VIGESIMO QUINTO DOMINGO T O (A)



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde se hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguardado el peso del día y el bochorno”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (Mt 20,1-16)

COMENTARIO
Esta parábola tiene el objetivo de animar la vida de fe de los que se convertían en sus últimos años y que podían pensar que su recompensa sería menor que los demás. El Señor nos llama a todos los fieles de la Iglesia, sin distinción alguna, a ir a evangelizar. Llama a los sacerdotes, religiosos y laicos, cada uno según su vocación, sus carismas y funciones a empeñarnos por transformar el mundo según los planes de Dios.


Invita a los laicos, en virtud de su configuración con Cristo y de su ser parte del pueblo de Dios, para que generosamente y con prontitud de corazón se asocien a la misión salvadora de la Iglesia. El laico en su dimensión secular está llamado a ordenar todo lo temporal según Dios. Para esto necesita una sólida y dinámica formación que lo conduzca a comunicar el evangelio tanto en sus familias, en el trabajo y en la sociedad en general.

La tarea evangelizadora para que sea eficaz requiere que se planifique y organice bien tanto el proceso evangelizador como la catequesis, mediante instrumentos adecuados y subsidios que refuercen la enseñanza oral, con el fin de enseñar toda la verdad revelada y atraer hacia el amor de Jesucristo.

El denario consiste en la vida eterna que a todos será dada misericordiosamente por Dios. Pero en la vida eterna existen muchas moradas, donde resplandecerán los méritos de los santos de modo desigual, cada santo gozará de una gloria proporcional a sus méritos.
El que muchos sean los llamados y pocos los escogidos indica que no todos responden según la voluntad de Dios, convirtiendo sus costumbres e identificándose con Jesucristo. Realmente la mayor parte de personas no pretenden lo bueno ni lo mejor, sino que esto es propio de pocos, de los escogidos. Muchos siguen al Señor solamente con sus labios pero con sus costumbres huyen del Señor. En cuanto a que los últimos serán los primeros: nadie puede presumir de la salvación porque no sabe si será elegido para el Reino, que depende de la misericordia de Dios; tampoco podemos desconfiar de la salvación del prójimo, aunque esté envuelto en el vicio, porque al final solamente Dios conoce los tesoros de su misericordia.

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