LA EXISTENCIA DEL INFIERNO desde la hermenéutica de la fe y otros aportes



EL INFIERNO


Planteamiento

  • ·         El infierno es uno de los grandes temas de la Escatología cristiana, juntamente con la muerte, el juicio y el cielo. Hace algún tiempo estas verdades se conocían como novísimos.
  • ·         Actualmente estas verdades aparecen en el CEC, en el apartado “creo en la vida eterna” del símbolo de los apóstoles.
  • ·         Hay quienes niegan total o parcialmente el infierno como verdad de fe.
  • ·         Negar la dimensión escatológica de la vida cristiana implica negar la vida eterna y quedarnos en una dimensión puramente horizontal o histórica.


¿Quiénes niegan total o parcialmente el infierno?
Los testigos de Jehová y los adventistas niegan el infierno mediante dos argumentos:
Argumento de razón: Los testigos de Jehová niegan el infierno mediante recursos pseudo filosóficos, pretendiendo mitigar en la propia conciencia la culpa del pecado grave. Este argumento también conduce a negar el alma.
Argumento bíblico: Los adventistas sostienen que el significado de sheol es diferente al de infiernos.

Otros que niegan el infierno o lo atenúan
Schillebeeckx apelando a la misericordia divina niega el infierno.
Los que sostienen la predestinación de algunos seres humanos al infierno. Los que interpretan mal la presciencia divina  (ateos y agnósticos).
Otros teólogos católicos, Teilhard de Chardin, Rahner y von Balthasar, autonominados “infernalistas”, que aunque aparentemente creen en el infierno, sostienen que está vacío: consideran el infierno como una posibilidad real de desastre final pero, al mismo tiempo, insisten en el deber de “esperar para todos”.

Estamos ante un argumento bíblico mal interpretado, ante argumentos de razón y en otros casos ante opiniones teológicas que contradicen al Magisterio.

APOLOGÉTICA (“El sendero de la fe”)
Aborda el argumento bíblico semántico así: “la teología ha tenido su propio desarrollo, ésta es la razón por la cual la palabra “seol” que fue vocablo original con que se designaba “el reino de los muertos”, carecía de la amplitud que hoy conlleva ese vocablo, ya que al principio, no se habían dado todas las transgresiones, culpas, y errores que fueron sucediéndose en el desenvolvimiento de la historia” (p. A. Guevara).
Después ofrece varias citas bíblicas en apoyo al castigo eterno sostenido por los cristianos. También aborda la armonía del Dios que es Amor con el Dios que es Justo; acota también que el infierno (Tártaro) es para los ángeles caídos, “para contener su avance rebelde”. De este modo acude a los Atributos divinos y al destino de los demonios.

TEXTOS BÍBLICOS
Sugeridos por el p. A. Guevara
Por eso el Abismo (sheol, hades) dilata su garganta, abre sus fauces desmesuradamente, y allí se precipitan el esplendor de la ciudad y su muchedumbre, su tumulto y sus festejos” (Is 5,14).

“Están aterrados en Sión los pecadores, un temblor invade a los impíos: “¿Quién de nosotros habitará en un fuego devorador? ¿Quién de nosotros habitará en una hoguera eterna?”.” (Is 33,14).

“A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. 5 Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena (gehena). Sí, les repito, teman a ese” (Lc 12,4-5).

22 El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
23 En la morada de los muertos (hades), en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. 24 Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan”. 25  “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.” (Lc 16,22-25).

8 Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego” (Mt 18,8-9).

“Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en el infierno (tartarosas) y los sumergió en el abismo de las tinieblas (tzofou), donde están reservados para el Juicio.” (2P 2,4).

Los términos empleados son: abismo, fuego devorador, hoguera eterna, morada de los muertos, fuego eterno, gehena, infierno, abismo de las tinieblas. Estos términos además de tener una evolución semántica tienden a destacar el castigo eterno a través del fuego y de las tinieblas. A partir de Isaías sheol aparece asociado a un castigo eterno. El término Hades subrayaría el tormento. El término Gehenna, de tradición judía, indicaría un fuego que siempre arde y que produce tormento. En el NT aparece preferentemente empleado Gehenna; san Pedro nos habla del infierno (Tártaro) para los ángeles caídos.

