DECIMO DOMINGO (B)



MONICION AMBIENTAL
La liturgia de la Palabra recoge el pasaje donde Dios pone enemistad entre la descendencia de la mujer con la descendencia de la serpiente. El Señor profetiza que la descendencia de la mujer vencerá el poder del mal, como lo palpamos en el evangelio de san Marcos, donde Dios supera las diversas insidias del mal y forma su nueva familia en la fe.

ORACION COLECTA
Oh Dios, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas, y concédenos inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro del Génesis nos habla de la vergüenza y del miedo del hombre respecto a Dios experimentados después del pecado original. El Señor maldice a la serpiente y pone enemistad entre ambas descendencias, profetizando que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente.
Lectura del libro del Génesis 3,9-15
Después de que el hombre y la mujer comieron del fruto del árbol prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: ¿Dónde estás? Este le respondió: Oí tus pasos en el jardín; y tuve miedo, porque estoy desnudo, y me escondí.
Entonces le dijo Dios: ¿Y quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?
Respondió Adán: La mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto del árbol y comí. El Señor Dios dijo a la mujer: ¿Por qué has hecho esto? Repuso la mujer: La serpiente me engañó y comí.
Entonces dijo el Señor Dios a la serpiente: Porque has hecho esto, serás maldita entre todos los animales y entre todas las bestias salvajes.
Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; y su descendencia te aplastará la cabeza, mientras tú tratarás de morder su talón.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 129
M. El salmista suplica a Dios consciente que de Él procede el perdón, la misericordia y la redención. Digamos: Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante.
Si conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos.
Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el centinela.
Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo afirma que nuestra fe en la resurrección nos permite esperar que resucitaremos con Jesús, incluso los sufrimientos están ordenados a nuestra gloria, y nos invita a poner nuestra mira en la morada eterna. 
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4,13-5,1
Hermanos: Como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: Creo, por eso hablo, también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien de ustedes, de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.
Por esta razón no nos acobardamos; pues aunque nuestro cuerpo se va desgastando, nuestro espíritu se renueva de día en día. Nuestros sufrimientos momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna, una gloria que los sobrepasa con exceso.
Nosotros no ponemos la mira en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno. Sabemos que, aunque se desmorone esta morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas.
Palabra de Dios.

M. San Marcos relata que los parientes de Jesús al ver tanta gente que lo seguía decían que estaba loco; los escribas decían que estaba poseído por Satanás. El Señor afirma que Satanás no se divide al expulsarse a sí mismo. El que blasfema contra el Espíritu Santo no tiene perdón. Finalmente Jesús nos habla de su familia espiritual.
Aleluya, aleluya
Ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor. Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3,20-35
En aquel tiempo, Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo, pues decían que se había vuelto loco.
Los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera.
Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón: será reo de un pecado eterno. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.
Llegaron entonces su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan.
En les respondió: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Invoquemos a Dios, que por Cristo nos dio la victoria sobre el pecado y la muerte y digámosle: Escúchanos y ten piedad.
Por la Iglesia, para que predique con fe firme que la salvación nos viene de Dios que resucitó a Cristo. Oremos.
Por los países y familias que sufren la división, el odio y la violencia, para que la intercesión de María, madre de los vivientes, le alcance la unidad y la vida verdadera. Oremos.
Por los niños, ancianos y enfermos maltratados o abandonados, para que no les falte la ayuda que necesitan para salir de su situación dolorosa. Oremos
Por todos los difuntos, para que Cristo, que venció el mal y nos alcanzó salvación, les conceda la posesión de su gloria. Oremos.
Gracias, Padre, porque nos permites acudir a Ti y porque no dejas de escucharnos. Bendice a tu Iglesia, guía nuestros pasos hacia Ti y haz que seamos madre y hermanos de Jesús por el cumplimiento de tu voluntad.
Por Cristo nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Mira complacido, Señor, nuestro humilde servicio, para que esta ofrenda te sea agradable y nos haga crecer en el amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN        Sal 17,3
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador; Dios mío, peña mía.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre de misericordia, que la fuerza curativa de tu Espíritu en este sacramento sane nuestras maldades y nos conduzca por el camino del bien.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 410-412: el Proto-evangelio

CEC 374-379: el hombre en el Paraíso

CEC 385-409: la caída

CEC 517, 550: Cristo, el exorcista

385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza -que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas -, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? "Quaerebam unde malum et non erat exitus" ("Buscaba el origen del mal y no encontraba solución") dice S. Agustín (conf. 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio de la iniquidad" (2TH 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1TM 3,16). La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22 JN 16,11 1JN 3,8).

