NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA



MONICIÓN AMBIENTAL
Celebramos hoy la solemnidad del nacimiento de san Juan Bautista. Nacimiento del mayor nacido de mujer, del precursor de Jesucristo, del amigo del Novio que viene para salvar a toda la humanidad, a quien Juan es consciente de no ser digno de desatarle la correa de sus sandalias.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que suscitaste a san Juan Bautista para prepararle a Cristo, el Señor, un pueblo dispuesto a recibirlo, concede ahora a tu Iglesia el don de la alegría espiritual, y guía a tus fieles por el camino de la salvación y de la paz.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Isaías habla de su llamada divina desde el vientre materno, consciente que su misión es ser luz para las naciones y heraldo de la salvación divina.

Lectura del libro de Isaías 49,1-6
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso. Mientras yo pensaba: En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas, en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 138,1-3.13-14.15 (R.:14ª)
M. El salmista dirige a Dios una acción de gracias por su elección y por el profundo amor de Dios para con él, unámonos diciendo: Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente.
Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.
Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma.
No desconocías mis huesos, cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra.

SEGUNDA LECTURA
M. San Lucas nos habla de la misión del Precursor en Israel mediante un bautismo de conversión y oportunamente señalándolo y dando testimonio de él como el Cordero de Dios.

Lectura de libro de los Hechos de los apóstoles 13,22-26
En aquellos días, dijo Pablo: –Dios nombró res a David, de quien hizo esta alabanza: Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias.
Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.
Palabra de Dios.

M. San Lucas relata el nacimiento de Juan el Bautista. Tanto Zacarías como Isabel son conscientes del nombre de su hijo. La gente se admira de la presencia de Dios en el niño, quien al crecer vive en el desierto hasta el momento de cumplir su misión en Israel.

Aleluya Lc 1,76
A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,57-66.80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: ¡No! Se va a llamar Juan. Le replicaron: Ninguno de tus parientes se llama así.
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Todos se quedaron extrañados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos lo que lo oían reflexionaban diciendo: ¿Qué va a ser de este niño?
Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Palabra del Señor.

Oración de los fieles
Oremos con confianza a Dios, que, con el nacimiento de Juan el Bautista, inauguró la etapa definitiva de la preparación de su pueblo, para recibir al Salvador y digamos: Te rogamos, óyenos.
Por la Iglesia del nuevo milenio cristiano: para que, por la intercesión de San Juan Bautista, su presencia en el mundo sea un vivo anuncio de que el Reino de Dios está cerca y se manifiesta por la palabra, el compromiso y la adhesión a Jesucristo presente en la historia. Oremos.
Por los sacerdotes y sus colaboradores: para que, fieles a su misión profética, como San Juan Bautista, hagan oír la voz del Evangelio allí donde el dolor, la opresión, la guerra, la miseria y el pecado sumergen al hombre en la desesperación y en el sinsentido de la vida. Oremos.
Por los que sufren en el cuerpo o en el alma, por los que están siendo torturados: para que sus padecimientos les ayuden a acercarse más a Dios y Él los alivie y conforte. Oremos.
Por nosotros: para que aprendamos a ser humildes y manifestemos a todos los hombres que el Reino de Dios está cerca de nosotros. Oremos.
Gracias, Padre, porque cuidas de tu pueblo y no dejas de enriquecerlo con profetas que dan su vida en el nuncio de tu Palabra; escucha las oraciones que te hemos presentado en la solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista, y por los méritos de su vida, unidos a los de tu Hijo, llévanos cada vez más cerca de Ti.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Presentamos, Señor, en tu altar estos dones, al celebrar con el debido honor el nacimiento de aquel que no sólo anunció al Salvador que habría de venir, sino, además, lo mostró ya presente.
El que vive y reina por los siglos…

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos ha visitado el sol que nace de lo alto.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Renovados por el banquete celestial del Cordero, te rogamos, Señor, que tu Iglesia, llena de alegría por el nacimiento de Juan el Bautista, reconozca en aquel que Juan anunció que habría de venir al autor de la salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Ac 13,24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino (cf. Mt 3,3). "Profeta del Altísimo" (LC 1,76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7,26), de los que es el último (cf. MT 11,13), e inaugura el Evangelio (cf. Ac 1, 22;Lc 16,16); desde el seno de su madre (cf. Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (JN 3,29) a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (JN 1,29). Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (LC 1,17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio (cf. Mc 6,17-29).
717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (JN 1,6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (LC 1,15 LC 1,41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (LC 1,68).

