DOMINGO DECIMO NOVENO T O (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
La liturgia de la Palabra recoge este día dos experiencias de oración en el monte: la del profeta Elías y la de Jesucristo después de la multiplicación de los panes. Yavé se revela a Elías en la brisa tenue. Jesús camina sobre la aguas y les comunica a sus discípulos la paz y confianza de creer en Él.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. La lectura del libro de los Reyes recoge el paso del Señor ante el profeta Elías en el monte Horeb. Dios pasó después de una brisa tenue indicando que siempre es portador de paz y confianza.

Lectura del primer libro de los Reyes 19,9ª.11-13ª
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: “Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!”.
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante de Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.
Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL    Sal 84,9ab-10.11-12.13-14 (R.: 8)
M. Con el Salmo 84 imploramos de Dios su misericordia y su salvación, seguros que en Él nuestro ser se aquieta y llena nuestras grandes aspiraciones. R. / Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos”. La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R. / Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan, la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R. / Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R. / Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo quiere el bien de sus hermanos judíos hasta el punto de desear “ser un proscrito lejos de Cristo”, consciente que ellos son los grandes depositarios de la Antigua Alianza.

Lectura de la carta del apóstol Pablo a los Romanos 9,1-5
Hermanos: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.
Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Palabra de Dios.

M. El evangelista san Mateo, después del milagro de la multiplicación de los panes, nos relata el milagro de Jesús caminando sobre la aguas, enseñándoles a sus discípulos a ser fuertes en la fe ante las pruebas que la Iglesia debe superar a lo largo de la historia.

Aleluya   Cf. Sal 129,5
Espero en el Señor, espero en su palabra.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,22-33
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua”. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame.
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: “Realmente eres Hijo de Dios”
Palabra del Señor

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 164: la fe puede ser puesta a prueba
CEC 272-274: solo la fe se puede unir a los caminos misteriosos de la Providencia
CEC 671-672: en tiempos difíciles, cultivar la confianza, ya que todo está sometido a Cristo
CEC 56-64, 121-122, 218-219: historia de alianzas, el amor de Dios por Israel
CEC 839-840: la relación de la Iglesia con el pueblo hebreo

671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (LC 21,27 cf. MT 25,31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2TH 2,7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1CO 15,28), y "mientras no [...] haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1CO 11,26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2P 3,11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (AP 22,20 cf. 1CO 16,22 AP 22,17-20).

672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf.  Hch AC 1,6-7) que, según los profetas (cf.  Is IS 11,1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf  Hch AC 1,8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1CO 7,26) y la prueba del mal (cf.  Ef EP 5,16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1P 4,17) e inaugura los combates de los últimos días (1JN 2,18 1JN 4,3 1TM 4,1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. MT 25,1-13  Mc MC 13,33-37).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Después del milagro de la multiplicación de los panes, Jesucristo ordena a sus discípulos que se retiren a la otra orilla del lago, tanto para que ellos tomen clara conciencia que lo acontecido fue algo real y no fruto de su fantasía, como para evitar el aplauso de la multitud. Inmediatamente el Señor busca la oración en el monte, en la soledad y la bondad del silencio, pues de allí deriva toda su actividad cotidiana. En la oración está la fuente de su Misión.

Los discípulos en la barca reman durante toda la noche, luchando contra las olas y los fuertes vientos del lago. La barca se identifica con la Iglesia y el lago con el mal. El Señor permite esto para que su Iglesia aprenda a ser fuerte, que luche con valor, apoyada en la fe, como ha sucedido con los justos de todos los tiempos cuando son probados.

Pedro, signo de la fe teologal, le dice al Señor “mándame ir hacia ti”, confiando en el poder sobrenatural de Jesús que vence las leyes naturales y que le puede comunicar a Pedro ese mismo poder de caminar sobre las aguas. Efectivamente sucede ese prodigio: el hombre de fe puede caminar sobre las aguas, pero Pedro, ante el embate del viento y de las olas, insignificantes respecto al milagro, se asusta, como sucede constantemente con las limitaciones de nuestra naturaleza humana. 

Pedro se vuelve al Señor y le suplica que lo salve. El Señor inmediatamente levanta a Pedro, de igual modo nos levanta a nosotros gracias a la ligereza que procede de la fe, que nos hace emerger ante el estruendo de las olas. El Señor nos tiende su mano y nos sostiene. Este ha sido, es y será el actuar de Jesucristo con cada uno de nosotros.

Dios nos llama a confiar en su presencia sacramental, a encontrar en la oración la fuerza de la misión, a no tener miedo ante las olas del mundo, que son parte de nuestro bogar en la historia, seguros que Jesucristo asistirá siempre a su Esposa mística hasta el final de la historia.

Los discípulos, habiéndose calmado el viento y habiendo subido a la barca, adoran al Señor y confiesan su fe en la divinidad de Jesús.

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