TERCER DOMINGO T O (B)



MONICIÓN DE ENTRADA
Las lecturas de este domingo nos presentan la llamada divina a la conversión y a creer en la Buena Nueva. El profeta Jonás llama a la conversión a los ninivitas. La conversión es el presupuesto de una verdadera fe. Jesucristo nos invita a creer en Él, a entrar en plena comunión con Él, a seguirlo como hicieron Juan, Santiago, Simón y Andrés.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto.
Él, que vive y reina contigo.

PRIMERA LECTURA
M. El libro del profeta Jonás nos relata la conversión de la gran ciudad de Nínive, cuyos habitantes creyeron a Dios, hicieron ayuno y se vistieron penitencialmente.

Lectura de la profecía de Jonás 3,1-5.10
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: —«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: —«¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!» Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Palabra de Dios

Salmo responsorial    Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9 (R/.: 4a)
M. El salmista suplica a Dios que le enseñe sus caminos, que tenga misericordia de él, como la tiene con los pecadores y los humildes. R/. Señor, enséñame tus caminos.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/. Señor, enséñame tus caminos.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. R/. Señor, enséñame tus caminos.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. 
R/. Señor, enséñame tus caminos.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta a los Corintios nos invita a vivir desprendidos de las cosas temporales, viviendo de cara al final de nuestra vida, seguros que todo lo creado pertenece a los valores segundos o relativos, que el valor primero es el Señor.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 29-31

Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Palabra de Dios.

M. El evangelista Marcos recoge el comienzo de la predicación de Jesucristo: nos llama a la conversión y a creer en el evangelio. También nos relata la vocación de los primeros discípulos del Señor.

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO

Aleluya Mc 1,15

Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.

EVANGELIO 

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: —«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: —«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor.

ORACION DE LOS FIELES
Hermanos, Dios nos da la salvación y nos llama a convertirnos y a creer en Él. Por eso oremos con confianza para que su Reino llegue a nosotros y en nosotros crezca. Digamos: Venga a nosotros tu Reino.
Para que la Iglesia presente el Reino ya cercano, comprometiéndose en la transformación de nuestra sociedad y en la conversión de sus estructuras. Oremos.
Para que la invitación del Señor a seguirlo resuene en el corazón de los jóvenes, y le respondan con generosidad. Oremos.
Para que cuantos van a morir y no conocen a Jesús, se conviertan a Él, y cuantos ya le conocemos nos dejemos transformar por su amor. Oremos.
Para que los que compartimos el Pan y el Vino de la Vida nos dejemos involucrar en la obra salvadora de Jesús. Oremos.
Escucha, Padre, nuestras oraciones, y haz que no desaprovechemos el tiempo presente, para que cuando vengas nos encuentres aguardando tu Reino de justicia y de paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, recibe con bondad nuestros dones y, al consagrarlos con el poder de tu Espíritu, haz que se conviertan para nosotros en dones de salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 8,12
Yo soy la luz del mundo –dice el Señor–. El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso, te pedimos que cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces.
Por Jesucristo nuestro Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 51-64: el diseño de la Revelación de Dios

CEC 1427-1433: la conversión interior y continua

CEC 1886-1889: conversión y sociedad
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (MC 1,15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Ac 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.

1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (PS 51,19), atraído y movido por la gracia (cf JN 6,44 JN 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1JN 4,10).

1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (LC 22,61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf JN 21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (AP 2,5 AP 2,16).

S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" (EP 41,12).

1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf JL 2,12-13 IS 1,16-17 MT 6,1-6 MT 6,16-18).

1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678 1705 Catech. R. 2, 5, 4).

1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf EZ 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (LC 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf JN 19,37 ZA 12,10).
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento (S. Clem. Rom. Cor 7,4).
1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al pecado" (JN 16,8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf JN 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf AC 2,36-38 Juan Pablo II, DEV 27-48).
COMENTARIO
Jesucristo comenzó a proclamar la Buena Nueva llamando a la conversión, anunciando la cercanía del Reino de Dios. Estas palabras del Hijo de Dios indican la entrada en la plenitud de los tiempos que culminó con la Nueva Alianza, sellada con la sangre redentora de Jesús. El anuncio de la Palabra tuvo y tendrá como contenido central el Reino de Dios, que se realiza en la Persona misma de Jesucristo, la autobasileia (el auto reino) como afirma Orígenes. Cristo es la Buena Nueva, en Él se identifican el actuar y el ser divino: proclama la Buena Nueva con su actuar y con su Ser.
La llamada a la conversión inicial es fundamental para poder acoger la Buena Nueva, la Persona de Jesús; la conversión sucede gracias al Espíritu Santo en nuestra conciencia que “hace conocer al hombre su mal y, al mismo tiempo, lo orienta hacia el bien” (DEV 42). Hemos de vivir después la conversión segunda o permanente, durante toda la vida, como una conversión a la vida plena y a la perfección del amor, volviendo al Señor porque “Él es el Maestro, el Resucitado que tiene en sí mismo la vida y que está siempre presente en su Iglesia y en el mundo. Es él quien desvela a los fieles el libro de las Escrituras” (VS 8).

Inmediatamente, el Señor llama a Simón, Andrés, a Juan y a Santiago, mientras arreglaban las redes. En su proceso de seguimiento llegaron a ser pescadores de hombres “por la red de la santa predicación sacaron a los hombres del mar profundo de la infidelidad a la luz de la fe” (San Remigio). Hoy también el Señor nos vuelve a llamar y espera una respuesta de amor a su llamada, que sigamos el camino del Resucitado. El hombre de hoy necesita volver a Jesucristo para conocer su verdad más profunda, apropiandose y asimilando la Encarnación y Redención, ya que el Señor le revela al hombre su condición y la integridad de su vocación.

Responder a la llamada divina, viviendo una conversión permanente, requiere además una intimidad con la Sagrada Escritura, que es la única que puede cambiar nuestro corazón en profundidad, haciendo nuestro lo afirmado por san Jerónimo “El que no conoce las Escrituras no conoce la fuerza de Dios ni su sabiduría. Ignorar las Escrituras significa ignorar a Cristo”. Esto solamente se da a la luz de la Tradición y del Magisterio eclesial.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (C)

PRIMER DOMINGO CUARESMA (B)

DOMINGO XXX T O (A)