DECIMO PRIMER DOMINGO (B)
MONICIÓN
AMBIENTAL
La liturgia de la Palabra
de este domingo describe el actuar misterioso y eficaz de Dios a lo largo de la
historia. La Iglesia por medio de la evangelización acrecienta el Reino de los
Cielos, que es un don divino íntimamente unido a la tarea evangelizadora del
bautizado.
ORACIÓN
COLECTA
Oh Dios, fuerza de los que
en ti esperan, escucha nuestras súplicas, y pues el hombre es frágil y sin ti
nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y
agradarte con nuestras acciones y deseos.
Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
M. El
profeta Ezequiel relata la acción del Señor que planta y comunica fecundidad a
una humilde rama de cedro, donde, gracias a la acción divina podrán anidar las
aves del cielo.
Lectura de la profecía de Ezequiel 17, 22-24
Así
dice el Señor Dios: —«Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus
ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte
elevado; la plantaré en la montaña más alta de Israel, para que eche brotes y
dé fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán
al abrigo de sus ramas. Y todos los arboles silvestres sabrán que yo soy
el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los arboles humildes,
que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos. Yo, el
Señor, lo he dicho y lo haré.»
Palabra
de Dios.
Salmo responsorial Sal 91, 2-3. 13-14. 15-16 (R/.: cf.
2a)
M. El
salmista reconoce la bondad de la acción de gracias al Señor, del mismo modo
que lo hace litúrgicamente el cuerpo místico de Cristo, digamos: R/. Es bueno darte
gracias, Señor.
Es
bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por
la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad R/. Es bueno darte gracias, Señor.
El
justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano; plantado en
la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/. Es bueno darte
gracias, Señor.
En la
vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el
Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad. R/. Es bueno darte gracias, Señor.
SEGUNDA
LECTURA
M. San Pablo exhorta a los Corintios a agradar
siempre al Señor, teniendo frente a nosotros el encuentro definitivo con
Jesucristo.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 6-10
Hermanos:
Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que,
mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor.
Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Y es tal nuestra confianza, que
preferimos desterrarnos del cuerpo y vivir junto al Señor. Por lo cual, en
destierro o en patria, nos esforzamos en agradarle. Porque todos tendremos que
comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que
hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo.
Palabra de Dios.
M. San Marcos nos presenta dos parábolas sobre el
Reino de los Cielos: la simiente echada en tierra y el grano de mostaza. Dios
es el que siembra y da crecimiento.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya. La semilla es la palabra de Dios,
el sembrador es Cristo; quien lo encuentra vive para siempre.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: —«El
reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme
de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él
sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos,
luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la
hoz, porque ha llegado la siega.» Dijo también: —«¿Con qué podemos comparar el
reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en
la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que
las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse
y anidar en ellas.» Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra,
acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus
discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra
del Señor.
ORACION
DE LOS FIELES
Al Señor, que es bueno en todas sus
acciones, oremos con confianza diciendo: Escúchanos, Señor.
Por el Pueblo de Dios: para que crezca
en medio de nuestra sociedad. Oremos. Escúchanos, Señor.
Por los que anuncian el Evangelio:
para que sean testigos de la predicación y misericordiosos en sus actitudes. Oremos.
Escúchanos, Señor.
Por todos los cristianos: para que
seamos uno en el amor como Dios Uno y Trino. Oremos. Escúchanos, Señor.
Por los que viven sin fe, por los que
están desesperados, por los que están tristes: para que experimenten la bondad
de Dios. Oremos. Escúchanos, Señor.
Por los difuntos que durante su vida
esperaban ver a Dios: para que no queden defraudados y lo contemplen en el
cielo. Oremos. Escúchanos, Señor.
Por los que nos alimentamos con el
Cuerpo y la Sangre de Cristo: para que su presencia nos transforme en imagen de
su ser. Oremos. Escúchanos, Señor.
Escucha Señor las oraciones que tus
hijos te dirigen confiadamente, y haz
que un día gocemos de los bienes de tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Tú nos has dado, Señor,
por medio de estos dones que te presentamos, el alimento del cuerpo y el
sacramento que renueva nuestro espíritu; concédenos con bondad que siempre
gocemos del auxilio de estos dones.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN Sal
26,4
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré: habitar en la casa del
Señor por los días de mi vida.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que esta comunión en tus
misterios, Señor, expresión de nuestra unión contigo, realice la unidad de tu
Iglesia.