Hermenéutica de la fe
Sobre 2P 2,4
en la segunda Carta de San Pedro se habla de "ángeles que pecaron" y que Dios "no perdonó... sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas, reservándolos para el juicio" (2P 2,4). Está claro que si Dios "no perdonó" el pecado de los ángeles, lo hace para que ellos permanezcan en su pecado, porque están eternamente "en las cadenas" de esa opción que han hecho al comienzo, rechazando a Dios, contra la verdad del bien supremo y definitivo que es Dios mismo. En este sentido escribe San Juan que: "el diablo desde el principio peca" (1JN 3,8). Y "él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él" (JN 8,44).
Estos textos nos ayudan a comprender la naturaleza y la dimensión del pecado de satanás, consistente en el rechazo de la verdad sobre Dios, conocido a la luz de la inteligencia y de la revelación como Bien infinito, amor, y santidad subsistente. El pecado ha sido tanto más grande cuanto mayor era la perfección espiritual y la perspicacia cognoscitiva del entendimiento angélico, cuanto mayor era su libertad y su cercanía a Dios. Rechazando la verdad conocida sobre Dios con un acto de la propia libre voluntad, satanás se convierte en "mentiroso cósmico" y "padre de la mentira" (JN 8,44). Por esto vive la radical e irreversible negación de Dios y trata de imponer a la creación, a los otros seres creados a imagen de Dios, y en particular a los hombres, su trágica "mentira sobre el Bien" que es Dios. En el libro del Génesis encontramos una descripción precisa de esa mentira y falsificación de la verdad sobre Dios, que satanás (bajo la forma de serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del género humano: Dios sería celoso de sus prerrogativas e impondría por ello limitaciones al hombre (cf.  Gen  GN 3,5). Satanás invita al hombre a liberarse de la imposición de este juego, haciéndose "como Dios".” (San Juan Pablo II).

Hermenéutica de la fe de 2P 2,4: Los ángeles caídos eligieron voluntariamente las cadenas del rechazo a Dios, del rechazo a su verdad de ser el bien supremo y definitivo.
El pecado de Satanás consiste en negar la verdad sobre Dios que es Bien, Amor y santidad subsistente, a pesar de su perfección y perspicacia cognoscitiva en la medida de su cercanía a Dios. Al rechazar la verdad sobre Dios se convierte en mentiroso y padre de la mentira. Esta radica e irreversible negación pretende imponerla a la creación, particularmente al hombre, imagen de Dios. El Génesis testifica esta mentira y falsificación sobre Dios: sería un Dios celoso e impondría limitaciones al ser humano; para que el hombre se libere lo invita a hacerse como Dios.

Textos bíblicos empleados en el CEC

22 Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo insulta, será castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de fuego” (Mt 5,22)

“Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena” (Mt 5,29)

41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, 42 y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.” (Mt 13,41-42)

“para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes” (Mt 13,50)

31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. 32 Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, 33 y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a la izquierda.
34 Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, 35 porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; 36 desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. 37 Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”. 40 Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. 41 Luego dirá a los de la izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, 42 porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; 43 estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron”. 44 Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?”. 45 Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo”. 46 Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna»” (Mt 25,31-46)

43 Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. 44 . 45 Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. 46 . 47 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, 48 donde el gusano no muere y el fuego no se apaga (Mc 9,43-48)

Los términos empleados: Gehena de fuego, horno ardiente, fuego eterno, castigo eterno, fuego inextinguible, el gusano no muere y el fuego no se apaga. Estos términos destacan más el tipo de pena que sufre el pecador, destaca la pena de daño respecto a la pena de sentido.
El NT presenta las características del infierno sostenido por la Iglesia para los pecadores y demonios, superando significativamente el término sheol o hades que podían designar el estado para los justos y los pecadores.

