SEGUNDO DOMINGO ADVIENTO (B)



Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: —Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo (Mc 1,1-8).

COMENTARIO

San Marcos comienza hablando de Jesús como del Hijo de Dios, que bíblicamente se usa indistintamente con el otro título Hijo del hombre. Inmediatamente nos habla de la voz que grita en el desierto y del bautismo de conversión. Metanoia, en griego, significa tanto la conversión como la actitud del espíritu para que vuelva a Dios. Las lecturas ponen de relieve la figura de Juan el Bautista, que prepara el camino a Jesús, el Mesías, del mismo modo prepara el bautismo sacramental.



La clave de la enseñanza del Bautista es su testimonio, ya que no pretende que sus discípulos giren en torno a sí mismo, sino que los conduce al encuentro con Jesucristo. Del mismo modo, ha de hacer el verdadero educador, ha de llevar a los discípulos hacia el amor a la verdad, a su adhesión a ella, a servirle y seguirla. La grandiosa novedad es Cristo, que nos da la verdad, un nuevo estilo de vida. 

El Bautista traía algo nuevo: la sumisión al bautismo suponía un cambio decisivo, una conversión, abandonar la antigua vida de pecado e iniciar una nueva vida. El bautismo, practicado en el judaísmo y en otras religiones antiguas consistía en una inmersión ritual para significar una purificación renovadora, pero en el Bautista se subraya su valor moral puesto que pretendía la conversión.

El sacerdote, igual que Juan el Bautista, ha de ser voz de la Palabra de Dios, ya que no es él la Palabra ni tampoco puede apropiársela, sino que ha de transmitirla objetivamente viviendo la abnegación de sí mismo, he aquí su fuerza profética. La voz del sacerdote tiene fuerza profética porque nunca se homologa a la cultura o mentalidad de moda, cuando no le da a la gente lo que desean sino lo que necesitan, cuando conduce a la única novedad, al Hijo de Dios, capaz de lograr una renovación auténtica y profunda del ser humano.

Bautizar con Espíritu Santo significa la institución de un nuevo nacimiento de los hombres manchados por el pecado, gracias al poder de Dios. El bautismo de Jesús, preparado por el bautismo de Juan, sería con fuego, es decir, bajo la acción del Espíritu Santo, que ya en el Antiguo Testamento significaba la acción divina de limpiar las conciencias, iniciando sacramentalmente su decisiva acción santificadora para todos los hombres.

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