QUINTO DOMINGO CUARESMA (B)



MONICIÓN AMBIENTAL
La apertura del mundo gentil a la fe manifiesta la nueva y universal alianza de Jesucristo, inscrita en el interior del hombre, que selló con su muerte en la Cruz. El creyente que asume la parábola del grano de trigo que cae en tierra y muere para quedar fecundo, vencerá el poder de la muerte y alcanzará plenamente la vida eterna.
ORACIÓN COLECTA
Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Jeremías anuncia una nueva alianza del Señor con su pueblo, inscrita en su corazón. El Señor perdonará los pecados de su pueblo y todos lo conocerán.

Lectura del Profeta Jeremías 31, 31-34
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la que hice con vuestros padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: Ellos, aunque yo era su Señor, quebrantaron mi alianza; —oráculo del Señor—. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días — oráculo del Señor—: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: Reconoce al Señor. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande—oráculo del Señor—, cuando perdone sus crímenes, y no recuerde sus pecados.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial    Sal 50, 3-4, 12-13. 14-15. 18-19
M. El salmista suplica al Señor que le dé un corazón puro, que borre su culpa y limpie su pecado, que lo renueve con su espíritu y le devuelva la alegría de la salvación. R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Los sacrificios no te satisfacen, si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

SEGUNDA LECTURA
M. La carta a los Hebreos destaca la obediencia del Hijo de Dios, quien a través del sufrimiento cumplió el proyecto de Dios para salvarnos.

Lectura de la carta a los Hebreos 5,7-9
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios
M. San Juan recoge el anuncio inminente y decisivo de la redención, Jesús, como el grano de trigo, voluntariamente caerá en tierra y morirá para darnos la vida eterna.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO  Jn 12,26
El que quiera servirme, que me siga, dice el Señor; y donde esté yo, allí también estará mi servidor.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan 12,20-33
En aquel tiempo entre los que habían venido a celebrar la Fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: —Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: —Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará. Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: —Lo he glorificado y volveré a glorificarlo. La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: —Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES
Presentamos nuestras intenciones al único que puede salvarnos de la angustia y de la muerte eterna, y pidámosle que mire con amor a su pueblo que le suplica. Digamos: Escucha Señor, nuestra oración.

Por la Iglesia: que, como María, sea madre de los que con sinceridad buscan a Dios. Oremos. Escucha Señor, nuestra oración.

Por nuestro país, especialmente por los que sufren el desempleo, la explotación y la  marginación: que todos vivamos como hermanos y construyamos un mundo más justo,  fraterno y solidario. Oremos. Escucha Señor, nuestra oración.

Por los que anuncian el Evangelio: que su entrega dé frutos de santidad y conversión en los que los escuchan y ven su testimonio de vida. Oremos. Escucha Señor, nuestra oración.

Por todos los hombres y mujeres: que en Jesús, que dio su vida por amor, encuentren consuelo, esperanza y fortaleza. Oremos. Escucha Señor, nuestra oración.

Por los que son perseguidos a causa de la verdad: que no claudiquen de sus  convicciones y den testimonio de los valores auténticos. Oremos. Escucha Señor, nuestra oración.

Por todos nosotros: que la celebración de nuestra fe avive nuestro deseo de ver a Jesús y gozar eternamente de su presencia. Oremos. Escucha Señor, nuestra oración.

Escucha, Padre, nuestras oraciones, crea en nosotros un corazón puro, renuévanos por la fuerza de la cruz de Cristo, y haz que Él nos transforme en testigos de tu amor. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Escúchanos, Dios todopoderoso, tú que nos has iniciado en la fe cristiana, y purifícanos por la acción de este sacrificio.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Jn 12,24
Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Dios todopoderoso, que nos cuentes siempre entre los miembros de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre hemos comulgado.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 606-607: la vida de Cristo se ofrece al Padre

CEC 542, 607: el deseo de Cristo de dar su vida para nuestra salvación

CEC 690, 729: el Espíritu glorifica al Hijo, el Hijo glorifica al Padre

CEC 662, 2853: la Ascensión de Cristo a la gloria es nuestra victoria

CEC 56-64, 220, 715, 762, 1965: historia de las alianzas

542 Cristo es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como "familia de Dios". Los convoca en torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el reino de Dios, por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección. "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (JN 12,32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (cf. LG 3).
606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le ha enviado" (JN 6,38), "al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo... para hacer, oh Dios, tu voluntad... En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (HE 10,5-10). Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (JN 4,34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1JN 2,2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy mi vida" (JN 10,17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado" (JN 14,31).

607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús (cf. Lc 12,50 LC 22,15 MT 16,21-23) porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!" (JN 12,27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (JN 18,11). Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (JN 19,30), dice: "Tengo sed" (JN 19,28).

HERMENÉUTICA DE LA FE
La actitud de los griegos que quieren ver a Jesús y el ser amigos del Señor como Felipe y Andrés, que lo conocen y facilitan el camino de acceso al Hijo de Dios, han de ser nuestras actitudes de fe. Sabemos que “para "ver a Dios" es preciso conocer a Cristo y dejarse modelar por su Espíritu” (Benedicto XVI). Ante la petición sincera de los griegos Jesús presenta la esencia del Amor y también nos invita a seguir este camino, sabiendo ofrecer nuestra vida para el bien de los demás, “si recorremos con fidelidad ese camino,… también nosotros, como canta el salmista, nos saciaremos de gozo en la presencia de Dios” (Benedicto XVI).

Jesús responde a la petición de los griegos con la parábola del trigo que cae en tierra y muere, quedando fecundo, aplicada esta parábola a Sí mismo nos describe su camino hacia la Cruz y a la Resurrección. También es la parábola de la glorificación de Jesús hecha por Dios Padre que nos diría “de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos; cuando suba a los cielos a manera de Dios que es, y cuando su gloria se esparza por los ámbitos del mundo” (San Agustín). Jesús una vez resucitado llegará a todos los gentiles venciendo los límites del espacio y del tiempo, “ahora se les muestra y habla con ellos, y ellos hablan con él; así nace la fe, crece la Iglesia a partir de todos los pueblos, la comunidad de Jesucristo resucitado, que se convertirá en su cuerpo vivo, fruto del grano de trigo” (Benedicto XVI).

Jesús nos llama a perder la vida en el sentido de no pretender ser propietarios de ella para hacer lo que nuestro egoísmo desea, sino saber darla para bien de todos los hombres, sirviendo por fe y por amor, movidos por la comunión con Jesús. Ese perder o aborrecer la propia vida “ha de ser como una muerte y aniquilación temporal y natural y espiritual en todo, en la estimación de la voluntad, en la cual se halla toda negación”, es decir, renunciar “por Cristo [a] todo lo que puede apetecer y gustar” (San Juan de la Cruz). Estamos ante la esencia del Amor y de toda existencia humana que conduce a la auténtica felicidad, porque “el amor es «éxtasis», pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí” (DCE 6).

La parábola del grano de trigo también es una alusión a la Eucaristía mediante la cual Jesús “se convierte en pan para los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares” (Benedicto XVI). Con este pan de vida sacia no sólo a los griegos sino a todos los gentiles, además de los judíos que acogieron el Evangelio del Señor.
La Redención obrada por Jesús es por tanto el “acontecimiento decisivo y determinante en la historia de la humanidad, no sólo porque cumple el supremo designio divino de justicia y misericordia, sino también porque revela a la conciencia del hombre un nuevo significado del sufrimiento” (San Juan Pablo II). Desde ese momento el sufrimiento es instrumento de salvación, nos permite hacer el bien, transformándose en amor redentor.

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