386 El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.

387 La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad sicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

388 Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento conoció de alguna manera la condición humana a la luz de la historia de la caída narrada en el Génesis, no podía alcanzar el significado último de esta historia que sólo se manifiesta a la luz de la Muerte y de la Resurrección de Jesucristo (cf. Rm 5,12-21). Es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito, enviado por Cristo resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo referente al pecado" (JN 16,8) revelando al que es su Redentor.

389 La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo (cf. 1CO 2,16) sabe bien que no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo.
396 Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él, morirás" (GN 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre en cuanto criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las normas morales que regulan el uso de la libertad.

397 El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.

398 En este pecado, el hombre se: prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (S. Máximo Confesor, ambig.).

399 La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gn 3,5).

400 La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gn 3,17 Gn 3,19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la servidumbre de la corrupción" (RM 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el hombre "volverá al polvo del que fue formado" (GN 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12).

401 Desde este primer pecado, una verdadera invasión de pec ado inunda el mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5 Gn 6,12 RM 1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos, el pecado se manifiesta, entre los cristianos, de múltiples maneras (cf. 1CO 1-6 AP 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia no cesan de recordar la presencia y la universalidad del pecado en la historia del hombre:

Lo que la revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas (GS 13,1).
HERMENÉUTICA DE LA FE
La Virgen María supera la maternidad biológica, es madre espiritual del nuevo pueblo de Dios. Del mismo modo que encontramos una nueva familia en la fe: “En la vida pública, cuando deja a su madre en Nazaret, al encontrarse con ella la llama "mujer", para subrayar que él ya sólo recibe órdenes del Padre, pero también para declarar que ella no es simplemente una madre biológica, sino que tiene una misión que desempeñar como "Hija de Sión" y madre del pueblo de la nueva Alianza. En cuanto tal, María permanece siempre orientada a la plena adhesión a la voluntad del Padre.

No era el caso de toda la familia de Jesús. El cuarto evangelio nos revela que sus parientes "no creían en él" (Jn 7,5) y san Marcos refiere que "fueron a hacerse cargo de él, pues decían: "Está fuera de sí"" (Mc 3,21). Podemos tener la certeza de que las disposiciones íntimas de María eran completamente diversas. Nos lo asegura el evangelio de san Lucas, en el que María se presenta a sí misma como la humilde "esclava del Señor" (Lc 1,38). Desde esta perspectiva se ha de leer la respuesta que dio Jesús cuando "le anunciaron: "Tu madre y  tus  hermanos  están ahí fuera y quieren verte"" (Lc 8,20 cf. Mt 12,46-47 Mc 3,32); Jesús respondió: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8,21). En efecto, María es un modelo de escucha de la palabra de Dios (cf. Lc 2,19 Lc 2,51) y de docilidad a ella” (Audiencia 5 enero 2000, San Juan Pablo II).

Los adversarios no niegan los milagros, signos y prodigios que hizo Jesús aunque pretendieran atribuirlos al poder del demonio. San Juan, por contraste con los sinópticos emplea signos o señales, “con esa expresión él quiere indicar lo que es más esencial en esos hechos: la demostración de la acción de Dios en persona, presente en Cristo, mientras la palabra “milagro” indica más bien el aspecto “extraordinario” que tienen esos acontecimientos a los ojos de quienes los han visto u oyen hablar de ellos” (Audiencia 11 noviembre 1987, San Juan Pablo II), destacando el ser mesiánico de Jesús.

Jesucristo vence al Tentador con su obediencia al Padre y con un estilo muy divino de ser mesías, “la victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.

…la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16,21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro” (CEC 539-540)

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