VIGESIMO SEPTIMO DOMINGO (B)
MONICIÓN AMBIENTAL
El
Señor nos presenta el proyecto original de Dios sobre el matrimonio y la
familia: se trata de una alianza única e indisoluble. También presenta la
complementariedad del hombre y la mujer en la alianza conyugal, revelándonos
cómo la diversidad debe orientarse a la unidad.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que en la superabundancia de tu amor sobrepasas los
méritos y aún los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu
misericordia para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos
concedas aún aquello que no nos atrevemos a pedir.
Por
nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. En el libro del Génesis
se nos relata el momento de la creación de la mujer, igual en dignidad, como
complemente adecuado para el hombre.
Lectura del libro del Génesis 2,18-24
En
aquel día, dijo el Señor Dios: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a
hacerle a alguien como él, para que lo ayude. Entonces el Señor Dios formó de
la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y los llevó
ante Adán para que les pusiera nombre y así todo ser viviente tuviera el nombre
puesto por Adán.
Así,
pues, Adán les puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del
cielo y a las bestias del campo, pero no hubo ningún ser semejante a Adán para
ayudarlo.
Entonces
el Señor Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, y mientras dormía, le
sacó una costilla y cerró la carne sobre el lugar vacío. Y de la costilla que
le había sacado al hombre, Dios formó una mujer. Se la llevó al hombre y éste
exclamó: Ésta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada
mujer, porque ha sido formada del hombre.
Por
eso el hombre abandonará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán
los dos una sola cosa.
Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 127
M.
El salmista exalta el temor del Señor y
el cumplir su voluntad, viendo en ello múltiples gracias del Señor. Digamos:
Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso
el que teme al Señor y sigue sus caminos; comerá del fruto de su trabajo, será
dichoso, le irá bien.
Su
mujer, como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de
olivo, alrededor de su mesa.
Ésta
es la bendición del hombre que teme al Señor; Que el Señor te bendiga desde
Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
SEGUNDA LECTURA
M.
San Pablo en la carta a los Hebreos subraya que la muerte de Jesucristo es
fuente de bien para todos los seres humanos, asimismo lo presenta por su
condición humana solidario y hermano de los hombres.
Lectura de la carta a los Hebreos 2,8-11
Hermanos:
Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre;
pero si vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a
Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así,
por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos.
En
efecto, el creador y Señor de todas las cosas quiere que todos sus hijos tengan
parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección,
mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.
El
santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se
avergüenza de llamar hermanos a los hombres.
Palabra
de Dios.
M. San Marcos relata la
pregunta capciosa hecha a Jesús sobre la licitud del divorcio. Jesucristo
afirma la unidad e indisolubilidad del matrimonio. Después nos recuerda que los
que son como niños son los que entran al Reino de los Cielos.
Aleluya, aleluya
Si
nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha
llegado en nosotros a su plenitud. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10,2-16
En
aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo
a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?
Él
les respondió: ¿Qué les prescribió Moisés? Ellos contestaron: Moisés nos
permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa.
Jesús les dijo: Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de
ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer.
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán
los dos una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso,
lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.
Ya
en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les
dijo: Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio
contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro,
comete adulterio.
Después
de esto, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los
discípulos trataban de impedirlo. Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo:
Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de
Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de
Dios como un niño, no entrará en él. Después tomó en brazos a los niños y los
bendijo imponiéndoles las manos.
Palabra
del Señor.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Jesús, nuestro Salvador, nos ha
llamado hermanos y quiere que juntos llamemos a Dios Abba, Padre. Por eso
oremos juntos, diciendo: Padre escúchanos.
Por
la Iglesia: que viviendo en la unidad sea fiel al amor de Cristo. Oremos.
Por
el Papa Francisco: que experimente la protección de Dios y sea testigo del
Evangelio. Oremos.
Por
todos los pueblos del tercer milenio: que se respete la dignidad de la persona,
se garanticen los derechos de las familias y se defienda la vida desde su concepción.
Oremos.
Por
las familias heridas: para que Dios les otorgue la gracia de dar y crecer en el
amor. Oremos.
Por
nosotros y por todos los cristianos: que al celebrar la Eucaristía se avive
nuestro deseo de participar en las bodas eternas de Jesucristo. Oremos.
