PRIMER DOMINGO CUARESMA (B)




En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: —Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia (Mc 1,12-15).

CONTEXTO LITÚRGICO DEL EVANGELIO
Gn 9,8-15; Sal 24,4-7; 1Pe 3,18-22

Hago un pacto con vosotros: El diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que devaste la tierra” (Gn 9,11)

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor” (Sal 24,6-7)

Noé, mientras se construía el arca, en la que unos pocos -ocho personas- se salvaron cruzando las aguas. Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva” (1Pe 3,20-21)

CITAS SUGERIDAS DEL CEC

CEC 394, 538-540, 2119: la tentación de Jesús
CEC 2846-2949: “No nos dejes caer en la tentación”
CEC 56-58, 71: la Alianza con Noé
CEC 845, 1094, 1219: el Arca de Noé prefigura la Iglesia y el Bautismo
CEC 1116, 1129, 1222: Alianza y sacramentos (especialmente el Bautismo)
CEC 1257, 1811: Dios nos salva por medio del Bautismo

HERMENÉUTICA DE LA FE

Jesús es conducido al desierto por el Espíritu. Allí es tentado para enseñarnos a vencer nuestras tentaciones, también porque el diablo tienta a quien “ve en grande elevación” (san Juan Crisóstomo), y porque el desierto en cuanto lugar solitario es preferido por el diablo para tentar al que vive en esa situación. En cuanto a la misión de los ángeles “es de notar que los ángeles servidores asisten a los que han vencido la tentación” (san Juan Crisóstomo); también cuando “toleramos las bárbaras costumbres de los hombres sin manchar nuestra alma, merecemos el ministerio de los ángeles” (san Beda).

El comienzo de la predicación del Señor es un llamado a la conversión y a creer en la Buena Nueva, en el Evangelio. El objeto de la misión de Jesús es proclamar e instaurar el Reino de Dios. El Señor habla de una fe efectiva, acompañada de buenas obras “porque no lleva a la fe el mérito de las buenas obras, sino que empieza la fe para que sigan las buenas obras” (san Jerónimo). 



La conversión y la fe son la puerta de acceso al Reino de Dios, que se identifica con la Persona de Jesucristo, esta identificación la llama Orígenes “autobasileia”. La Iglesia está íntimamente relacionada con Jesucristo como su Esposo, y con el Reino de Dios en cuanto Ella es germen, comienzo e instrumento de ese Reino.

Conversión a la Verdad que es Jesucristo; conversión a la santidad que es la conversión segunda, el vivir en Cristo como un proceso ininterrumpido desde el bautismo; conversión a la reconciliación. Conversión a Jesús porque “Cristo sigue llevando a cabo su plan de salvación entre los hombres y las mujeres de toda generación” (san Juan Pablo II). Conversión a la reconciliación porque “constituye la condición necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el entendimiento fraterno con los demás y, por consiguiente, la paz en la familia, en la sociedad y en el mundo” (san Juan Pablo II).

Metanoia significa cambiar de vida y de modo de ser. Convertirse es creer en el amor misericordioso de Dios y hacer su voluntad. Indudablemente hay una íntima relación entre conversión y arrepentimiento, que se manifiesta externamente en el hacer penitencia. ¡Cuánto hace falta que escuchemos el llamado a la conversión, especialmente en nuestra época huérfana de valores! “En las pruebas de la vida y en todas las tentaciones, el secreto de la victoria radica en escuchar la Palabra de verdad y rechazar con decisión la mentira y el mal” (Benedicto XVI).

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