DECIMO CUARTO DOMINGO (B)



MONICIÓN AMBIENTAL

El Señor nos presenta este domingo la rebeldía de los israelitas ante el profeta Ezequiel y la incredulidad de los nazarenos ante el Hijo de Dios. He aquí cómo se cumple el que nadie es profeta en su propia tierra. Jesús nos invita a creer en Él por sus obras, por su Sabiduría divina; nos invita a conocerlo guiados por el Espíritu de la verdad, por encima de las apariencias y de criterios puramente humanos.

ORACIÓN COLECTA

Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, concede a tus fieles la verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen también la felicidad eterna.

Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

M. El profeta Ezequiel relata cómo Yavé lo envía a predicar en su nombre ante la rebeldía de Israel. La misión de Ezequiel era testimoniar que hubo un profeta en medio de Israel.

Lectura del libro del profeta Ezequiel 2,2-5

En aquellos días, el espíritu entró en mí, hizo que me pusiera en pie y oí una voz que me decía: Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde, que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus padres me han traicionado hasta el día de hoy. También sus hijos son testarudos y obstinados. A ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.

Palabra de Dios

Salmo responsorial Sal 122

M. El salmista suplica al Señor que tenga misericordia, sus ojos esperan la misericordia ante el sarcasmo de los satisfechos y el desprecio de los orgullosos. Digamos con fe: Ten piedad de nosotros, ten piedad.

En ti, Señor, que habitas en lo alto, fijos los ojos tengo, como fijan sus ojos en las manos de su señor, los siervos.

Así como la esclava en su señora tiene fijos los ojos, fijos en el Señor están los nuestros, hasta que Dios se apiade de nosotros.

Ten piedad de nosotros, ten piedad, porque estamos, Señor, hartos de injurias; saturados estamos de desprecios, de insolencias y burlas.

SEGUNDA LECTURA

M. San Pablo cuenta a los Corintios cómo un ángel de Satanás lo apalea para que no sea soberbio, para que la fuerza de Cristo se manifieste en su debilidad.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios 12,7-10

Hermanos: Para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme. Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido: Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad.

Así pues, de buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte.

Palabra de Dios.



M. San Marcos relata la admiración inicial de los nazarenos ante la predicación de Jesús en la sinagoga, pero también nos revela su incredulidad al recordarlo como hijo del carpintero.

Aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre mí; él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva.

Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: ¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

Palabra del Señor.

Oración de los fieles

Levantemos nuestros ojos al Señor y confiando en su misericordia pidámosle por nosotros y por el mundo entero. Invoquémosle con fe diciendo: Te lo pedimos, Señor.

Para que nuestros pastores, escuchando a los pobres y sencillos, se abran a los valores ocultos a los sabios de este mundo. Oremos.

Para que en nuestro país reine el respeto, la solidaridad y el empeño por el bien común. Oremos.

Para que los enfermos, los que son incomprendidos o perseguidos, los que se ven privados de lo necesario para vivir con dignidad, experimenten la fuerza de Cristo que los sostiene. Oremos.

Para que no nos quedemos en las apariencias sino que descubramos la presencia de Cristo en el corazón de nuestros hermanos. Oremos.

Muéstranos, Señor, tu amor y tu fidelidad, escucha nuestras oraciones y haz que vivamos con humildad de corazón.

Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

La oblación que te ofrecemos, Señor, nos purifique, y cada día nos haga participar con mayor plenitud de la vida del reino glorioso.

Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN        Sal 33,9

Gustad y ver qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Alimentados, Señor, con un sacramento tan admirable, concédenos sus frutos de salvación y haz que perseveremos siempre cantando tu alabanza.

Por Jesucristo nuestro Señor.



en un trabajo manual, pone de manifiesto la gran dignidad del trabajo humano. Puede decirse, de algún modo, que éste es el primer evangelio que Cristo predica” (San Juan Pablo II)

La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José "hermanos de Jesús" (Mt 13,55) son los hijos de una María discípula de Cristo (cf. Mt 27,56) que se designa de manera significativa como "la otra María" (Mt 28,1)” (CEC 500).


HERMENÉUTICA DE LA FE

En el mundo pagano el trabajo físico, manual, era considerado como algo indigno de un hombre libre. Jesús, en cambio, asumió el trabajo manual, dándole una nueva dignidad. Desde ese momento todo hombre se puede asociar a la obra redentora de Jesús por medio de su trabajo.

El rechazo de los nazarenos es signo del rechazo de la mayor parte de judíos “¡cuánta no sería la ceguedad de los nazarenos, que menosprecian, por sólo la noticia de su nacimiento, al que debían reconocer por Cristo en sus palabras y hechos!... Despreciaban, pues, al Señor hasta el punto de llamarle carpintero e hijo del carpintero” (San Beda). El no ser profeta en la propia tierra se debe a “la envidia entre los compatriotas, no considerando los hechos de un hombre, y recordando la fragilidad de su infancia” (San Beda)

A Jesús “le creían carpintero, por ser hijo de carpintero” (San Agustín). Sin embargo, este abajamiento del Señor lo que pretende es dignificar el trabajo, todo trabajo, incluso el más humilde. Siendo el carpintero de Nazareth Jesús predica su primer evangelio. “Sí, es cierto, Jesucristo, el Hijo Unigénito del Padre eterno que ha revelado la sabiduría divina a través de sus propias palabras, que ha revelado la potencia de Dios por medio de sus obras, ¡era el carpintero, nacido de María!” (San Juan Pablo II).

Estamos ante la Sabiduría del Hijo de Dios, que vista solamente con ojos humanos puede ser considerada como necedad, locura y envidia. Sin embargo, esta Sabiduría del Señor de su vida oculta es parte de la Redención que “en la cruz y en la resurrección de Jesús se revela, pues, en todo su esplendor, el designio misericordioso de Dios, que ama y perdona al hombre hasta el punto de convertirlo en criatura nueva” (San Juan Pablo II).

Los Evangelios ponen en evidencia que “la vida terrena de Cristo estuvo marcada desde el comienzo con el sello de la pobreza” (San Juan Pablo II). Otro rasgo muy hermoso del Hijo de Dios es que asumió la pobreza como parte de su kénosis voluntaria: nació pobre, creció pobre, trabajó como carpintero, desarrolló su vida pública pobre y muere pobre. Este despojo voluntario de todo tenía como fin enriquecernos con su pobreza, enriquecernos con los infinitos bienes espirituales que se derivan de su vaciamiento voluntario.

Los hermanos y hermanas del Señor son “parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento (cf. Gn 13,8 Gn 14,16 29 Gn 15 )” (CEC 500). “El libro de los Hechos subraya el papel destacado que desempeñaba… Santiago” (Benedicto XVI), uno de los parientes del Señor que fue muy conocido y respetado en la Iglesia naciente de Jerusalén por sus vínculos de sangre y de fe con Jesús. Es muy elocuente que al morir en la Cruz le encomienda el cuidado de su Madre la Virgen María, no a uno de sus parientes, sino a san Juan evangelista.

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