SEGUNDO DOMINGO CUARESMA (C)
Monición ambiental
Hoy el Señor nos habla en su Palabra acerca de la Transfiguración de su
Hijo predilecto, a quien hemos de escuchar y obedecer en nuestro camino de fe.
Hemos de subir al monte y aprender a orar, hemos de contemplar su gloria y
bajar del monte para servir a nuestros hermanos. Pero sobre todo, hemos de
imitar la muerte de Jesús para resucitar con Él.
Oración Colecta
Señor, Padre santo, tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el
predilecto, alimenta nuestro espíritu con tu palabra: así, con mirada limpia, contemplaremos
gozosos la gloria de tu rostro.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera
Lectura
M.El libro del Génesis nos relata
la alianza de Yavé con Abrán, expresada a través del sacrificio de animales y
de una antorcha ardiendo.
Lectura del libro del Génesis 15,5-12.17-18
En aquellos días, Dios sacó
afuera a Abrán y le dijo: ─«Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.» Y
añadió: ─«Así será tu descendencia.» Abrán creyó al Señor, y se le contó en su
haber. El Señor le dijo: ─«Yo Soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos,
para darte en posesión esta tierra.» Él replicó: ─«Señor Dios, ¿cómo sabré yo
que voy a poseerla?» Respondió el Señor: ─«Tráeme una ternera de tres años, una
cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.» Abrán
los trajo y los cortó por el medio,
colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los
buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el
sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre
él.
El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno
y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el
Señor hizo alianza con Abrán en estos términos: ─«A tus descendientes les daré
esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates.»
Palabra de Dios.
Salmo
Responsorial Sal 26,1.7-8ª.
8b-9abc. 13-14(R.:1ª)
M. Con el salmo 26 proclamamos que el Señor es nuestra luz y nuestra
salvación. Digamos con fe: R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio.
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el
Señor.
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Segunda
Lectura
M. San Pablo exhorta a los
Filipenses a imitar el modelo de los apóstoles en su adhesión a la Cruz y en la
espera de Jesucristo glorioso.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Filipenses 3,17—4,1
Seguid mi ejemplo, hermanos, y
fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros.
Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con
lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo:
su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas.
Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de
donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de
su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona,
manteneos así, en el Señor, queridos.
Palabra de Dios.
M. San Lucas nos relata el momento de la Transfiguración de
Jesucristo en la montaña, mientras oraba. Jesús dialoga con Moisés y Elías
sobre su éxodo hacia Jerusalén para morir crucificado.
Aclamación antes del Evangelio
En el esplendor dela nube se oyó la voz del Padre:
«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo.»
Evangelio
† Lectura del Santo evangelio según san Lucas 9,28b-3b
En aquel tiempo, Jesús cogió a
Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y,
mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de
blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que,
apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su
gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo
Pedro a Jesús:
─«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías.»
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se
asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
─«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y,
por el momento, no contaron a nadie nada de lo habían visto.
Palabra del Señor
ORACION DE LOS FIELES
Oremos, hermanos, al Padre de la misericordia, árbitro de
nuestros actos y Dios que escudriña lo
profundo de nuestros corazones, y, con espíritu contrito, pidámosle que escuche
la oración de su pueblo penitente:
Respondiendo todos: R/. Muéstranos tu gloria y escúchanos.
·
Para que Dios conceda a sus fieles vivir estos días de Cuaresma con
verdadero espíritu de penitencia y prepararse a celebrar con fruto el
sacramento del perdón, roguemos al Señor. R/. Muéstranos tu gloria y
escúchanos.
·
Para que quienes se han apartado del camino del bien y han muerto a causa
del pecado escuchen en estos días de Cuaresma la voz del Hijo de Dios y vivan,
roguemos al Señor. R/. Muéstranos tu gloria y escúchanos.
·
Para que Dios inspire sentimientos de caridad a los que tienen riquezas y
multiplique los bienes de la tierra en bien de todos, roguemos al Señor. R/.
Muéstranos tu gloria y escúchanos.