718 Juan es "Elías que debe venir" (MT 17,10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (LC 1,17).

719 Juan es "más que un profeta" (LC 7,26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11,13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (JN 1,23 cf. Is 40,1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (JN 1,7 ;cf JN 15,26 JN 5,33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1P 1,10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo... Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de Dios" (JN 1,33-36).

720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3,5).
COMENTARIO
Celebramos hoy la natividad de san Juan Bautista. Las palabras del profeta Isaías se aplican muy bien a esta gran figura bíblica que está entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el gran ejército de profetas y justos de Israel, Juan "el Bautista" fue puesto por la Providencia inmediatamente antes del Mesías, para preparar delante de él el camino con la predicación y con el testimonio de su vida.

Entre todos los santos y santas, Juan es el único cuya natividad celebra la liturgia. En la primera lectura hemos escuchado que el Señor llamó a su siervo "desde el seno materno". Esta afirmación se refiere, en plenitud, a Cristo, pero, por reflejo, se puede aplicar también a su precursor. Ambos nacieron gracias a una intervención especial de Dios: el primero nace de la Virgen; el segundo, de una mujer anciana y estéril. Desde el seno materno Juan anuncia a Aquel que revelará al mundo la iniciativa de amor de Dios.

"Desde el seno de mi madre me llamaste" (Salmo responsorial). Podemos hacer nuestra, hoy, esta exclamación del salmista. Dios nos conoció y amó antes aún que nuestros ojos pudieran contemplar las maravillas de la creación. Todo hombre al nacer recibe un nombre humano. Pero antes aún, posee un nombre divino: el nombre con el cual Dios Padre lo conoce y lo ama desde siempre y para siempre. Eso vale para todos, sin excluir a nadie. Ningún hombre es anónimo para Dios. Todos tienen igual valor a sus ojos:  todos son diversos, pero iguales; todos están llamados a ser hijos en el Hijo.

"Juan es su nombre" (LC 1,63). A sus parientes sorprendidos Zacarías confirma el nombre de su hijo escribiéndolo en una tablilla. Dios mismo, a través de su ángel, había indicado ese nombre, que en hebreo significa "Dios es favorable". Dios es favorable al hombre: quiere su vida, su salvación. Dios es favorable a su pueblo: quiere convertirlo en una bendición para todas las naciones de la tierra. Dios es favorable a la humanidad: guía su camino hacia la tierra donde reinan la paz y la justicia. Todo esto entraña ese nombre: Juan” (San Juan Pablo II, 24 junio 2001).
Respecto al rico legado de misericordia “al nacer Juan Bautista, en la misma casa su padre Zacarías, bendiciendo al Dios de Israel, glorifica la misericordia que ha concedido "a nuestros padres y se ha recordado de su santa alianza". En las enseñanzas de Cristo mismo, esta imagen heredada del Antiguo Testamento se simplifica y a la vez se profundiza. Esto se ve quizá con más evidencia en la parábola del hijo pródigo, donde la esencia de la misericordia divina, aunque la palabra "misericordia" no se encuentre allí, es expresada de manera particularmente límpida. A ello contribuye no sólo la terminología, como en los libros veterotestamentarios, sino la analogía que permite comprender más plenamente el misterio mismo de la misericordia en cuanto drama profundo, que se desarrolla entre el amor del padre y la prodigalidad y el pecado del hijo” (DM 5).

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