Hermenéutica de la fe
Sobre Mt 25,31-46
“Quien sabe arrodillarse ante la Eucaristía, quien recibe el cuerpo del Señor no puede no estar atento, en el entramado ordinario de los días, a las situaciones indignas del hombre, y sabe inclinarse en primera persona hacia el necesitado, sabe partir el propio pan con el hambriento, compartir el agua con el sediento, vestir a quien está desnudo, visitar al enfermo y al preso (cf. Mt 25,34-36). En cada persona sabrá ver al mismo Señor que no ha dudado en darse a sí mismo por nosotros y por nuestra salvación. Una espiritualidad eucarística, entonces, es un auténtico antídoto ante el individualismo y el egoísmo que a menudo caracterizan la vida cotidiana, lleva al redescubrimiento de la gratuidad, de la centralidad de las relaciones, a partir de la familia, con particular atención en aliviar las heridas de aquellas desintegradas. Una espiritualidad eucarística es el alma de una comunidad eclesial que supera divisiones y contraposiciones y valora la diversidad de carismas y ministerios poniéndolos al servicio de la unidad de la Iglesia, de su vitalidad y de su misión. Una espiritualidad eucarística es el camino para restituir dignidad a las jornadas del hombre y, por lo tanto, a su trabajo, en la búsqueda de conciliación de los tiempos dedicados a la fiesta y a la familia y en el compromiso por superar la incertidumbre de la precariedad y el problema del paro. Una espiritualidad eucarística nos ayudará también a acercarnos a las diversas formas de fragilidad humana, conscientes de que ello no ofusca el valor de la persona, pero requiere cercanía, acogida y ayuda. Del Pan de la vida sacará vigor una renovada capacidad educativa, atenta a testimoniar los valores fundamentales de la existencia, del saber, del patrimonio espiritual y cultural; su vitalidad nos hará habitar en la ciudad de los hombres con la disponibilidad a entregarnos en el horizonte del bien común para la construcción de una sociedad más equitativa y fraterna” (Benedicto XVI)

“El significado cristológico del amor al prójimo resplandecerá en la segunda venida de Cristo. Precisamente entonces se constatará que la medida para juzgar la adhesión a Cristo es precisamente el ejercicio diario y visible de la caridad hacia los hermanos más necesitados: «Tuve hambre y me disteis de comer...» (cf. MT 25,31-46).
Sólo quien se interesa por el prójimo y sus necesidades muestra concretamente su amor a Jesús. Si se cierra o permanece indiferente al «otro», se cierra al Espíritu Santo, se olvida de Cristo y niega el amor universal del Padre” (San Juan Pablo II).

“Y como no sabemos el día ni la hora, es necesario, según la amonestación del Señor, que velemos constantemente, para que, terminado el único plazo de nuestra vida terrena (cf. HE 9,27), merezcamos entrar con El a las bodas y ser contados entre los elegidos (cf. MT 25,31-46), y no se nos mande, como a siervos malos y perezosos (cf. MT 25,26), ir al fuego eterno (cf. MT 25,41), a las tinieblas exteriores, donde «habrá llanto y rechinar de dientes» (MT 22,13 25,30). Pues antes de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer «ante el tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno de las obras buenas o malas que haya hecho en su vida mortal» (2CO 5,10); y al fin del mundo «saldrán los que obraron el bien para la resurrección de vida; los que obraron el mal, para la resurrección de condenación» (JN 5,29 cf. MT 25,46). Teniendo, pues, por cierto que «los padecimientos de esta vida son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros» (RM 8,18 cf. 2TM 2,11-12), con fe firme aguardamos «la esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo» (TT 2,13), «quien transfigurará nuestro abyecto cuerpo en cuerpo glorioso semejante al suyo» (PH 3,12) y vendrá «para ser glorificado en sus santos y mostrarse admirable en todos los que creyeron» (2TH 1,10)” (LG 48).

