TERCER DOMINGO PASCUA (B)



MONICIÓN DE ENTRADA
Este tercer domingo de Pascua la liturgia de la Palabra destaca la misión que Jesucristo resucitado confía a sus apóstoles de anunciar la conversión para el perdón de los pecados, fortalecidos por la fuerza del Espíritu Santo, convencidos del poder transformador de la sangre de Cristo Cordero.

ORACIÓN COLECTA
Que tu pueblo, Señor, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu, y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. En los Hechos de los Apóstoles san Pedro anuncia la glorificación de Jesucristo, recrimina el rechazo y la incredulidad del pueblo atribuido a su ignorancia, invitándolos a arrepentirse y convertirse para que se les borren sus pecados.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3,13-15.17-19
En aquellos días, Pedro dijo a la gente: —«El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazásteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazásteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»
Palabra de Dios.

Salmo responsorial     Sal 4, 2. 7. 9 (R/.: cf. 7)
M. Imploremos al Señor con el salmo 4 que haga brillar su rostro sobre nosotros para que podamos contemplarlo eternamente. Digamos: R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.
R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» 
R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.

En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. 
R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.

SEGUNDA LECTURA
M. El apóstol san Juan nos exhorta a no pecar, a guardar los mandamientos del Señor, a que el amor de Dios llegue en nosotros a su plenitud.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2,1-5
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
Palabra de Dios.

M. San Lucas recoge la aparición de Jesús resucitado a sus discípulos, subraya la identidad de su cuerpo humano y la apertura del entendimiento de los discípulos para que comprendieran las Escrituras sobre la Pascua de Jesucristo.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya cf. Lc 24,32
Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas.
EVANGELIO 
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24,35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: —«Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: —«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: — « ¿Tenéis ahí algo que comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: —«Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: —«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES
Pidamos a Dios que por los méritos de Jesús venga en nuestra ayuda y nos enseñe a vivir como hijos de la luz. Digamos juntos: Que brille tu luz y nos salve.

Para que la Iglesia viva su fe en Dios y lo manifieste en el amor y compromiso con la  humanidad entera. Oremos al Señor. Que brille tu luz y nos salve.

Para que la presencia de Jesús en la comunidad disipe todo temor, duda o desconfianza. Oremos al Señor. Que brille tu luz y nos salve.

Para que todos los pueblos de la tierra vivan en paz, justicia, fraternidad y prosperidad. Oremos al Señor. Que brille tu luz y nos salve.

Para que el perdón de Dios se manifieste a los que hacen el mal y persiguen a los   cristianos. Oremos al Señor. Que brille tu luz y nos salve.

Para que los ancianos, los inválidos, los enfermos y los que sufren, participen de la paz y el consuelo que les da el Resucitado. Oremos al Señor. Que brille tu luz y nos salve.

Para que la presencia real de Jesús en la Eucaristía nos ayude a proclamar su resurrección y la vida nueva que nos trae. Oremos al Señor. Que brille tu luz y nos salve.

Señor, haz brillar tu luz gloriosa sobre tu Iglesia, escucha las oraciones del pueblo que Tú rescataste con la Sangre de tu Hijo, y haz que el amor sea el distintivo de los que hoy celebramos nuestra fe. 
Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar también del gozo eterno.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN        Lc 24,46-47
Así estaba escrito: El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 1346-1347: la Eucaristía y la experiencia de los discípulos en Emaús

CEC 642-644, 857, 995-996: los Apóstoles y los discípulos dan testimonio de la Resurrección

CEC 102, 601, 426-429, 2763: Cristo, la llave para interpretar las Escrituras

CEC 519, 662, 1137: Cristo, nuestro abogado en el cielo
641 María Magdalena y las santas mujeres, que venían de embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1 LC 24,1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf. Jn 19,31 Jn 19,42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28,9-10 ;Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24,9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1CO 15,5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (LC 24,34).

642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles - y a Pedro en particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Ac 1,22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1CO 15,4-8).

643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22,31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría": LC 24,17) y asustados (cf. Jn 20,19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (LC 24,11 cf. Mc 16,11 Mc 16,13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (MC 16,14).

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24,38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (LC 24,41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. JN 20,24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (MT 28,17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina - de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
Comentario
La resurrección, plenitud de la Pascua de Jesucristo, es el mayor acontecimiento tanto de la historia de la salvación como de la historia del mundo, dándole un nuevo sentido a la humanidad. “Todo el mundo gira en torno a la cruz, pero la cruz sólo alcanza en la resurrección su pleno significado de evento salvífico. Cruz y resurrección forman el único misterio pascual, en el que tiene su centro la historia del mundo” (San Juan Pablo II).
La Resurrección confirma la naturaleza perfectamente humana de Jesús, pues solamente un hombre verdadero podía padecer, morir en la Cruz y resucitar. “Resucitar quiere decir volver a la vida en el cuerpo. Este cuerpo puede ser transformado, dotado de nuevas cualidades y potencias, y al final incluso glorificado…, pero es cuerpo verdaderamente humano” (San Juan Pablo II).
Frente a la imposibilidad de la Resurrección de Jesucristo, manifestada por varios de los discípulos, el Señor les da pruebas fehacientes, fundamentándose en la misma sagrada Escritura, una de esas pruebas se refiere a su identidad “Resucitó el que asumió nuestra carne, y sigue siempre edificando su Cuerpo, haciendo de nosotros su Cuerpo” (Benedicto XVI).
La fe de los discípulos en la resurrección de Jesucristo es el final de un proceso de conversión: primero piensan que es un fantasma o espíritu, palpan su humanidad y lo ven comer como antes, su interior se abre para comprender las sagradas Escrituras, el Señor se les aparece varias veces; “su fe en la Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina - de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado” (CEC 644).
El saludo de paz de Jesús expresa la reconciliación de Dios con los hombres por medio de la Cruz, confirmada con su resurrección. “La paz procede de Dios, que es quien todo lo une, cuyo ser es unidad de su naturaleza y de su estado pacífico” (San Cirilo). Esta reconciliación es la iniciativa de Dios obrada por Jesucristo. “La paz es además reconciliación con los hermanos, porque Jesús, en la oración que nos enseñó, el «Padre nuestro», asocia el perdón pedido a Dios con el que damos a los hermanos” (Compendio DSI 492).
A partir del encuentro de los dos discípulos de Emaús la Iglesia reconoce a Jesucristo desde la sagrada Escritura y la Fracción del Pan. La Misión evangelizadora requiere, sin embargo, una Fuerza aún mayor “Jesús no permite que sus Apóstoles salgan a pelear, hasta que sean armados con la venida del Espíritu Santo” (San Juan Crisóstomo).

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