en el Espíritu– es obra del Espíritu Santo. Dios va a nuestro
encuentro, nos quiere encontrar en nuestro corazón, haciéndonos partícipes de
la eterna imagen de Dios, haciendo de nosotros una nueva humanidad. Este
encuentro se cumple en Jesucristo, encuentro inscrito en perspectiva
escatológica (cfr. Juan Pablo II, año 1981)
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