SEGUNDO DOMINGO PASCUA (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Este segundo domingo de Pascua vemos como Jesús resucitado comunica la paz a sus discípulos, les da el soplo de la nueva creación y el encargo misionero de llevar a todos los hombres a la comunión con Dios Uno y Trino. Jesucristo les da el poder de perdonar pecados gracias a la acción del Espíritu Santo, quien los hará a todos firmes y valientes para confesar la fe en su Señor, vencedor del pecado y de la muerte.

ORACIÓN COLECTA
Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, y de la sangre que nos ha redimido.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro de los Hechos de los Apóstoles testifica la comunión de los primeros cristianos de Jerusalén, presididos por los Apóstoles, suscitando la admiración del pueblo y la atracción de los que se salvarían.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,42-47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Sal 117, 2-4.13-15.22-24 (R.:1)
M. El salmo 117 nos invita a dar gracias al Señor por su infinito amor y por la infinita riqueza de su misericordia, digamos con fe: R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

SEGUNDA LECTURA
M. En su primera carta san Pedro nos habla de nuestro renacimiento en Jesucristo resucitado, cuya fuerza nos custodia en la fe hasta que alcancemos la plena salvación.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1,3-9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe; vuestra propia salvación.

Palabra de Dios.

M. San Juan relata una tercera aparición de Jesucristo resucitado a los apóstoles, especialmente a Tomás para que no dudara de su fe en el Hijo de Dios y para proclamar felices a los que creen sin haberlo visto.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 20,29
Porque me has visto, Tomás, has creído
        dice el Señor -.
Dichosos los que crean sin haber visto.

EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseño las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo; “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían; “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en el costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas la puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás; “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 448, 641-646: la aparición del Resucitado
CEC 1084-1089: la presencia santificante de Cristo resucitado en la Liturgia
CEC 2177-2178, 1342: la Eucaristía dominical
CEC 654-655, 1988: nuestro nacimiento a una vida nueva en la Resurrección de Cristo
CEC 926-984, 1441-1442: “Creo en el perdón de los pecados”
CEC 949-953, 1329, 1342, 2624, 2790: la comunión de los bienes espirituales

Sentido y alcance salvífico de la Resurrección
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1CO 15,14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.

652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf. Lc 24,26-27 Lc 24,44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28,6 MC 16,7 LC 24,6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1CO 15,3-4 y el Símbolo nicenoconstantinopolitano) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.

653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. El había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (JN 8,28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los Judíos: "La Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros ... al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy" (AC 13,32-33 cf. Ps 2,7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.

654 Hay un doble aspecto en el misterio Pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4,25) "a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos ... así también nosotros vivamos una nueva vida" (RM 6,4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. EP 2,4-5 1P 1,3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (MT 28,10 JN 20,17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.

655 Por último, la Resurrección de Cristo - y el propio Cristo resucitado - es principio y fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron ... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo" (1CO 15,20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El los cristianos "saborean los prodigios del mundo futuro" (HE 6,5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. COL 3,1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquél que murió y resucitó por ellos" (2CO 5,15).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesús resucitado saluda a sus discípulos deseándoles la paz, su soplo es la comunicación del Espíritu Santo como acontecerá en Pentecostés; también quiere que su misión sea continuada por sus discípulos. “Jesús sopla sobre los Apóstoles y les da de modo nuevo, más grande, el soplo de Dios. En los hombres, a pesar de todos sus límites, hay ahora algo absolutamente nuevo, el soplo de Dios. La vida de Dios habita en nosotros. El soplo de su amor, de su verdad y de su bondad” (Benedicto XVI).

Al don del Espíritu Santo, Jesús une la transmisión de su poder divino de perdonar los pecados: “Jesús puede dar el perdón y el poder de perdonar, porque él mismo sufrió las consecuencias de la culpa y las disolvió en las llamas de su amor. El perdón viene de la cruz; él transforma el mundo con el amor que se entrega. Su corazón abierto en la cruz es la puerta a través de la cual entra en el mundo la gracia del perdón. Y sólo esta gracia puede transformar el mundo y construir la paz” (Benedicto XVI)

El envío misionero de la Iglesia es para todos los fieles, cada según su vocación divina. “La misión de Cristo se realizó en el amor. Encendió en el mundo el fuego de la caridad de Dios (cf. LC 12,49). El Amor es el que da la vida; por eso la Iglesia es enviada a difundir en el mundo la caridad de Cristo, para que los hombres y los pueblos "tengan vida y la tengan en abundancia… La Iglesia se siente discípula y misionera de este Amor: misionera sólo en cuanto discípula, es decir, capaz de dejarse atraer siempre, con renovado asombro, por Dios que nos amó y nos ama primero” (Benedicto XVI).

Esta misión evangelizadora de la Iglesia abre verdadera y plenamente al bien de los demás, “al unirse a Cristo, en vez de encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza se convierte en « sacramento » para la humanidad, signo e instrumento de la salvación, en obra de Cristo, en luz del mundo y sal de la tierra (cf.  Mt  MT 5,13-16), para la redención de todos” (EE 22).

Respecto a la incredulidad del apóstol Tomás “cuando ves al discípulo que no cree, fíjate en la clemencia del Señor, y cómo por sola una alma manifiesta las llagas que recibió; y acude a la salvación de sola ella, aun teniendo Tomás un ánimo más cerrado que otros… Se presenta de nuevo Jesús y no espera a que Tomás le niegue ni a oír lo que quería decirle; sino que cuando Tomás aún nada decía se le adelanta y le llena sus anhelos” (San Juan Crisóstomo).

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