Hermenéutica de la fe de Mt 25,31-36: El verdadero amor del cristiano se mide por el amor al prójimo. Un cristiano eucarístico vence el individualismo y egoísmo, descubre la gratuidad, privilegia las relaciones especialmente familiares, se solidariza con las familias heridas, valora la diversidad y trabaja por la comunión eclesial en su vida y en su misión, vive la justicia en el trabajo, acoge y ayuda a las personas que experimentan alguna fragilidad, vive el vigor educativo. Este amor es verdadero respecto a Jesús, se abre al Espíritu Santo y al amor del Padre. Practicar este amor solidario conduce a la resurrección de vida, omitirlo voluntariamente conduce a la resurrección de condenación, al fuego o castigo eterno.

LA SEMÁNTICA BÍBLICA:
Sheol es la región de los muertos, se traduce en griego por hades, lo mismo que generalmente sucede en los LXX. La región de los muertos forma parte del abyssos (mundo de las profundidades).  Sheol era el mundo subterráneo, donde habitan los difuntos buenos y malos. Hasta el s. II A. C. se habla ya de compartimentos distintos para los justos y los pecadores. En el NT –particularmente en el Ap– hades aparece asociado a thanatós (muerte). La muerte y el hades adquieren figuras personales y demoníacas en 1Co 15,26.54-56.
Gehenna, se traduce por infierno. Gehenna significa lugar del tormento de fuego. Etimológicamente se refiere al Valle del hijo de Hinnón, indicando un barranco al sur de Jerusalén donde se ofrecían sacrificios de niños en la época de Ajaz y Manasés, por esto Josías declaró al Valle del Hinnón como lugar inmundo. Ese lugar normalmente pasaba ardiendo porque se usaba como crematorio. Posteriormente en la tradición judía al infierno mismo de fuego se le llama gehenna, pero sin referencia al lugar de Jerusalén. Éste último sentido es el asumido en el NT en doce pasajes, siendo la gehenna el lugar del castigo eterno del fuego. Tanto la gehenna como el hades pertenecen al abyssos, siendo la gehenna el lugar del castigo eterno para los impíos, mientras que el hades sería el lugar de los muertos pero sólo durante un tiempo. La gehenna es el lugar de suplicio para los pecadores (año 50 A. C.). En el s. II D. C. infierno y gehenna coinciden. En este último significado se entiende la parábola de Lc 16,19-31 (el hades para el rico Epulón y el seno de Abrahán para el pobre Lázaro). El NT habla de gehenna como castigo para los demonios y los pecadores. El fuego inextinguible es el elemento más frecuente para hablar del infierno; otra figura empleada es la oscuridad o tinieblas.
Tártaro significa infierno, encerrar en el infierno (cfr 2P 2,4).  Para los griegos el Tártaro era el lugar de castigo para los dioses desobedientes, era un sitio tenebroso y estaba muy profundo bajo tierra, en ocasiones es el lugar más profundo del hades. Esta concepción griega influyó en la apocalíptica judía.
Infiernos indica el reino de los muertos en el sentido del AT, la morada de todos los difuntos; lugar donde los justos esperaban la redención (cfr. Diccionario exegético del NT, pp. 91-92; 719-20; Diccionario de la Biblia, pp. 899-901).

ENSEÑANZA DEL CEC SOBRE EL INFIERNO
1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra El, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1JN 3,15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de El si no omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25,31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".

1034 Jesús habla con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se apaga" (cf. Mt 5,22 Mt 5,29 MT 13,42 MT 13,50 MC 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehusan creer y convertirse , y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mt 10,28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles que recogerán a todos los autores de iniquidad..., y los arrojarán al horno ardiendo" (MT 13,41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de Mí malditos al fuego eterno!" (MT 25,41).

1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76 409 411 801 858 1002 1351 1575 SPF 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (MT 7,13-14):
Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde `habrá llanto y rechinar de dientes' (LG 48).

