SEXTO DOMINGO PASCUA (C)
MONICIÓN
AMBIENTAL
Hoy, Jesús nos hace
ver que su paz es la salvación, el perdón y la gracia. Para acoger
responsablemente este don suyo es imprescindible amarlo con fidelidad a través
de su Palabra, del cumplimiento de sus mandamientos y enseñanzas, optando
firmemente por el bien de nuestros hermanos. Alcanzamos la unidad perfecta con
la santísima Trinidad gracias al envío del Espíritu Santo, que con su gracia
santificante nos va conduciendo a la plena comunión con Dios.
ORACION COLECTA
Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con
fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, y que los misterios
que estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras
obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. El libro de los
Hechos de los Apóstoles relata la primera intervención colegial de los
Apóstoles: la circuncisión era innecesaria para alcanzar la salvación.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29
En aquellos días,
unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se
circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto
provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió
que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los
apóstoles y presbíteros sobre la controversia. Los apóstoles y los presbíteros
con toda la iglesia acordaron entonces elegir alguno de ellos y mandarlos a
Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los
hermanos, y les entregaron esta carta:
“Los apóstoles y los
presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia
convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de
que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus
palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con
nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de
nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os
referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de
carne sacrificada a los ídolos, de
sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros
de todo esto. Salud.”
Palabra de Dios
SALMO
RESPONSORIAL Sal 66,2-3.5.6 y 8 (R.: 4)
M. El salmista
invita a que todos los pueblos de la tierra alaben al Señor por el don de su
salvación, por su justicia y rectitud. Digamos también nosotros:
R/. Oh Dios, que te alaben los
pueblos, que todos los pueblos te alaben.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus
caminos, todos los pueblos tu salvación.
R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de
alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con
rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te
alaben.
Oh Dios, que te
alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que
le teman hasta los confines del orbe. R/.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
SEGUNDA
LECTURA
M. San Juan nos
habla de la Jerusalén gloriosa que baja del cielo, cuyo santuario es Dios mismo
y su lámpara Cristo-Cordero.
Lectura
del libro del Apocalipsis 21,10-14.22-23
El ángel me transportó en éxtasis a un monte
altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada
por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una
muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce
nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.
A oriente tres puertas, al norte tres puertas,
al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce
basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del
cordero.
Santuario no vi ninguno, porque es su santuario
el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que
la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.
Palabra
de Dios
M. San Juan recoge
el relato del Señor que nos invita a amarlo con fidelidad, guardando su Palabra
y cumpliendo su voluntad. Nos promete la inhabitación de la santísima Trinidad
y la fuerza divina del Espíritu Santo.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya Jn 14,23
El que me ama guardará mi palabra ‒dice el Señor‒, y mi Padre lo amará, y
vendremos a él.
EVANGELIO
+Lectura del santo
evangelio según san Juan 14,23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
‒“El
que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos
morada en él.
El que no me ama no guardará mi
palabra. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, si no del Padre que me
envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy
a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el padre en mi
nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he
dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el
mundo. Que no
tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo
a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el
Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando
suceda, sigáis creyendo.”
Palabra
del Señor.
CITAS
DEL CEC SUGERIDAS
CEC
2746-2751: la oración de Cristo en la Última Cena
CEC
243, 388, 692, 729, 1433, 1848: el Espíritu Santo, abogado/consolador
CEC
1965-1974: la nueva Ley perfecciona la Ley antigua
CEC 865, 869, 1045, 1090, 1198, 2016:
la Jerusalén celeste
“La oración de la hora de Jesús”
2746 Cuando ha llegado su hora, Jesús ora
al Padre (cf JN 17). Su oración, la más larga transmitida por el
Evangelio, abarca toda la Economía de la creación y de la salvación, así como
su Muerte y su Resurrección. Al igual que la Pascua de Jesús, sucedida
"una vez por todas", permanece siempre actual, de la misma manera la
oración de la "hora de Jesús" sigue presente en la Liturgia de la
Iglesia.
2747 La tradición cristiana acertadamente
la denomina la oración "sacerdotal" de Jesús. Es la oración de
nuestro Sumo Sacerdote, inseparable de su sacrificio, de su "paso"
[pascua] hacia el Padre donde él es "consagrado" enteramente al Padre
(cf JN 17,11 JN 17,13 JN 17,19).
2748 En esta oración pascual,
sacrificial, todo está "recapitulado" en El (cf EP 1,10): Dios
y el mundo, el Verbo y la carne, la vida eterna y el tiempo, el amor que se
entrega y el pecado que lo traiciona, los discípulos presentes y los que
creerán en El por su palabra, la humillación y la Gloria. Es la oración de la
unidad.