·
Para que la penitencia cuaresmal aleje de nosotros el amor desordenado a
los bienes visibles y sane nuestra aridez espiritual con el deseo de los bienes
del cielo, roguemos al Señor. R/. Muéstranos tu gloria y escúchanos.
Dios grande y fiel, que muestras tu rostro a los que te
buscan con sincero corazón, escucha nuestras oraciones, fortalece nuestra fe en
el misterio de la cruz y concédenos un corazón dócil, para que, adhiriéndonos a
tu voluntad escuchemos siempre la voz de tu Hijo. El que vive y reina por los
siglos de los siglos. AMEN
Oración sobre las Ofrendas
Té pedimos, Señor, que esta
oblación borre nuestros pecados, santifique los cuerpos y las almas de tus
siervos y nos prepare a celebrar dignamente las fiestas pascuales. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión
Mt 17,5
Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.
Oración después de la Comunión
Te damos gracias, Señor, porque al darnos en este sacramento el cuerpo
glorioso de tu Hijo nos haces partícipes, ya en este mundo, de los bienes
eternos de tu reino. Por Jesucristo
nuestro Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CEC 554-556. 568: la Transfiguración
CEC 59, 145-146, 2570-2572: la obediencia de
Abrahán
CEC 1000: la fe nos abre el camino para
comprender el misterio de la Resurrección
CEC 645, 999-1001: la resurrección de la carne
554 A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus
discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir... y ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día" (MT 16,21): Pedro rechazó este anuncio
(cf. Mt 16,22-23), los otros no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17,23
LC 9,45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la
Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17,1-8 par.: 2P 1,16-18), sobre
una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El
rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y
Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse
en Jerusalén" (LC 9,31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde
el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (LC
9,35).
555 Por un instante, Jesús
muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra
también que para "entrar en su gloria" (LC 24,26), es
necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria
de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos
del Mesías (cf. Lc 24,27). La Pasión de Jesús es la voluntad por
excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42,1).
La nube indica la presencia del Espíritu Santo: "Tota Trinitas apparuit:
Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara" ("Apareció
toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la
nube luminosa" (Santo Tomás, s.th. III 45,4, ad 2):
Tú te has transfigurado en
la montaña, y, en la medida en que ellos eran capaces, tus discípulos han
contemplado Tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que cuando te vieran
crucificado comprendiesen que Tu Pasión era voluntaria y anunciasen al mundo
que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre (Liturgia bizantina,
Kontakion de la Fiesta de la Transfiguración,)
556 En el umbral de la vida
pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el
bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera
regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es es sacramento
de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás,
s.th. III 45,4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la
Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del
Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la
gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo
nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (PH 3,21). Pero ella
nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas
tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (AC 14,22):
Pedro no había comprendido
eso cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña (cf. Lc 9,33). Te ha
reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte. Pero ahora, él mismo dice:
Desciende para penar en la tierra, para servir en la tierra, para ser
despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para hacerse matar;
el Pan desciende para tener hambre; el Camino desciende para fatigarse andando;
la Fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte a sufrir? (S.
Agustín, serm. 78, 6).
557 "Como se iban
cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén"
(LC 9,51 cf. Jn 13,1). Por esta decisión, manifestaba que subía a
Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había repetido el anuncio de su
Pasión y de su Resurrección (cf. Mc 8,31-33 MC 9,31-32 MC 10,32-34). Al
dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que un profeta perezca fuera de
Jerusalén" (LC 13,33).
558 Jesús recuerda el martirio
de los profetas que habían sido muertos en Jerusalén (cf. Mt 23,37a).
Sin embargo, persiste en llamar a Jerusalén a reunirse en torno a él:
"¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a
sus pollos bajo las alas y no habéis querido!" (MT 23,37b). Cuando
está a la vista de Jerusalén, llora sobre ella y expresa una vez más el deseo
de su corazón:" ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!
pero ahora está oculto a tus ojos" (LC 19,41-42).
Hermenéutica de la fe
Vínculo literario entre
Gn 15,5-12.17-18 y Lc 9,28b-36
Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los
espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un
sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre
él.
