DECIMO TERCER DOMINGO T O (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Este XIII domingo del tiempo ordinario las lecturas nos presentan un mensaje sobre las exigencias del seguimiento de Jesús, hasta convertirse en un discípulo suyo. También nos invitan a practicar la hospitalidad con los enviados de Dios, acto que tampoco se queda sin recompensa.

Oración colecta
Padre de bondad,
que por la gracia de la adopción
quisiste que seamos hijos de la luz;
concédenos que no seamos envueltos en las tinieblas del error,
sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.

 PRIMERA LECTURA
M. El libro de los Reyes nos relata un episodio en el  que Dios recompensa a una familia Sunamita por su hospitalidad con el profeta Eliseo.  Dios le permite a la mujer superar la mayor desgracia que podía tener una mujer de su tiempo: ser estéril.  A este hijo el mismo profeta lo devolverá a la vida más adelante. 
Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 8-11. 14-16a
Un día pasaba Eliseo por Sunam y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y, siempre que pasaba por allí, iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido:
—«Me consta que ese hombre de Dios es un santo; con frecuencia pasa por nuestra casa. Vamos a prepararle una habitación pequeña, cerrada, en el piso superior; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y así, cuando venga a visitarnos, se quedará aquí».
Un día llegó allí, entró en la habitación y se acostó. Dijo a su criado Guejazi:
—«¿Qué podríamos hacer por ella?». Guejazi comentó:
«Qué sé yo. No tiene hijos, y su marido es viejo». Eliseo dijo:
—«Llámala».
La llamó. Ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo:
—«El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 88
M. El salmo 88 es un canto de alabanza a Dios por su cercanía con su pueblo.  Nosotros también alabamos a Dios diciendo  todos con el salmista: R. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad». R.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
camina, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R.

SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo nos recuerda, en su carta a los Romanos, que la mayor recompensa que podemos recibir los cristianos es resucitar con Cristo. Si morimos con él, nuestra recompensa es también la resurrección.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-4. 8-11
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

M. Jesús nos trae hoy un doble mensaje. En el primero afirma la radicalidad que supone ser seguidor suyo; el segundo es la promesa de una recompensa para quienes reciben a sus enviados, aún al más pequeño.
Aleluya, Aleluya. Ustedes son linaje escogido, sacerdocio real, nación consagrada a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Aleluya.
EVANGELIO
Descripción: 2 cruz Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 37-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
—«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro».
Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CEC 2232-2233: la primera vocación del cristiano es seguir a Jesús
CEC 537, 628, 790, 1213, 1226-1228, 1694: el Bautismo, sacrificarse a sí mismo, vivir para
Cristo
CEC 1987: la gracia nos justifica mediante el Bautismo y la fe

1987 La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos ‘la justicia de Dios por la fe en Jesucristo’ (RM 3,22) y por el Bautismo (cf RM 6,3-4):

Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús (RM 6,8-11).

2232 Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par que el hijo crece hacia una madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres deben respetar esta llamada y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús (cf Mt 16,25): “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10,37).

2233 Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: ‘El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre’ (Mt 12,49).

Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.

HERMENÉUTICA DE LA FE
Frente a la vocación divina del cristiano todo lo demás es relativo, incluso los vínculos de sangre: “Los vínculos familiares, aunque sean importantes, no son absolutos, porque la primera vocación del cristiano es seguir a Jesús,   amándolo… Los padres deben favorecer gozosamente el seguimiento de Jesús por parte de sus hijos en todo estado de vida, también en la vida consagrada y en el ministerio sacerdotal” (Compendio del CEC 462).

La vocación fundamental del cristiano consiste en seguir a Jesucristo, lo cual requiere una total disponibilidad, “comportan para todos un desapego interior, una oblación, una autodonación a Cristo, sin las cuales no hay un verdadero espíritu evangélico” (San Juan Pablo II).

El mismo valor de la propia vida queda subordinada a la causa del Evangelio, “nada verdaderamente hay más querido en el hombre que su vida y sin embargo, si no la abandonáis, tendréis adversidades. Y no sólo mandó simplemente el abandonarla, sino hasta entregarla a la muerte y a los tormentos sangrientos, enseñándonos que no sólo debemos estar preparados a morir, esto es, a sufrir cualquier clase de muerte, sino hasta la muerte más violenta y deshonrosa, es decir, hasta la muerte de cruz” (San Juan Crisóstomo).

El mensaje evangélico y el seguimiento de Jesús realmente transforman al hombre porque “es una especie de radicalismo no sólo en el lenguaje evangélico, sino en las exigencias reales del seguimiento de Cristo, de las que no duda en reafirmar con frecuencia toda su amplitud… Es un modo fuerte de decir que el Evangelio es también una fuente de "inquietud" para el hombre. Jesús quiere hacernos comprender que el Evangelio es exigente y que exigir quiere decir también agitar las conciencias, no permitir que se recuesten en una falsa "paz” (San Juan Pablo II).

Quien acoge al que es enviado por Jesucristo merece ser tratado como enviado, “el que alimenta al profeta, le da fuerzas para hablar; recibirá, pues, la recompensa del profeta aquel, que puso delante de los ojos de Dios los socorros con que ayudó al profeta” (San Gregorio Magno). Destacase aquí que se mira al enviado y se le comparte desde la fe “los servicios que se les haga, aun los más insignificantes expresados por el vaso de agua fría, tendrán valor, porque no se dio el honor a los pecados del hombre, sino al nombre de discípulo” (San Hilario).

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