Señor, que has dado fuerza sacramental
al matrimonio, escucha nuestras oraciones y permítenos vivir con fidelidad la
alianza que Cristo selló con la humanidad.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, el sacrificio que tú mismo nos mandaste ofrecer, y, por estos sagrados
misterios, que celebramos en cumplimiento de nuestro servicio, dígnate llevar a
cabo en nosotros la santificación que proviene de tu redención.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN
Bueno
es el Señor con los que en él confían, con aquellos que lo buscan.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
omnipotente, saciados con este alimento y bebida celestiales, concédenos ser
transformados en aquel a quien hemos recibido en este sacramento.
Por
Jesucristo nuestro Señor.
“Dios es amor y vive en sí mismo un
misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen... Dios inscribe
en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consiguientemente la
capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión” (FC 11).
“Hay que educarse para el amor. No es otra cosa la
familia que amar y amar es darse, amar es entregarse al bienestar de todos, es
trabajar por la felicidad común” (Monseñor Romero).
COMENTARIO
La cuestión
del divorcio tolerada en Israel por la dureza del corazón de los judíos es
planteada por los fariseos a Jesús, quien responde desde el proyecto originario
de Dios sobre el matrimonio, afirmando su unidad e indisolubilidad.
“Jesucristo… ha confirmado y renovado el sacramento primordial del
matrimonio y de la familia,… para que, llegando a ser «una sola carne»
(cf. Mc 10,6-8), trasmitieran la
vida a nuevos seres humanos… Cristo, testigo del Padre y de su amor, construye
la familia humana sobre un matrimonio indisoluble” (San Juan Pablo II).
Esta profunda
unidad interpersonal se da gracias a la corporeidad que “indica, desde el
principio, no sólo el "cuerpo", sino también la comunión
"encarnada" de las personas —communio personarum— y exige esta
comunión desde el principio. La masculinidad y la feminidad expresan el
doble aspecto de la constitución somática del hombre,… e indican, además,… la
nueva conciencia del sentido del propio cuerpo: sentido, que se puede decir
consiste en un enriquecimiento recíproco” (San Juan Pablo II).
Este proyecto
divino del don de sí y de la comunión de personas se vio alterado por el
pecado, manifestado a través de la concupiscencia que atenta contra el amor
verdadero y la comunión interpersonal. “Cristo se refiere al "principio",
a la dimensión originaria del misterio de la creación, en cuanto que esta
dimensión ya había sido rota por el mysterium iniquitatis, esto es, por
el pecado y, juntamente con él, también por la muerte: mysterium mortis.
El pecado y la muerte entraron en la historia del hombre, en cierto modo, a
través del corazón mismo de esa unidad” (San Juan Pablo II). El divorcio
conduce a conflictos y confusiones especialmente en los hijos, les crea una
idea deformada del matrimonio. Esta herida y otras se superan viviendo el
proyecto divino de unidad indisoluble mediante la redención obrada por Jesús y
mediante la respuesta a la vocación divina de vivir según el Espíritu, la vida
resucitada.
“Jesús alude
a la resurrección, descubriendo así una dimensión completamente nueva del
misterio del hombre” (San Juan Pablo II). He aquí la importancia de la vida
sacramental para poder vivir según el Espíritu de Dios, para sanar al hombre
herido y para hacer posible la vocación y misión del matrimonio. “Cristo…confirma
el matrimonio como sacramento instituido por el Creador «al principio»…,
con esto mismo abre el matrimonio a la acción salvífica de Dios, a las
fuerzas que brotan «de la redención del cuerpo» y que ayudan a superar las
consecuencias del pecado y a construir la unidad del hombre y de la mujer según
el designio eterno del Creador” (San Juan Pablo II).
Una verdadera
comunión de personas ha de cuidar también del niño, imagen de Dios,
especialmente del no nacido y de los más débiles y necesitados. “En la
familia, comunidad de personas, debe reservarse una atención especialísima al
niño, desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un
gran respeto y un generoso servicio a sus derechos” (FC 26). Las cualidades propias del niño son el gran
modelo para que el creyente alcance el Reino de los cielos, tanto en su
conciencia como en su disposición para obedecer en la fe. Se trata de “condiciones
morales y espirituales, que son esenciales para entrar en el Reino de Dios y
para vivir la lógica del total abandono en el Señor” (CL 47).
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