El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda
de horno y una antorcha ardiendo
pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor hizo alianza
con Abrán
|
Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos
brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que,
apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en
Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se
caían de sueño; y, espabilándose, vieron su
gloria y a los dos hombres que estaban con él
|
Primera lectura
“La alianza con el padre del pueblo elegido se
renueva más tarde en la gran alianza del Sinaí. Ésta, después, alcanza su
plenitud definitiva en la nueva Alianza, que Dios sella con toda la humanidad,
no por la sangre de animales, sino por la de su mismo Hijo, hecho hombre, que
da su vida para la redención del mundo” (San Juan Pablo II).
“Lo
cual (a) cada paso vemos en la Sagrada Escritura; donde a muchos de los
antiguos no les salían muchas profecías y locuciones de Dios como ellos
esperaban, por entenderlas ellos a su modo, de otra manera, muy a la letra. Lo
cual se verá claro por estas autoridades.
2 En el
Génesis (GN 15,7) dijo Dios a Abraham, habiéndole traído a la tierra de los
cananeos: Tibi dabo terram hanc; que quiere decir: Esta tierra te daré a ti. Y
como se lo dijese muchas veces y Abraham fuese ya muy viejo y nunca se la daba,
diciéndoselo Dios otra vez, respondió Abraham y dijo (GN 15,8): Domine,
unde scire possum quod possesurus sum eam?, esto es: Señor, ¿de dónde o por qué
señal tengo de saber que la tengo de poseer? Entonces le reveló Dios que no él
en persona, sino sus hijos, después de cuatrocientos años, la habían de poseer.
De donde acabó Abraham de entender la promesa, la cual era en sí verdaderísima,
porque, dándola Dios a sus hijos por amor de él, era dársela a él. Y así,
Abraham estaba engañado en la manera de entender. Y si entonces obrara según él
entendía la profecía, pudiera errar mucho, pues no era de aquel tiempo (y) los
que le vieran morir sin dársela, habiéndole oído decir que Dios se la había de
dar, quedaran confusos y creyendo haber sido falso.
También a su nieto Jacob, al tiempo que José, su
hijo, le llevó a Egipto por la hambre de Canaán, estando en el camino, le
apareció Dios y le dijo (GN 46,3-4): Jacob, Jacob, noli timere, descende
in Aegyptum, quia in gentem magnam faciam te ibi. Ego descendam tecum illuc, et
inde adducam te revertentem; que quiere decir: Jacob, no temas, desciende a
Egipto, que yo descenderé allí contigo, y cuando de ahí volvieres a salir, yo
te sacaré, guiándote. Lo cual no fue como a nuestra manera de entender suena;
porque sabemos que el santo viejo Jacob murió en Egipto, y no volvió a salir
vivo. Y era que se había de cumplir en sus hijos, a los cuales sacó de allí
después de muchos años, siéndoles él mismo la guía del camino. Donde se ve
claro que cualquiera que supiera esta promesa de Dios a Jacob pudiera tener por
cierto que Jacob, así como había entrado vivo y en persona en Egipto por el
orden y favor de Dios, así sin falta, vivo y en persona había de volver a salir
de la misma forma y manera, pues le había Dios prometido la salida y el favor
en ella; y engañárase y maravillárase viéndole morir en Egipto y que no se cumplía
como se esperaba. Y así, siendo el dicho de Dios verdaderísimo en sí, acerca de
él se pudieran mucho engañar” (San Juan de la Cruz).
Evangelio
Jesús lleva consigo a
tres apóstoles cuando sube al monte para orar. Estos tres apóstoles tienen
mucha importancia en la Iglesia naciente. “San Pedro porque había recibido las
llaves del reino de los cielos; San Juan, porque había de acompañar a la Madre
del Salvador; y Santiago, porque había de ser el primer mártir de entre los
Apóstoles” (San Ambrosio). El Señor llamó a los apóstoles para que “fuesen
humildes como Moisés y celosos como Elías. Los hizo venir también con objeto de
hacerles ver la gloria de la cruz para consolar a Pedro y a otros que temían la
pasión” (San Juan Crisóstomo). Dios les muestra “Aquél cuyo Rostro buscan (cfr.
