DOMINGO DE RESURRECCIÒN (B)



MONICIÓN AMBIENTAL
¡Aleluya, aleluya, Cristo ha resucitado! Esta es la victoria que reunidos como hermanos proclamamos y celebramos de manera solemne, unidos con toda la Iglesia. Pero además, esta celebración está revestida de una alegría inmensa, provocada por nuestra esperanza en la vida eterna: si por medio del bautismo, hemos muerto con Cristo al pecado, sabemos que también resucitaremos con Él. Jesucristo resucitado nos protege y nos guarda de la muerte definitiva, gracias al Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones. Dispongámonos, pues, con un corazón nuevo y lleno de luz, a celebrar estos sagrados misterios, poniéndonos de pie y entonando el canto de entrada.

ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que en este día nos has abierto las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte, concede a los que celebramos la solemnidad de la resurrección de Jesucristo, ser renovados por tu Espíritu, para resucitar en el reino de la luz y de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. Por nuestra experiencia en la celebración de la Pascua del Señor, somos testigos, al igual que el apóstol Pedro, de todo cuanto Jesucristo hizo en Judea y en Jerusalén y de su muerte en la cruz. Pero atestiguamos con más empeño su resurrección al tercer día. Por eso, hacemos nuestra la misión de anunciar la Buena Nueva con el testimonio de una vida resucitada. Escuchemos con atención la primera lectura.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: —«Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Palabra de Dios

Salmo responsorial Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 (R/. 24)
M. El gozo del cristiano es provocado por la convicción que tenemos del triunfo del Señor sobre la muerte. Por eso, proclamamos las maravillas del Señor y le aclamamos con el salmo 117.
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. 
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. 
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. 
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
SEGUNDA LECTURA
M. Gracias a la acción del resucitado en su vida, san Pablo se convirtió en un hombre nuevo, un misionero que nos invita a aspirar a los bienes de arriba, a los bienes que realmente nos darán la auténtica felicidad, junto a Jesucristo glorificado, escuchemos.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3,1-4
Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Palabra de Dios.

SECUENCIA

Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua.


Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables

unió con nueva alianza.


Lucharon vida y muerte

en singular batalla,

y, muerto el que es la Vida

triunfante se levanta.


«¿Qué has visto de camino,

María, en la mañana?»

«A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,

los ángeles testigos,

sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras

mi amor y mi esperanza!


Venid a Galilea,

allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos

la gloria de la Pascua.»


Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;

la muerte en ti no manda.


Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa.

M. En la mañana del domingo, María Magdalena, Pedro y Juan encuentran el sepulcro vacío. Esto significaba lo incomprensible: el Señor Jesús había resucitado, tal como lo anunciaban las Escrituras. Atendamos ahora el mensaje salvador que constituye la base de nuestra fe y de nuestra vida cristiana: la Resurrección del Señor. Pero antes, entonemos el aleluya.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya 1 Co 5, 7b-8ª
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: —«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES
Cristo ha resucitado y vive para interceder por nosotros; por eso digámosle: Te glorificamos, Señor.

Porque con tu resurrección has vencido las tinieblas dando muerte al pecado y nos  ofreces la vida en plenitud: Te glorificamos, Señor.

Porque Tú eres el Viviente, el que nos renueva y nos permite vivir una vida nueva: Te glorificamos, Señor.

Porque tu resurrección ha colmado de alegría a todos los pueblos y les abre esperanzas de paz y libertad: Te glorificamos, Señor.

Porque hoy enriqueces a tu Iglesia con la vida de los nuevos bautizados: Te glorificamos, Señor.

Porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna: Te glorificamos, Señor.

Porque la luz del sepulcro vacío y el mensaje de la resurrección guían nuestra fe y allanan nuestro camino: Te glorificamos, Señor.

Te glorificamos y te pedimos que tu gracia renueve nuestras vidas, las sumerja en  tu misterio y un día disfrutemos en plenitud de tu resurrección. Tú que vives y  reinas por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Rebosantes de gozo pascual, celebramos, Señor, estos sacramentos en los que tan maravillosamente ha renacido y se alimenta tu Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN        1Co 5,7-8
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Protege, Señor a tu Iglesia con amor paternal, para que, renovada por los sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 638-655, 989, 1001-1002: la Resurrección de Cristo y nuestra resurrección

CEC 647, 1167-1170, 1243, 1287: la Pascua, el Día del Señor

CEC 1212: los Sacramentos de la iniciación cristiana

CEC 1214-1222, 1226-1228, 1234-1245, 1254: el Bautismo

CEC 1286-1289: la Confirmación

CEC 1322-1323: la Eucaristía

638 "Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (AC 13,32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:

Cristo resucitó de entre los muertos.

Con su muerte venció a la muerte.

A los muertos ha dado la vida.

(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua)

639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1CO 15,3-4). El Apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Ac 9,3-18).

640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (LC 24,5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13 MT 28,11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24,3 Lc 24,22-23), después de Pedro (cf. Lc 24,12). "El discípulo que Jesús amaba" (JN 20,2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(JN 20,6) "vio y creyó" (JN 20,8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. JN 20,5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11,44).

641 María Magdalena y las santas mujeres, que venían de embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1 LC 24,1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf. Jn 19,31 Jn 19,42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28,9-10 ;Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24,9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1CO 15,5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (LC 24,34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles - y a Pedro en particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Ac 1,22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1CO 15,4-8).