1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2P 3,9):
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos (MR Canon Romano 88)

La doctrina católica (cfr. CEC 1033-1037): Estamos ante un tema sobre la vida eterna. Nos separamos del amor de Dios cuando pecamos mortalmente o cuando omitidos practicar las obras de misericordia. El infierno es el destino que corresponde a quien decide morir en pecado mortal y no recurre voluntariamente a la misericordia divina. El infierno es: el “estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados” (CEC 1033).
La “gehena” y el “fuego que nunca se apaga”, afirmados en varias ocasiones por Jesucristo, es el destino del incrédulo y del que rehúsa convertirse.
La Iglesia afirma que el infierno existe. Este destino es inmediato después de la muerte, cuya pena principal es “la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad” (CEC 1035).
La enseñanza de la existencia del infierno es una llamada a ser responsables en el uso de nuestra libertad, es una llamada también a la conversión, a estar constantemente en vela.
No existe predestinación al infierno para nadie, solamente se llega a ese destino voluntariamente y cuando se persiste en el pecado mortal.

La Patrística afirma que sí existe el infierno
“Después del juicio final unos no querrán y otros no podrán pecar... Los unos viven en la vida eterna una vida verdaderamente feliz, los otros seguirán siendo desventurados en la muerte eterna, sin poder morir: ni unos ni otros tendrán fin... La muerte eterna de los condenados no tendrá fin y el castigo común a todos consistirá en que no podrán pensar ni en el fin, ni en la tregua, ni en la disminución de sus penas” (San Agustín).

Otros santos afirman la existencia del infierno en virtud de los atributos divinos
Si Dios fuera misericordioso con todos los hombres, buenos y malos; si concediera a todos la gracia de convertirse antes de morir, sería ocasión de pecado hasta para los buenos; pero no, que cuando llega el término de sus misericordias castiga y no perdona más. Y mis ojos no se compadecerán de ti ni me apiadaré (Ez 7,4); por lo que nos avisa: Rogad que vuestra fuga no sea en invierno ni en sábado (Mt 14,20). En el invierno no se puede actuar por el frío ni en el sábado por la ley; lo que significa que para los pecadores impenitentes vendrá tiempo en que quisieran darse a Dios y se verán impedidos de hacerlo por sus malos hábitos” (San Alfonso María de Ligorio).

Dios es misericordioso, pero también justo, y por eso está obligado a castigar a quien lo ofende. Él usa de misericordia con los pecadores, pero sólo con quienes luego de ofenderle lo lamentan y temen ofenderlo otra vez: Su misericordia por generaciones y generaciones para con aquellos que le temen (85), cantó la Madre de Dios. Con los que abusan de su misericordia para despreciarlo, usa de justicia. El Señor perdona los pecados, pero no puede perdonar la voluntad de pecar. Escribe San Agustín que quien peca con esperanza de arrepentirse después de pecar, no es penitente, sino que se burla de Dios (86). El Apóstol nos advierte que de Dios no se burla uno en vano: De Dios nadie se burla (87). Sería burlarse de Dios ofenderlo como y cuanto uno quiere y después ir al cielo” (San Alfonso María de Ligorio).
En el infierno se sufre más por la privación de ver a Dios
Santa Catalina de Siena: "Hija, la lengua no es capaz de hablar sobre estas infelices almas y sus penas… El primero es verse privados de mí, lo cual les es tan doloroso, que, si le fuera posible, antes que estar libres de las penas y no verme, elegirían el fuego y atroces tormentos con tal de verme… El cuarto tormento es el fuego, que arde y nunca se acaba. El alma, por su propio ser, no se puede consumir, por no ser algo material, sino incorpórea. Pero yo, por justicia divina, he permitido que la queme sufriendo, que la aflija y no la consuma. La quema y hace sufrir con penas grandísimas, de modos diversos según la diversidad de los pecados, a unos más y a otros menos en conformidad con la gravedad de la culpa”.