2749 Jesús ha cumplido toda la obra del
Padre, y su oración, al igual que su sacrificio, se extiende hasta la
consumación de los siglos. La oración de la "hora de Jesús" llena los
últimos tiempos y los lleva hacia su consumación. Jesús, el Hijo a quien el
Padre ha dado todo, se entrega enteramente al Padre y, al mismo tiempo, se
expresa con una libertad soberana (cf JN 17,11 JN 17,13 JN 17,19 JN 17,24)
debido al poder que el Padre le ha dado sobre toda carne. El Hijo que se ha
hecho Siervo, es el Señor, el Pantocrator. Nuestro Sumo Sacerdote que ruega por
nosotros es también el que ora en nosotros y el Dios que nos escucha.
2750 Si en el Santo Nombre de Jesús, nos
ponemos a orar, podemos recibir en toda su hondura la oración que él nos
enseña: "Padre Nuestro". La oración sacerdotal de Jesús inspira,
desde dentro, las grandes peticiones del Padrenuestro: la preocupación por el
Nombre del Padre (cf JN 17,6 JN 17,11 JN 17,12 JN 17,26), el deseo de su
Reino (la Gloria; cf JN 17,1 JN 17,5 JN 17,10 JN 17,24 JN 17,23-26), el
cumplimiento de la voluntad del Padre, de su Designio de salvación (cf JN
17,2 JN 17,4 JN 17,6 JN 17,9 JN 17,11 JN 17,12 JN 17,24) y la liberación
del mal (cf JN 17,15).
2751 Por último, en esta oración Jesús
nos revela y nos da el "conocimiento" indisociable del Padre y del
Hijo (cf JN 17,3 JN 17,6-10 JN 17,25) que es el misterio mismo de la
vida de oración.
HERMENÉUTICA DE LA FE
Jesucristo resucitado se manifiesta a sus discípulos y no a los
demás por la unión en el vínculo del amor, “el Señor le explica la causa
por qué se ha de manifestar a ellos y no a los extraños, a saber: porque lo
aman, y aquéllos no… El amor aparta del mundo a los santos” (San Agustín). La prueba de ese auténtico amor está en el
cumplimiento de la voluntad divina, tanto respecto a Dios como respecto a los
hombres. Dios inhabita en el discípulo que ama porque “de
tal manera está penetrado del amor divino, que ni aun en el tiempo de la
tentación lo echa en olvido. Verdaderamente ama a Dios aquel que no se deja
dominar un momento en su alma por los malos deleites. Tanto más se aleja uno
del amor supremo cuanto más se acerca a las cosas inferiores” (San Gregorio).
El Espíritu Santo es quien hace presente a Cristo mediante el
recuerdo interior y la actualización sacramental de su amor, “recordar… "volver
a llevar al corazón" en la memoria y en el afecto, pero es también
celebrar una presencia” (San Juan Pablo II).
El Paráclito “nos hace Iglesia, comunión y comunidad incesantemente convocada,
renovada y relanzada hacia el cumplimiento del reino de Dios” (Benedicto XVI). Mediante la participación en
“el don de la gracia que viene del Espíritu el hombre entra en « una nueva
vida », es introducido en la realidad sobrenatural de la misma vida divina
y llega a ser «santuario del Espíritu Santo», « templo vivo de Dios »… En la
comunión de gracia con la Trinidad se dilata el «área vital» del hombre,
elevada a nivel sobrenatural por la vida divina”
(DV 58).
Esta participación en la vida trinitaria nos hace experimentar
el don mesiánico de la paz, “la paz que Jesús trae es el don de la
salvación que él había prometido durante sus discursos de despedida” (Benedicto XVI); la paz de Cristo supera al simple saludo y la
paz política, “es un don, el don que el Resucitado quiere hacer a sus
amigos, y al mismo tiempo es una consigna: esta paz, adquirida por Cristo con
su sangre, es para ellos pero también para todos nosotros, y los discípulos
deberán llevarla a todo el mundo”
(Benedicto XVI).
La comunión de amor con Jesucristo nos sitúa en su misma gloria
pascual: “La paz de Cristo reconcilia las almas, purifica los corazones y
convierte las mentes… el bien de la salvación —que es paz, gracia y perdón—
brota, como de un manantial inagotable, de esa inhabitación de Dios en nosotros
por el amor… La paz, por consiguiente, es don de la Santísima Trinidad.
Y para que Dios nos la otorgue, para gozar de su vida y de su paz, nos exige
amarlo, guardar su palabra, que seamos fieles a sus mandamientos y enseñanzas” (San Juan Pablo II).
Jesucristo vuelve al Padre y retorna a la humanidad con la
fuerza de la novedad redentora, “en nuestra muerte el
partir es algo definitivo; no hay retorno. Jesús, en cambio, dice de su muerte:
«Me voy y vuelvo a vuestro lado». Precisamente al irse, regresa. Su marcha
inaugura un modo totalmente nuevo y más grande de su presencia. Con su muerte
entra en el amor del Padre. Su muerte es un acto de amor. Ahora bien, el amor
es inmortal. Por este motivo su partida se transforma en un retorno, en una
forma de presencia que llega hasta lo más profundo y no acaba nunca… Su partida
se convierte en un venir en el modo universal de la presencia del Resucitado
ayer, hoy y siempre” (Benedicto XVI).
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