TERCER DOMINGO ADVIENTO (C)



MONICION AMBIENTAL

La mesa de la Palabra de este tercer domingo de adviento nos invita a la alegría por la cercanía ya inminente de Jesucristo. El Precursor habla de la superioridad de Jesucristo tanto en su bautismo como en su autoridad para juzgar a los hombres. Alegrémonos porque en Cristo tenemos acceso al nacimiento y la fecundidad de la Vida divina, también porque su Espíritu Santo nos transforma interiormente.

ORACION COLECTA:

Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo

Espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo;

Concédenos llegar a la Navidad,

Fiesta de gozo y salvación,

Y poder celebrarla con alegría desbordante.

Por nuestro Señor Jesucristo.



PRIMERA LECTURA

M. La profecía de Sofonías invita al pueblo de Dios a regocijarse y alegrarse porque el Señor será su rey, su guerrero salvador. El Señor se goza y complace en su pueblo.

Lectura de la profecía de Sofonías 3,14-18 a



Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén.

El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás.

Aquel día dirán a Jerusalén: “No temas, Sión, No desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con Júbilo como en día de fiesta.”

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL  Is 12,2-3.4bcd.5-6(R.:6)

M. El salmista grita de júbilo por la presencia de Dios en Israel e invita a todos a darle gracias y anunciarlo a toda la tierra. Respondamos: R/. Gritad jubilosos: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”



El  Señor es mi Dios y Salvador:

confiaré y no temeré,

porque mi fuerza y mi poder es el Señor,

él fue mi salvación.

Y sacaréis aguas con gozo

de las fuentes de la salvación.

R/. Gritad jubilosos: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”



Dad gracias al Señor,

Invocad su nombre,

Contad a los pueblos sus hazañas,

Proclamad que su nombre es excelso.

R/. Gritad jubilosos: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”



Tañed para el Señor, que hizo proezas,

anunciadlas a toda la tierra;

gritad jubilosos, habitantes de Sión:

“Qué grande es en medio de ti

el Santo de Israel.”

R /. Gritad jubilosos: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”



SEGUNDA LECTURA

M. San Pablo en la carta a los Filipenses invita a todos los cristianos a estar siempre alegres, a vivir la mesura, a tener conciencia de la cercanía del Señor.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 4,4-7

Hermanos:

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.

Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.



M. San Lucas recoge el mensaje de Juan el Bautista para vivir la solidaridad y la evangelización. El precursor declara que el bautismo de Jesús es superior al suyo pues será con fuego y con el Espíritu Santo.



ACLAMACIÒN ANTES DEL EVANGELIO.



Aleluya Lc 4,18

El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres.



EVANGELIO

+ Lectura del Santo evangelio según san Lucas 3,10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:

—“¿Entonces, qué hacemos?”

Él contestó:

—“El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

—“Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

—“No exijáis más de lo establecido.”

Unos militares le preguntaron:

—“¿Qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

—“No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

—“Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el grano y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.



Palabra del Señor.



ORACION UNIVERSAL

Confortados por el anuncio de la venida del Señor, oremos, hermanos, mientras esperamos confiadamente nuestra total liberación: Respondiendo todos.  Ven Señor, Jesús

1.   Para que Dios visite a la santa Iglesia con su venida y la gobierne con su asistencia, roguemos al Señor R/. Ven Señor, Jesús.

2.   Para que con la tutela divina nuestros tiempos sean tranquilos y nuestra vida feliz, roguemos al Señor R/. Ven Señor, Jesús.

3.   Para que el Señor con su venida cure los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a los que no la tienen y libre al mundo de todos los males, roguemos al Señor R/. Ven Señor, Jesús.

4.   Para que quienes ahora recordamos con piedad la primera venida del Señor en la carne merézcanos participar también con gozo en su gloriosa aparición al final de los tiempos, roguemos al Señor R/. Ven Señor, Jesús.

Escucha nuestra oración, Señor, Dios todopoderoso, y renuévanos con el fuego de tu Espíritu Santo; haz que, avanzando por las sendas de tus mandatos, anunciemos a todos los hombres la alegre noticia de la venida de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.



ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS.



Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio

como expresión de nuestra propia entrega,

para que así cumplamos el sacramento que tú nos diste

y se lleve a cabo en nosotros

la obra de tu salvación.

Por Jesucristo nuestro Señor.



ANTIFONA DE  COMUNIÓN  Cf Is 35,4

Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis: Mirad a nuestro Dios que viene y nos salvará.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.

Imploramos, Señor, tu misericordia,

para que esta comunión que hemos recibido

nos prepare a las fiestas que se acercan,

purificándonos de todo pecado.

Por Jesucristo nuestro Señor.



CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CEC 30, 163, 301, 736, 1829, 1832, 2015, 2362: el gozo

CEC 523-524, 535: Juan prepara el camino al Mesías

CEC 430-435: Jesús, el Salvador

430 Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión (cf. Lc 1,31). Ya que "¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"(MC 2,7), es él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre "salvará a su pueblo de sus pecados" (MT 1,21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres.



431 En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con librar a Israel de "la casa de servidumbre" (DT 5,6) haciéndole salir de Egipto. El lo salva además de su pecado. Puesto que el pecado es siempre una ofensa hecha a Dios (cf. Ps 51,6), sólo el es quien puede absolverlo (cf. Ps 51,12). Por eso es por lo que Israel tomando cada vez más conciencia de la universalidad del pecado, ya no podrá buscar la salvación más que en la invocación del Nombre de Dios Redentor (cf. Ps 79,9).