643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22,31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría": LC 24,17) y asustados (cf. Jn 20,19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (LC 24,11 cf. Mc 16,11 Mc 16,13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (MC 16,14).

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24,38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (LC 24,41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. JN 20,24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (MT 28,17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina - de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.

645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc 24,39 JN 20,27) y el compartir la comida (cf. Lc 24,30 Lc 24,41-43 JN 21,9 JN 21,13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24,39) pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf LC 24,40 JN 20,20 JN 20,27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28,9 Mt 28,16-17 LC 24,15 LC 24,36 JN 20,14 JN 20,19 JN 20,26 JN 21,4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20,17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20,14-15) o "bajo otra figura" (MC 16,12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20,14 Jn 20,16 JN 21,4 JN 21,7).

646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1CO 15,35-50).
647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de Pascua, sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf. Jn 14,22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (AC 13,31).

648 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres personas divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre que "ha resucitado" (cf. Ac 2,24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad - con su cuerpo - en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente "Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos" (RM 1,3-4). San Pablo insiste en la manifestación del poder de Dios (cf. Rm 6,4 2CO 13,4 PH 3,10 EP 1,19-22 HE 7,16) por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor.

649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino. Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar (sentido activo del término) (cf. Mc 8,31 MC 9,9-31 MC 10,34). Por otra parte, él afirma explícitamente: "doy mi vida, para recobrarla de nuevo ... Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo" (JN 10,17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó" (1 Te 4, 14).

650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona divina de Cristo que permaneció unida a su alma y a su cuerpo separados entre sí por la muerte: "Por la unidad de la naturaleza divina que permanece presente en cada una de las dos partes del hombre, éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación del compuesto humano, y la Resurrección por la unión de las dos partes separadas" (San Gregorio Niceno, res. 1; cf.también DS 325 359 369 539).

651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1CO 15,14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.

652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf. Lc 24,26-27 Lc 24,44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28,6 MC 16,7 LC 24,6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1CO 15,3-4 y el Símbolo nicenoconstantinopolitano) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.

653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. El había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (JN 8,28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los Judíos: "La Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros ... al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy" (AC 13,32-33 cf. Ps 2,7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.

654 Hay un doble aspecto en el misterio Pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4,25) "a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos ... así también nosotros vivamos una nueva vida" (RM 6,4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. EP 2,4-5 1P 1,3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (MT 28,10 JN 20,17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.
655 Por último, la Resurrección de Cristo - y el propio Cristo resucitado - es principio y fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron ... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo" (1CO 15,20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El los cristianos "saborean los prodigios del mundo futuro" (HE 6,5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. COL 3,1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquél que murió y resucitó por ellos" (2CO 5,15).

HERMENÉUTICA DE LA FE
María era la discípula que más amó al Señor, como lo destaca el evangelista san Juan al nombrarla solamente a ella. Su amor por el Señor se percibe cuando sale muy de madrugada hacia la tumba, cuando avisa a Pedro y al “discípulo amado” que se habían llevado el cuerpo del Señor, más aún cuando el ángel le esclarece que Jesús está resucitado, transformándose en la “apóstol de los apóstoles” pues esta “mujer fue la primera en anunciar a los Apóstoles palabras de vida” (santo Tomás de Aquino). La dignidad de ser hijos de Dios, desde este momento, queda borrado cualquier menosprecio de la dignidad femenina respecto a la del hombre.
Esta experiencia de encuentro de Magdalena con el Señor constituye una llamada para todos los creyentes, “también nosotros, si buscamos al Señor con sencillez y sinceridad de corazón, lo encontraremos, más aún, será él quien saldrá a nuestro encuentro; se dejará reconocer, nos llamará por nuestro nombre, es decir, nos hará entrar en la intimidad de su amor” (Benedicto XVI). El discípulo de Cristo está llamado a vivir con su Señor y como su Señor, para esto se requiere una gran familiaridad y una confianza total, como sucedió con san Juan y Magdalena.

El sepulcro vacío, aunque no sea una prueba directa, constituye un signo esencial de la Resurrección, pues la ausencia del cuerpo indica algo sobrenatural y que el Señor recobró una vida distinta a la terrenal (cfr. CEC 640). Pedro y el “discípulo amado” corren presurosos: “Los Padres de la Iglesia vieron en esa carrera hacia el sepulcro vacío una exhortación a la única competición legítima entre los creyentes: la competición en busca de Cristo” (Benedicto XVI).

La preeminencia de Pedro el domingo de resurrección, día de la nueva creación, es confirmada. Esa preeminencia comenzó en Cesarea de Filipo, ahora, entra primero para ver la tumba vacía, después de la resurrección preside la Iglesia naciente de Jerusalén. San Pablo mismo reconoce a Pedro como el primer testigo de la fe cristiana.

El “discípulo amado” se identifica con san Juan evangelista, quien no se había adherido por la fe a la resurrección aun cuando Jesús mismo se los anunció. Hasta que san Juan fue y vio el sepulcro vacío afirma “vio y creyó”. Esto indica lo grandioso del triunfo de Cristo sobre la muerte para todos los discípulos de Jesús. La Resurrección desde entonces constituye la base de la fe y de la vida cristiana.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (C)

PRIMER DOMINGO CUARESMA (B)

DOMINGO XXX T O (A)