DECIMO CUARTO DOMINGO T. O. (B)
1 Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo,
seguido de sus discípulos. 2 Cuando
llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo
escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría
es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus
manos? 3 ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María,
hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven
aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. 4 Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado
solamente en su pueblo, en su familia y en su casa». 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de
curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. 6 Y él se asombraba de su falta de fe (Mc 6,1-6).
CONTEXTO LITÚRGICO DEL
EVANGELIO
Ez 2,2-5; Sal 122,1-2.3-4
(R/.: 2cd); 2Co 12,7b-10
“Hijo de Adán, yo te
envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí” (Ez
2,3)
“Misericordia, Señor,
misericordia, que estamos saciados de desprecios” (Sal 122,3)
“Te basta mi gracia; la
fuerza se realiza en la debilidad” (2Co 12,9)
CITAS DEL CEC SUGERIDAS
CEC
2581-2584: los profetas y la conversión del corazón
CEC
436: Cristo, el profeta
CEC
162: la perseverancia en la fe
CEC 268, 273, 1508: el poder se hace perfecto en la debilidad
HERMENÉUTICA DE LA FE
En el mundo pagano el trabajo físico,
manual, era considerado como algo indigno de un hombre libre. Jesús, en cambio,
asumió el trabajo manual, dándole una nueva dignidad. Desde ese momento todo
hombre se puede asociar a la obra redentora de Jesús por medio de su trabajo.
El rechazo de los nazarenos es signo
del rechazo de la mayor parte de judíos “¡cuánta no sería la ceguedad de los
nazarenos, que menosprecian, por sólo la noticia de su nacimiento, al que
debían reconocer por Cristo en sus palabras y hechos!... Despreciaban, pues, al
Señor hasta el punto de llamarle carpintero e hijo del carpintero” (San Beda).
El no ser profeta en la propia tierra se debe a “la envidia entre los
compatriotas, no considerando los hechos de un hombre, y recordando la
fragilidad de su infancia” (San Beda)
A Jesús “le creían carpintero, por ser
hijo de carpintero” (San Agustín). Sin embargo, este abajamiento del Señor lo
que pretende es dignificar el trabajo, todo trabajo, incluso el más humilde.
Siendo el carpintero de Nazareth Jesús predica su primer evangelio. “Sí, es
cierto, Jesucristo, el Hijo Unigénito del Padre eterno que ha revelado la
sabiduría divina a través de sus propias palabras, que ha revelado la potencia
de Dios por medio de sus obras, ¡era el carpintero, nacido de María!”
(San Juan Pablo II).
Estamos ante la Sabiduría del Hijo de
Dios, que vista solamente con ojos humanos puede ser considerada como necedad,
locura y envidia. Sin embargo, esta Sabiduría del Señor de su vida oculta es
parte de la Redención que “en la cruz y en la resurrección de Jesús se revela,
pues, en todo su esplendor, el designio misericordioso de Dios, que ama y
perdona al hombre hasta el punto de convertirlo en criatura nueva” (San Juan
Pablo II).
Los Evangelios ponen en evidencia que
“la vida terrena de Cristo estuvo marcada desde el comienzo con el
sello de la pobreza” (San Juan Pablo II). Otro rasgo muy hermoso del Hijo
de Dios es que asumió la pobreza como parte de su kénosis voluntaria: nació
pobre, creció pobre, trabajó como carpintero, desarrolló su vida pública pobre
y muere pobre. Este despojo voluntario de todo tenía como fin enriquecernos con
su pobreza, enriquecernos con los infinitos bienes espirituales que se derivan
de su vaciamiento voluntario.
Los hermanos y hermanas del Señor son
“parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo
Testamento (cf. Gn 13,8 Gn 14,16 29 Gn 15 )” (CEC 500). “El libro de los
Hechos subraya el papel destacado que desempeñaba… Santiago” (Benedicto XVI),
uno de los parientes del Señor que fue muy conocido y respetado en la Iglesia
naciente de Jerusalén por sus vínculos de sangre y de fe con Jesús.
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