432 El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la persona de su Hijo (cf. Ac 5,41 3JN 7) hecho hombre para la redención universal y definitiva de los pecados. El es el Nombre divino, el único que trae la salvación (cf. Jn 3,18 AC 2,21) y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación (cf. Rm 10,6-13) de tal forma que "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (AC 4,12 cf. Ac 9,14 JC 2,7).



433 El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año por el sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había asperjado el propiciatorio del Santo de los Santos con la sangre del sacrificio (cf.  Lv  LV 16,15-16 SI 50,20 HE 9,7). El propiciatorio era el lugar de la presencia de Dios (cf. Ex 25,22 LV 16,2 NB 7,89 HE 9,5). Cuando San Pablo dice de Jesús que "Dios lo exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre" (RM 3,25) significa que en su humanidad "estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2CO 5,19).



434 La Resurrección de Jesús glorifica el nombre de Dios Salvador (cf. Jn 12,28) porque de ahora en adelante, el Nombre de Jesús es el que manifiesta en plenitud el poder soberano del "Nombre que está sobre todo nombre" (PH 2,9). Los espíritus malignos temen su Nombre (cf. Ac 16,16-18 AC 19,13-16) y en su nombre los discípulos de Jesús hacen milagros (cf. Mc 16,17) porque todo lo que piden al Padre en su Nombre, él se lo concede (JN 15,16).



435 El Nombre de Jesús está en el corazón de la plegaria cristiana. Todas las oraciones litúrgicas se acaban con la fórmula "Per Dominum Nostrum Jesum Christum..." ("Por Nuestro Señor Jesucristo..."). El "Avemaría" culmina en "y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". La oración del corazón, en uso en oriente, llamada "oración a Jesús" dice: "Jesucristo, Hijo de Dios, Señor ten piedad de mí, pecador". Numerosos cristianos mueren, como Santa Juana de Arco, teniendo en sus labios una única palabra: "Jesús".

HERMENÉUTICA DE LA FE

Muchos seres humanos acudían a Juan el Bautista para escucharlo y pedirle su consejo. Eran tres clases de personas: “Una a quien la Escritura llama turba, otra a quien llama publicanos, y la tercera la comprendida bajo el nombre de soldados” (Orígenes). En Juan destaca la fuerza de sus virtudes, “grande es el poder de la virtud, cuando los ricos buscan en el pobre el camino de la felicidad” (San Juan Crisóstomo), el Precursor “había llegado a una altura tal por los méritos de sus virtudes, que muchos lo tuvieron por Cristo” (Orígenes). “San Juan Bautista es el hombre que vive en una soledad llena de la presencia de Dios y se convierte en la voz que anuncia la venida del Cordero salvador” (San Juan Pablo II).

El mensaje de la conversión del Bautista se materializaba en su bautismo de penitencia, como preparación para el bautismo con fuego del Mesías, “así como Jesucristo llama agua a la gracia del Espíritu, manifestando por la palabra agua la pureza que produce a la vez que el inmenso consuelo que introduce en nuestras almas… San Juan con la palabra fuego expresa el fervor y la rectitud de la gracia, como también el fin de los pecados” (San Juan Crisóstomo).

El bautismo penitencial nace del hombre, “era el esfuerzo humano por dirigirse a Dios para pedirle el perdón de los pecados y la posibilidad de comenzar una nueva vida. Era sólo un deseo humano, un ir hacia Dios con las propias fuerzas” (Benedicto XVI), en el bautismo sacramental de Jesús “actúa Dios mismo, actúa Jesús mediante el Espíritu Santo. En el bautismo cristiano está presente el fuego del Espíritu Santo. Dios actúa, no sólo nosotros. Dios está presente hoy aquí. Él asume y hace hijos suyos a vuestros niños” (Benedicto XVI). Hay una gran diferencia entre ambos bautismos, “una cosa fue el bautismo de la penitencia y otra el de la gracia” (San Ambrosio). En el orden de la gracia “mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo” (CEC 696).

Jesucristo es el Mesías prometido en la tradición del AT porque “posee la plenitud del Espíritu de Dios” (DV 16), el Bautista nos presenta “su misión mesiánica por el Espíritu Santo” (DV 19) y porque Jesús mismo en su discurso de despedida “se manifiesta como el que « trae » el Espíritu, como el que debe llevarlo y « darlo » a los apóstoles y a la Iglesia a costa de su « partida » a través de la cruz… es el que viene por el Espíritu Santo y lo trae como don propio de su misma persona, para comunicarlo a través de su humanidad” (DV 76).

Jesucristo trajo este fuego sobrenatural a la tierra, el Apocalipsis mismo describe los ojos de Cristo Cordero como llamas de fuego, el mismo acontecimiento de Pentecostés tiene las formas como de lenguas de fuego, finalmente “todo esto sucede en el misterio pascual, cuando Cristo en el sacrificio de la cruz recibe el bautismo con el que Él mismo debía ser bautizado (cf. Mc 10,38) y en el misterio de Pentecostés, cuando Cristo resucitado y glorificado comunica su Espíritu a los Apóstoles y a la Iglesia” (San Juan Pablo II).

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