Por Jesucristo nuestro
Señor.
CATECISMO
DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC
543-546: el anuncio del Reino de Dios
CEC
2653-2654, 2660, 2716: escuchar la Palabra acrecienta el Reino de Dios
543 Todos los hombres
están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de
Israel (cf. Mt 10,5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a
los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8,11 MT 28,19).
Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que
escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino;
después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG
5).
544 El Reino
pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen
con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a
los pobres" (LC 4,18 cf. LC 7,22). Los declara
bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (MT
5,3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado
revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11,25).
Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el
hambre (cf. Mc 2,23-26 MT 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7 JN 19,28)
y la privación (cf. Lc 9,58). Aún más: se identifica con los pobres de
todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su
Reino (cf. Mt 25,31-46).
545 Jesús invita a
los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a
justos sino a pecadores" (MC 2,17 cf. 1TM 1,15). Les invita
a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra
de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos
(cf. Lc 15,11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta" (LC 15,7). La prueba suprema de este amor
será el sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (MT
26,28).
546 Jesús llama a entrar en el Reino a
través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4,33-34).
Por medio de ellas invita al banquete del Reino (cf. Mt 22,1-14), pero
exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo
todo (cf. Mt 13,44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt
21,28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la
palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13,3-9)? ¿Qué
hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25,14-30)? Jesús y la presencia
del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es
preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para
"conocer los Misterios del Reino de los cielos" (MT 13,11).
Para los que están "fuera" (MC 4,11), la enseñanza de las
parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13,10-15).
HERMENÉUTICA
DE LA FE
El
Reino de Dios se manifiesta sobre todo en la persona de Jesucristo, en su
Palabra y en sus obras. Tanto la parábola de la semilla sembrada en la tierra
como del grano de mostaza nos hablan de vida y de crecimiento, quizás lento,
pero constante. La palabra de Dios es la semilla depositada en los corazones de
los que creen (la tierra buena), acogiendo el Reino de Dios, “la semilla va
germinando poco a poco por su vigor interno, y va creciendo hasta el tiempo de
la siega” (LG 5).
El
Reino de Dios nos es dado por Jesucristo como don y como tarea: “Todo
cristiano está llamado a contribuir con su vida y con su trabajo al
crecimiento del reino de Dios sobre la tierra” (San Juan Pablo II). El
Reino de Dios como don requiere que se tenga la convicción de que la Palabra de
Dios tiene su propia dinámica de crecimiento, una fuerza interior porque “la
presencia de Dios permea el corazón humano y la totalidad de la realidad
creada” (San Juan Pablo II).
Detrás
de la actividad espontánea de la tierra que favorece el crecimiento y la vida,
Dios ha dado a cada criatura una potencia vivificante. El Reino de Dios “tiene
una fuerza íntima y secreta, que le permite crecer y llegar a madurar sin que
el hombre lo sepa” (SaC 47). Dios es el que siembra, el que cosecha, y el que
misteriosamente realiza el crecimiento. Por esto el Reino de Dios es la acción
divino-humana donde mejor se unen el don divino y la tarea humana en el que
responde mediante la fe.
Toda
vocación divina, especialmente la vocación sacerdotal como tarea específica del
Reino de Dios “para que crezca, debe ser cultivada. El hombre debe sembrar, y
también velar para que se desarrolle la semilla: Es preciso impedir que las
fuerzas contrarias, personas malignas o calamidades naturales, destruyan las
plantitas que están creciendo” (San Juan Pablo II).
El
Reino de Dios crece a lo largo de la historia tanto por la siembra inicial de
la evangelización como por el obrar misterioso del Señor “que la Iglesia sigue
cultivando a lo largo de los siglos. En la acción de Dios en relación con el
Reino también está presente la «hoz» del sacrificio: el desarrollo del Reino no
se realiza sin sufrimiento” (San Juan Pablo II), como lo atestiguan numerosos
hombres de fe, santos y mártires, ininterrumpidamente. Jesucristo “nos hace
capaces de fructificar por la benevolencia de su palabra con las armas de la
justicia en la diestra, que significa el día, y en la izquierda, que significa
la noche de las persecuciones: así es como germina y no se seca la semilla”
(San Juan Crisóstomo).
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