TERCER DOMINGO T O (B)



Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: —«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: —«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él (Mc 1,14-21).

HERMENÉUTICA DE LA FE

Jesucristo comenzó a proclamar la Buena Nueva llamando a la conversión, anunciando la cercanía del Reino de Dios. Estas palabras del Hijo de Dios indican la entrada en la plenitud de los tiempos que culminó con la Nueva Alianza, fundada en el misterio de la encarnación redentora de Jesús. El anuncio de la Palabra tuvo y tendrá como contenido central el Reino de Dios que es la Persona misma de Jesucristo –la autobasileia (el auto reino) como afirma Orígenes–. Cristo es la Buena Nueva, en Él se identifican el actuar y el ser: proclama la Buena Nueva con su actuar y con su ser.


La llamada a la conversión inicial es fundamental para poder acoger la Buena Nueva, la Persona de Jesús; la conversión sucede gracias al Espíritu Santo en nuestra conciencia que “hace conocer al hombre su mal y, al mismo tiempo, lo orienta hacia el bien” (DEV 42). Hemos de vivir después la conversión segunda, durante toda la vida, como una conversión a la santidad, volviendo al Señor porque “Él es el Maestro, el Resucitado que tiene en sí mismo la vida y que está siempre presente en su Iglesia y en el mundo. Es él quien desvela a los fieles el libro de las Escrituras” (VS 8).

Inmediatamente, el Señor llama a Simón, Andrés, a Juan y a Santiago, mientras arreglaban las redes. Cuando llegaron a ser pescadores de hombres “por la red de la santa predicación sacaron a los hombres del mar profundo de la infidelidad a la luz de la fe” (San Remigio). Hoy también el Señor nos vuelve a llamar y espera una respuesta de amor a su llamada, que sigamos el camino del Resucitado. El hombre de hoy necesita volver a Jesucristo para conocer su verdad más profunda, apropiandose y asimilando la Encarnación y Redención, ya que el Señor le revela al hombre su condición y la integridad de su vocación.

Responder a la llamada divina, viviendo una conversión permanente requiere una intimidad con la Sagrada Escritura, que es la única que puede cambiar nuestro corazón en profundidad, haciendo nuestro lo afirmado por san Jerónimo “El que no conoce las Escrituras no conoce la fuerza de Dios ni su sabiduría. Ignorar las Escrituras significa ignorar a Cristo”. Esto, para el católico, se da a la luz de la Tradición y del Magisterio.

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