PRIMER DOMINGO ADVIENTO (B)



MONICIÓN DE ENTRADA
Hermanos: Comenzamos el tiempo del Adviento. Hoy resuena en nuestros corazones una invitación: “Velad”. Nuestra fe se fundamenta en esta vigilia, pues esperamos en el Señor, en su manifestación gloriosa, cuando en un pesebre y en nuestras vidas brille su luz.
Animados porque Dios es fiel, celebremos esta acción de gracias.

ORACIÓN COLECTA
Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene a nosotros, para que, mediante la práctica de las buenas obras, colocados un día a tu derecha, merezcamos poseer el reino celestial.
Por nuestro Señor Jesucristo.
 PRIMERA LECTURA
M. La primera lectura de hoy es la oración confiada y humilde a un Dios a quien se llama "nuestro Padre" y "nuestro Redentor". Le pedimos que se vuelva a nosotros, aunque seamos culpables y "nuestra justicia sea un paño manchado".
Lectura del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7
Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos
y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él.
Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 79
M. El salmo 79 es como la continuación de la oración confiada de la primera lectura, esperando que Dios venga en nuestro auxilio. Nos unimos al salmista contestado:
R. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.
SEGUNDA LECTURA
M. Pablo a los cristianos de Corinto comienza con un tono optimista y de acción de gracias por la situación de aquella comunidad que aguarda la manifestación del Señor, preparándose para cuando se tengan que presentar ante "el tribunal de Jesucristo Nuestro Señor".
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 3-9
Hermanos:
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús.
Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
Palabra de Dios.

M. El Evangelista san Marcos recoge el relato donde el Señor nos invita a vigilar, conscientes que su venida puede acontecer en cualquier momento.

Aleluya, aleluya.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Aleluya.
EVANGELIO
Descripción: 2 cruzLectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús sus discípulos:
—«Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!».
Palabra del Señor.

Credo

ORACIÓN DE FIELES
Mientras aguardamos la venida de Cristo al final de la historia, oremos a Dios nuestro Padre para que nos ayude a esperarlo en vela, y para que sepamos reconocerlo en sus continuas venidas a nuestras vidas. Digamos: R/. Ven, Señor Jesús
1. Oremos por nuestra Iglesia, para que en este tiempo de Adviento pueda esperar gozosa la venida del Señor
2. Oremos por nuestro país, para que cesen las diferencias que aniquilan la posibilidad de una vida más digna y edificante.
3. Oremos por los que sufren, para que en este tiempo de adviento, vigoricen su esperanza y fe.
4. Oremos por nuestra parroquia para que animada por la oración de san Jerónimo, pueda esperar en la Palabra del Señor, su venida.

Padre infinitamente bueno, que conoces nuestros deseos de ver tu rostro y penetras nuestras mentes y corazones, danos lo que Tú sabes que nos conviene, y haz que tu paz y tu gracia nos mantengan firmes en la esperanza y solícitos en la caridad, mientras aguardamos la llegada definitiva de tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, estos dones que te ofrecemos, tomados de los mismos bienes que nos has dado, y haz que lo que nos das en el tiempo presente para aumento de nuestra devoción, se convierta para nosotros en prenda de tu redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
El Señor nos mostrará su misericordia y nuestra tierra producirá su fruto.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Señor, que nos aprovechen los misterios en que hemos participado, mediante los cuales, mientras caminamos en medio de las cosas pasajeras, nos inclinas ya desde ahora a anhelar las realidades celestiales y a poner nuestro apoyo en las que han de durar para siempre.

Por Jesucristo, nuestro Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 668-677, 769: la tribulación final y la venida de Cristo en gloria
CEC 451, 671, 1130, 1403, 2817: “¡Ven, Señor Jesús!”
CEC 35: Dios dona a los hombres la gracia para poder aceptar la revelación y acoger al Mesías
CEC 827, 1431, 2677, 2839: reconocer que todos somos pecadores

668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (RM 14,9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(EP 1,20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf.  Ef EP 4,10 1CO 15,24 1CO 15,27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (EP 1,10), su cumplimiento transcendente.

