SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (C)




MONICION AMBIENTAL              
Este día actualizamos en la liturgia eucarística el misterio de Pentecostés, donde la Iglesia se manifiesta como sacramento del amor y de la unidad con Dios y con los hombres. El Espíritu Santo es quien obra la comunión a través del cuerpo místico de Jesucristo, otorgando el perdón de los pecados y otras gracias sacramentales, que le permiten a la Iglesia evangelizar a todos los pueblos.

ORACION COLECTA
Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu iglesia, extendida por todas las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. En el libro de los Hechos de los apóstoles se nos narra el momento de Pentecostés. Los discípulos del Señor hablaban diferentes lenguas extranjeras, según el Espíritu Santo les sugería, hablaban de las maravillas de Dios.

Lectura del libro de los hechos de los apóstoles 2,1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaba todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:
—“¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿Cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.”
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Sal 103,1ab y 24ac.29bc-30.31 y 34 (R.: cf. 30)
M. Hoy pedimos al Señor que nos envíe su Espíritu Santo para que cree y repueble la faz de la tierra. Digamos con fe:
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tu obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas.
 R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.
 R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

SEGUNDA LECTURA
M. El apóstol Pablo afirma que todos los creyentes, poseyendo diversos dones, ministerios y funciones, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, y formamos un solo cuerpo que es la Iglesia.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,3b-7.12-13
Hermanos:
Nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo.
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido  de un solo Espíritu. 
Palabra de Dios.

M. San Juan nos conduce a la tarde del domingo de resurrección. Jesús comunica su paz a los discípulos y los envía al mundo entero para que continúen su misión redentora, asistidos con la fuerza sobrenatural del Espíritu Santo les comunica el poder de perdonar los pecados.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.

EVANGELIO
+Lectura del santo evangelio según san Juan 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en eso entro Jesús, se puso en medio y les dijo:
—“Paz a vosotros.”
Y, diciendo esto, les enseño las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.”
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”
Palabra del Señor.

CITAS DEL CEC
CEC 696, 726, 731-732, 737-741, 830, 1076, 1287, 2623: Pentecostés

731 El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf.  Hch AC 2,36), derrama profusamente el Espíritu.

732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los "últimos tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado:

«Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado» (Oficio Bizantino de las Horas. Oficio Vespertino del día de Pentecostés, Tropario 4)

733 "Dios es Amor" (1JN 4,8 1JN 4,16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (RM 5,5).

734 Puesto que hemos muerto, o, al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La comunión con el Espíritu Santo (2CO 13,13) es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.
735 Él nos da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra herencia (cf. RM 8,23 2CO 1,21): la vida misma de la Santísima Trinidad que es amar "como él nos ha amado" (cf. 1JN 4,11-12). Este amor (la caridad que se menciona en 1Co 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque hemos "recibido una fuerza, la del Espíritu Santo" (AC 1,8).

736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(GA 5,22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. MT 16,24-26), más "obramos también según el Espíritu" (GA 5,25):

«Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna (San Basilio Magno,Liber de Spiritu Sancto, 15, 36: PG 32,132).

737 La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den "mucho fruto" (JN 15,5 JN 15,8 JN 15,16).

738 Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad (esto será el objeto del próximo artículo):

«Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con Dios. Ya que por mucho que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí [...] y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él . Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual» (San Cirilo de Alejandría, Commentarius in Iohannem, 11, 11: PG 74,561).

739 Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo, quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de su Cuerpo (esto será el objeto de la Segunda parte del Catecismo).

740 Estas "maravillas de Dios", ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de la Iglesia, producen sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu (esto será el objeto de la Tercera parte del Catecismo).

741 "El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (RM 8,26). El Espíritu Santo, artífice de las obras de Dios, es el Maestro de la oración (esto será el objeto de la Cuarta parte del Catecismo).

CEC 599, 597,674, 715: el testimonio apostólico en Pentecostés
CEC 1152, 1226, 1302, 1556: el misterio de Pentecostés continúa en la Iglesia
CEC 767, 775, 798, 796, 813, 1097, 1108-1109: la Iglesia, comunión del Espíritu

HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesucristo después de su Resurrección infundió en sus apóstoles el Don del Espíritu Santo en dos momentos sucesivos, primero para dar el poder de perdonar los pecados y después en Pentecostés, cuya fuerza divina le permite a la Iglesia organizarse y crecer teniendo como alma suya al Espíritu. “el Espíritu es esa potencia interior que armoniza su corazón con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como Él los ha amado… El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia” (DCE 19).

La paz que comunica Jesucristo a sus discípulos es fruto de la reconciliación de los hombres con Dios y de su Amor, más fuerte que el pecado y la muerte. El Señor envía a su Iglesia para que evangelice, reconciliando a los hombres con Dios y para que vivan en comunión con Cristo, y en Cristo con la Trinidad. “Las técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él. Sin Él, la dialéctica más convincente es impotente sobre el espíritu de los hombres” (EN 75).

El Espíritu Santo convence al hombre de su pecado en su conciencia, lo hace conocer su mal y lo orienta hacia el bien (cfr. DEV 42). “En este «convencer en lo referente al pecado» descubrimos una doble dádiva: el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención” (cfr. DEV 31). “Los apóstoles enriquecidos por Cristo con la efusión especial del Espíritu Santo (Ac 1,8;2,4; Jn 20,22-23), y ellos, a su vez, por la imposición de las manos transmitieron a sus colaboradores el don del Espíritu” (LG 21), de este modo, mediante el sacramento de la reconciliación el hombre recobra la amistad con Dios.

Mediante el sacramento del Orden sacerdotal, los apóstoles y sus sucesores los obispos, continúan la obra redentora del Señor reconciliando a los hombres con Dios, “el Espíritu Santo se presenta como fuerza del perdón de los pecados, de renovación de nuestro corazón y de nuestra vida; así renueva la tierra y crea unidad donde había división” (Benedicto XVI). Es necesaria la confesión sacramental para el perdón de los pecados mortales, pero también quien recurre frecuentemente a este sacramento adquiere una conciencia más delicada, una más profunda purificación, recibe ayuda contra las tentaciones y para vivir más acordes con el amor divino (cfr. San Juan Pablo II).

La tercera Persona de la Trinidad en Pentecostés comunicó a la Iglesia el vínculo divino de la unidad trinitaria, “la dispersión de Babilonia, fruto de la soberbia que separa a los hombres, ha quedado superada por el Espíritu, que es caridad y da unidad en la diversidad… lo reúne todo en una nueva y gran unidad que reconcilia: la unidad y la variedad” (Benedicto XVI). Esta es la Iglesia de Cristo. “El Espíritu Santo, que es la caridad eterna… une con su fuerza en la caridad divina a los hombres dispersos, creando así la grande y multiforme comunidad de la Iglesia en todo el mundo” (Benedicto XVI).


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