La Virgen de Fátima el 13 de julio de 1917, en su tercera aparición, según contó Lucía: "…abrió de nuevo sus manos. El haz de luz que de ellas salía parecía penetrar la tierra, y vimos como un mar de fuego, y mezclados en el fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes negras o bronceadas, con forma humana, que se movían en el fuego llevadas por las llamas, que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos lados, así como caen las chispas en los incendios, sin peso ni equilibrio, entre gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor… Aterrados, levantamos la mirada hacia Nuestra Señora, quien nos dijo con bondad y tristeza: -Han visto el infierno a donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Cuando recen el Rosario, digan después de cada misterio: -¡Oh Jesús mío! perdónanos nuestras culpas, presérvanos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia".

Conciliación entre la presciencia divina y el infierno (respuesta a los ateos y agnósticos)

La voluntad de Dios, desvelada mediante la revelación, consiste en crear y redimir a los seres humanos para elevarlos a la comunión con Él. Todo el misterio de la relación con la humanidad, de la creación en adelante, está marcado por la bondad divina que quiere una proximidad con el ser humano, hasta dar a su Hijo, que en su carne realiza esta comunión.

Si esta es la voluntad divina, hay que decir que no forma parte del proyecto divino la perdición humana: una de las principales objeciones se refiere a una especie de preordenación al infierno, como si Dios hubiera creado a alguien exclusivamente para llenar una especie de lugar que si no estaría vacío.

En realidad, Dios quiere la salvación para todos. Su conocimiento eterno, por tanto, debería verse más como un espectador de las elecciones libres de la humanidad y de cada ser humano. Dios ofrece la salvación, no la impone
” (Angelo Pellegrini).

CONCLUSIÓN

El infierno existe porque existe la vida eterna (cfr. Sagrada Escritura, Tradición, Magisterio y diversos santos). Dios es un Dios Misericordioso y Justo frente a los actos libres de los seres racionales.
El infierno supone la autoexclusión de la comunión eterna con Dios tanto por parte del pecador como parte de los demonios. En la alianza con Dios el que falla es la criatura, no el Creador. Quien vive de espaldas a Dios, elige privarse voluntariamente del verdadero Amor. El verdadero Amor a Dios se mide por el amor efectivo y solidario con los demás.

Bíblicamente El término hebreo sheol, es equivalente al griego hades y al término infiernos, que indican la región de los muertos; éstos términos pertenecen al AT hasta el s. II A. C. Jesucristo tiende a emplear el término gehenna asociado al castigo y fuegos eternos. Gehenna, Tártaro e infierno coinciden en el NT al referirse al lugar del tormento de fuego eterno, tanto para los pecadores como para los demonios; ya en el s. II D. C. gehenna e infierno coinciden. El progreso semántico de sheol a infierno se debe a la mejor comprensión de la vida eterna respecto a los justos y a los pecadores. Esta mejor comprensión es gracias a la luz de la revelación aportada por Jesucristo. La gehena, infierno o tártaro indican el estado del castigo eterno para los pecadores no conversos (cfr. Mt 5,22.29; 13,42.50; 25,41; Mc 9,43-48) y para los demonios (cfr. 2P 2,4) que rechazan la verdad sobre Dios. La causa de la condenación eterna es el pecado mortal para el hombre y el rechazo de la verdad de Dios para el demonio. El mayor castigo para el condenado es la privación de la visión de Dios, pero sin excluirse el castigo que sufre el alma y el cuerpo en el ser humano.

Entre los argumentos de razón tenemos la existencia de la vida eterna después de la muerte corporal, la dimensión escatológica de la vida cristiana, la armonía entre la Misericordia y la Justicia de Dios respecto a los seres personales, el Conocimiento de Dios y la libertad del hombre, el mal uso de la libertad por parte del hombre y de los ángeles caídos, el estado de no conversión y la persistencia en el mal a causa de los propios vicios, la negación y oposición a la verdad del mismo Dios.

“Díme cómo es tu infierno y te diré quién es tu Dios” (Boletín salesiano, agosto 1993).

“En toda decisión vocacional a la vida consagrada está presente la dimensión escatológica. Cuando ésta falta, falta la motivación para hacer algo que valga la pena. Sin eternidad es imposible que haya vocaciones a la vida consagrada” (Carlos M. Buela)

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