JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (B)



En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:
—“¿Eres tú el rey de los judíos?”
Jesús le contestó:
—“¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”
Pilato replicó:
—“¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué  has hecho?”
Jesús le contestó:
—“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría  luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”
Pilato le dijo:
—“Con que, ¿tú eres rey?”
Jesús le contestó:
—“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,33-37).

CONTEXTO LITÚRGICO

Dn 7,13-14; Sal 92,1-2.5; Ap 1,5-8

CITAS DEL CEC SUGERIDAS

CEC 440, 446-451, 668-672, 783, 786, 908, 2105, 2628: Cristo, Señor y Rey
CEC 678-679, 1001, 1038-1041: Cristo, el juez
CEC 2816-2821: “Venga tu Reino”

HERMENÉUTICA DE LA FE



Jesús frente a Pilato revela que su Reino es de naturaleza espiritual, diferente a los reinos temporales, precisamente porque en ese momento muchos concebían el Reino de Dios en clave política, “los judíos y hasta los mismos Apóstoles pensaban erróneamente que el Mesías había de reivindicar la libertad del pueblo y restablecer el reino de Israel” (DZ 3678). Estamos ante el reino de los grandes valores que vinculan a la eternidad “reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz” (Prefacio de esta solemnidad). Más aún, Cristo no solamente es testigo de la verdad sino que Él es la Verdad.

Jesús declara abiertamente que su poder es diferente al de los reyes de la tierra, “su reino no es el despliegue de fuerza, de riqueza y de conquista que parece forjar nuestra historia humana. Al contrario, se trata del poder de vencer al maligno, de la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Es el poder de curar las heridas que deforman la imagen del Creador en sus criaturas. El poder de Cristo es un poder que transforma  nuestra  débil naturaleza y nos hace capaces, mediante la gracia del Espíritu Santo, de vivir en paz los unos con los otros y en comunión con Dios” (San Juan Pablo II).

Para entrar en ese Reino de Dios se requiere fe, que sintetiza la escucha y la pertenencia a la verdad, la misma escucha de la verdad es una gracia, “no todos han recibido de la verdad la gracia de obedecer a la verdad” (San Agustín). Jesús mediante el bautismo sacramental “nos ha consagrado en la verdad... No puede, engañarnos; no puede abandonarnos en la niebla de las confusiones, en la espiral de la duda, en el abismo de la angustia; en la ansiedad de la incertidumbre” (San Juan Pablo II).

Hay una íntima relación entre la adhesión a la verdad y la auténtica libertad, “Cristo manifiesta, ante todo, que el reconocimiento honesto y abierto de la verdad es condición para la auténtica libertad… Así los verdaderos adoradores de Dios deben adorarlo «en espíritu y en verdad» (JN 4,23). En virtud de esta adoración llegan a ser libres. Su relación con la verdad y la adoración de Dios se manifiesta en Jesucristo como la raíz más profunda de la libertad” (VS 87).

Los hombres de todos los tiempos cuando se acercan con fe al momento cumbre de Jesucristo en su Pascua, experimentan la atracción que produce la Verdad, la atracción del Rey que “no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad” (CEC 557).

El Reino de Dios se extiende en la historia a través de la evangelización que realiza la Iglesia, “Cristo es rey en cuanto revelador de la verdad que trajo del cielo a la tierra (cf. Jn 18,37) y que confió a los Apóstoles y a la Iglesia para que la difundieran por el mundo a lo largo de toda la historia. Vivir en la verdad recibida de Cristo y trabajar por difundirla en el mundo es, pues, compromiso y tarea de todos los miembros de la Iglesia, y también de los laicos” (San Juan Pablo II).

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