VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO T O (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
El banquete de la palabra de este domingo nos descubre la esencia del amor en la entrega de sí mismo. Jesús nos amó hasta el extremo en la Cruz y nos comunicó su vida divina en la Resurrección. El éxito de la misión evangelizadora depende de nuestra unión amorosa a Jesucristo a través del dolor y del sufrimiento, conscientes que esto es lo que permite la fecundidad de Dios entre los hombres.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor a tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Jeremías afirma cómo la Palabra del Señor era dentro de sus entrañas fuego ardiente que lo impulsaba a proclamarla.

Lectura del libro de Jeremías 20,7-9
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: “Violencia”, proclamando: “Destrucción”. La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: “No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre”; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 62,2.3-4.5-6.8-9 (R.: 2b)
M. El salmo 62 pone en nuestros labios la sed de Dios, las ansias del Señor, digamos con amor: R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansias de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo nos invita a transformarnos por medio de la renovación de la mente para que elijamos y obremos siempre el bien y lo que agrada a Dios.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12,1-2

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios.

M. Jesús nos habla de su misterio pascual y de cómo el que quiera seguirlo ha de aprender a perder su vida por Él para encontrarla.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Cf. Ef 1,17-18

El Padre de nuestro Señor Jesucristo
ilumine los ojos de nuestro corazón,
para que comprendamos cuál es la esperanza
a la que nos llama.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 16,21-27

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”. Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta”.
Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 618: Cristo llama a sus discípulos a tomar la cruz y a seguirle
CEC 555, 1460, 2100: la cruz es el camino para entrar en la Gloria de Cristo
CEC 2015: el camino de la perfección pasa por el camino de la cruz
CEC 2427: llevar la cruz en la vida de cada día

618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único mediador entre Dios y los hombres" (1TM 2,5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con todo hombre" (GS 22,2), él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual" (GS 22,5). El llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a seguirle" (MT 16,24) porque él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (1P 2,21). El quiere en efecto asociar a su sacrificio redentor a aquéllos mismos que son sus primeros beneficiarios (cf. Mc 10,39 JN 21,18-19 COL 1,24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2,35):

Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo (Sta. Rosa de Lima, vida)

2427 El trabajo humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra (cf GN 1,28 GS 34 CA 31). El trabajo es, por tanto, un deber: ‘Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma’ (2TH 3,10 cf 1TH 4,11). El trabajo honra los dones del Creador y los talentos recibidos. Puede ser también redentor. Soportando el peso del trabajo (cf GN 3,14-19), en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su obra redentora. Se muestra como discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a realizar (cf LE 27). El trabajo puede ser un medio de santificación y de animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo.

HERMENÉUTICA DE LA FE
Después de la confesión de fe de Pedro, continúa el desacierto de querer impedir la muerte de Jesús porque valora las cosas desde la óptica puramente humana, “el error de este apóstol es resultado de su gran amor y bajo ningún concepto de la inspiración del diablo” (San Jerónimo), o “midiendo lo que concierne a Cristo con su pensamiento humano y terrenal, cree infame e indigno del Hijo de Dios todo sufrimiento” (San Juan Crisóstomo).

Jesucristo llama fuertemente a Pedro para que vea con los ojos de Dios la conveniencia de su pascua, “no sólo te será perjudicial el que yo evite mi pasión, sino que tú no te podrás salvar si no padeces, si no mueres y si no renuncias para siempre a tu vida” (San Juan Crisóstomo). Por eso les plantea a todos la necesidad del seguimiento del Señor tanto en la vida como en la muerte. En Cristo “la vida y la muerte vienen santificadas y adquieren un nuevo significado” (GS 22).

La Pascua del Señor describe la esencia del amor y de nuestra propia existencia: “Jesús describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la resurrección: el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante. Describe también, partiendo de su sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana en general” (DCE 6).

El Señor nos invita a seguirle en el don de sí, “el amor es « éxtasis », pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios” (DCE 6).

La evangelización requiere descubrir la grandeza del sufrimiento como amor que corredime y le da sentido a la propia vida del enviado, “la evangelización y su éxito pasan por la cruz y el sufrimiento. San Pablo nos dice a cada uno: "Sufre también tú conmigo por el Evangelio". El sufrimiento une a Cristo y a los hermanos, y expresa la plenitud del amor, cuya fuente y prueba suprema es la misma cruz de Cristo. San Pablo llegó a esta convicción tras la experiencia de las persecuciones que tuvo que afrontar al anunciar el Evangelio; pero por este camino descubrió la riqueza del amor de Cristo y la verdad de su misión de Apóstol” (Benedicto XVI).

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