669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf.  Ef EP 1,22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf.  Ef EP 4,11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1JN 2,18 cf. 1P 4,7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf.  Mc MC 16,17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf.  Mc MC 16,20).

671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (LC 21,27 cf. MT 25,31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2TH 2,7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1CO 15,28), y "mientras no [...] haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1CO 11,26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2P 3,11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (AP 22,20 cf. 1CO 16,22 AP 22,17-20).

672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf.  Hch AC 1,6-7) que, según los profetas (cf.  Is IS 11,1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf  Hch AC 1,8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1CO 7,26) y la prueba del mal (cf.  Ef EP 5,16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1P 4,17) e inaugura los combates de los últimos días (1JN 2,18 1JN 4,3 1TM 4,1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. MT 25,1-13  Mc MC 13,33-37).

673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf AP 22,20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (AC 1,7 cf.  Mc MC 13,32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf.  Mt MT 24,44,1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2TH 2,3-12).

674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf.  Rm RM 11,31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (RM 11,26 MT 23,39) del que "una parte está endurecida" (RM 11,25) en "la incredulidad" (RM 11,20) respecto a Jesús . San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (AC 3,19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (RM 11,5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (RM 11,12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (RM 11,25 cf. Lc 21,24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (EP 4,13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1CO 15,28).

675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf.  Lc LC 18,8 MT 24,12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf.  Lc LC 21,12  Jn JN 15,19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2TH 2,4-12  1Ts 1TH 5,2-3 2  Jn JN 7 1JN 2,18 1JN 2,22).

676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando "los errores presentados bajo un falso sentido místico" "de esta especie de falseada redención de los más humildes";  GS GS 20-21).

677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. AP 19,1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. AP 13,8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. AP 20,7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. AP 21,2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. AP 20,12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2P 3,12-13).

HERMENÉUTICA DE LA FE

Dos características han de marcar el tiempo de adviento, conscientes que Dios quiere encontrarse con nosotros en la historia y en nuestro interior: la espera atenta, vigilante y la admiración, el asombro ante Dios que entra en la historia e introduce a los hombres en su propio misterio. Para descubrir la presencia del Señor hemos de ser puros y sencillos como los niños, capaces de maravillarnos con los gestos divinos de amor y con la cercanía del Redentor.

Velar es el mensaje central del Adviento, en la espera del Mesías que nos viene a revelar el Rostro de Dios Padre. Hemos de guardar las puertas de nuestros corazones para que no vuelva a dominar el pecado. El Señor nos insiste en vigilar y estar preparados para acoger al Señor que viene (cfr. San Juan Pablo II). Litúrgicamente es un tiempo de espera que nos invita a prepararnos interiormente para el encuentro con Jesús.

El irse de viaje por largo tiempo se refiere al momento que va desde la Ascensión del Señor hasta su Parusía. El Señor es coronado con la gloria pero no deja a la Iglesia desprovista, sino que le garantiza su continua asistencia. El Señor mediante la gracia de su Espíritu concede poder a sus discípulos para que le sirvan en el bien.

La mejor manera del velar es cuidar la vocación y misión de la propia familia, a cada uno, construir la familia en la fe en tu parroquia, proyectando a la sociedad los valores cristianos, para que reine la voluntad de Dios en cada uno de esos ámbitos en que providencialmente se nos ha confiado una misión divina.

De un modo positivo vela quien sigue al Señor, quien ama y elige lo que el Señor amó y eligió, quien conforma su vida con la de Jesucristo. Vela quien vive constantemente en el horizonte del amor, por encima de cualquier dificultad o problema (cfr. Benedicto XVI). La Virgen María nos ayuda a hacer fructuosa esta espera orante y vigilante del Hijo de Dios.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (C)

PRIMER DOMINGO CUARESMA (B)

DOMINGO XXX T O (A)