SEGUNDO DOMINGO T O (A)




MONICIÓN AMBIENTAL
Las lecturas de este segundo domingo del tiempo ordinario nos hablan de Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo personal y original, mediante el bautismo sacramental, insertándonos en la familia de los reconciliados con Dios. La originalidad del sacramento del bautismo traído por Jesucristo supera el bautismo penitencial del Bautista porque nos regenera y abre el acceso a los otros sacramentos, que constantemente nos dan la gracia de ser hijos de Dios.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz.
Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
M. El profeta Isaías nos habla del siervo de Yavé, objeto de las complacencias divinas y fiel cumplidor de la voluntad del Señor.

Lectura del libro de Isaías 49,3.5-6
                         
El Señor me dijo:
“Tú eres mi siervo,
de quien estoy orgulloso”.
Y ahora habla el Señor,
que desde el vientre me formó siervo suyo,
para que le trajese a Jacob,
para que le reuniese a Israel
tanto me honró el Señor,
y mi Dios fue mi fuerza:
“Es poco que seas mi siervo
y restablezcas las tribus de Jacob
y conviertas a los supervivientes de Israel;
te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra”.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10 (R.: 8a y 9a)
M. Digámosle al Señor que estamos aquí para escucharle, para obedecer su voluntad, diciendo:
R/. Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansias al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo
un himno a nuestro Dios.
R/. Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: “Aquí estoy”.
R/. Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

Como está escrito en mi libro:
“Para hacer tu voluntad”.
Dios mío, lo quiero,
Y llevo tu ley en las entrañas.
R/. Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
R/. Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad.

SEGUNDA LECTURA
M. En el saludo de la carta a los Corintios, san Pablo les desea a todos los bautizados la gracia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo.
Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,1-3

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

Palabra de Dios

M. El evangelio de san Juan nos relata el momento en que Juan el Bautista da testimonio de Jesús como el Mesías, en quien reside el Espíritu Santo.
Aleluya Jn 1,14.12b
La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios.

EVANGELIO

† Lectura del santo evangelio según san Juan 1,29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venían hacia él, exclamó:
“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”.
Y Juan dio testimonio diciendo:
“He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”.
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 604-609: Jesús, el Ángel de Dios que quita el pecado del mundo
CEC 689-690: la misión del Hijo y del Espíritu Santo

604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1JN 4,10 cf. 1JN 4,19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (RM 5,8).

605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor es sin excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños" (MT 18,14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (MT 20,28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5,18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2CO 5,15 1JN 2,2), enseña que Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS 624).

606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le ha enviado" (JN 6,38), "al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo... para hacer, oh Dios, tu voluntad ... En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (HE 10,5-10). Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (JN 4,34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1JN 2,2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy mi vida" (JN 10,17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado" (JN 14,31).

607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús (cf. Lc 12,50 LC 22,15 MT 16,21-23) porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!" (JN 12,27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (JN 18,11). Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (JN 19,30), dice: "Tengo sed" (JN 19,28).

608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3,21 MT 3,14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (JN 1,29 cf. Jn 1,36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (IS 53,7 cf. Jr 11,19) y carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53,12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (EX 12,3-14 ;cf .Jn 19,36 1CO 5,7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (MC 10,45).

609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los amó hasta el extremo" (JN 13,1) porque "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (JN 15,13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres (cf. He 2,10 He 2,17-18 HE 4,15 HE 5,7-9). En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (JN 10,18). De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18,4-6 MT 26,53).

HERMENÉUTICA DE LA FE
Uno de las cinco clases de animales que se ofrecían como sacrificio en el templo de Israel era el cordero, perteneciente a la raza de las ovejas. Se ofrecía un cordero por la mañana y otro por la tarde. He aquí el sentido sacrificial de Cristo Cordero, como lo indica Juan el Bautista. Jesucristo es la Víctima más agradable a Dios Padre. El que Jesús viniera a Juan no era para confesar sus pecados, porque es el Cordero inmaculado, sino para que Juan diera testimonio de él.

El bautista llama a Jesús el Cordero de Dios del que habló el profeta Isaías –propiamente es designado como el Siervo de Yavé–, afirma también que el Señor debía bautizar en Espíritu y en fuego. En este pasaje evangélico Juan afirma además que es el Hijo de Dios, exaltado por el mismo Dios Padre. En Jesucristo reside toda la santidad de Dios, hecho por nosotros justicia, santificación y redención, que nos reconcilia con el Padre por su Sangre, cuyos méritos son aplicables tanto a los adultos como a los niños en el bautismo sacramental, el bautismo en el Espíritu. 

Jesús en el Jordán recibe el testimonio del Precursor y de Dios Padre para que los hombres crean que en Él únicamente está el acceso a la salvación. La certeza de este poder salvífico presente en la Iglesia le da esperanza al mundo para alcanzar la plena salvación.
El bautismo sacramental tiene la originalidad de ser el baño salvífico porque purifica la conciencia del hombre; es también muerte, sepultura y resurrección con el misterio pascual de Jesucristo; es don del Espíritu Santo por Jesucristo que borra el pecado original y nos inserta en la familia de los reconciliados con Dios. Todo esto enriquece el aspecto penitencial, de conversión y de reintegración en las justas relaciones con Dios, presente en el bautismo del Precursor.

Jesucristo nos llama a la santidad y constantemente nos da la fuerza de la santificación, de llegar a ser hijos de Dios, a través de los sacramentos, especialmente de la eucaristía. Este poder de santificación del Cordero de Dios es continuo e inagotable, es el gran don de Dios al hombre.

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