Lc 9,30-35): el conocimiento de la Gloria de Dios está en el rostro de
Cristo crucificado y resucitado” (CEC 2583).
Jesús mientras ora se
transfigura. “Cuando el Señor se transfigura, nos da a conocer la gloria de la
resurrección suya y de la nuestra” (San Beda). La oración del Señor aparece
continuamente en su vida, especialmente subrayada en los momentos decisivos de su
misión, “desde el inicio de su ministerio mesiánico hasta el acto sacerdotal
supremo: el sacrificio de la cruz, que se realizó en la oración” (San Juan
Pablo II). “La oración de Jesús ante los acontecimientos de salvación que el
Padre le pide es una entrega, humilde y confiada, de su voluntad humana a la
voluntad amorosa del Padre” (CEC 2600). Jesús cumple la Voluntad del Padre
porque la “oración contemplativa cristiana remite constantemente al amor del
prójimo, a la acción y a la pasión, y, precisamente de esa manera, acerca más a
Dios” (CDF).
Moisés y Elías no solamente indican la Ley y los profetas
sino que el contenido de su conversación indica también la Pasión de Jesús en
Jerusalén. La partida o “Éxodo": término fundamental de la revelación…
expresa el sentido profundo del misterio pascual” (VC 1040). Por otra parte, la
aparición de estos dos personajes pretende “que se distinguiese entre el Señor
y los siervos, pues el pueblo afirmaba que el Señor era Elías o Jeremías.
Además, hizo que apareciesen sirviéndole, para demostrar que Él no era
adversario de Dios ni transgresor de la ley; pues en tal caso el legislador
Moisés y Elías, los dos hombres que más habían brillado en la guarda de la ley
y en el celo de la gloria de Dios, no lo hubieran servido” (San Juan
Crisóstomo).
El Señor deja ver su gloria de Hijo de Dios, como un
anticipo antes de su Pascua. Aquí, como en el bautismo del Jordán, aparece el
misterio de la santísima Trinidad. El Espíritu Santo simbolizado en la nube
“luminosa, que no los inundó con la lluvia de las aguas, sino que derramó el
rocío de la fe y regó las inteligencias de los hombres con la voz de Dios
Omnipotente” (San Ambrosio). La voz del Padre testifica la profunda comunión
con su Hijo amado.
Los tres apóstoles callaron este acontecimiento para evitar
cualquier escándalo en el momento de la Cruz. “El Señor no quiere que antes de
su pasión se digan las cosas que pertenecen a su gloria… Porque se hubieran
escandalizado (y especialmente el vulgo) si hubiesen visto crucificar a Aquel
que había sido así glorificado” (Orígenes). La gran enseñanza de la
transfiguración: “Entre la cruz y nuestra transfiguración hay una relación
directa. Hacernos semejantes a Cristo en la muerte es la vía que conduce a la
resurrección de los muertos, es decir, a nuestra transformación en Él” (San
Juan Pablo II).
San Oscar Romero comenta sobre Cristo transfigurado
Cristo
transfigurado, término y plenitud de la historia de Israel
“Pero decíamos: que toda esa
historia de Israel tiene un término, una meta, una plenitud; y la razón de
esa elección de Abraham, de esa tierra prometida, de esa raza privilegiada por
el Señor, es porque en tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos.
En esa frase está involucrada la existencia de Cristo. Cristo que será, en
cuanto hombre, hijo de Abraham y de toda su descendencia. María, la virgen
escogida para darle carne al Hijo de Dios, es una israelita, es una hija de
Abraham, es la flor en la cual fructifica la meta y el término, la gloria de
toda la historia de Israel: Jesucristo Nuestro Señor…. Hablan con Moisés y
Elías un lenguaje doloroso: la pasión. Y lo presenta San Lucas. Hablaban de su
éxodo, de su salida de este mundo, salida en dolor, salida en cruz, salida
humillante, pero para resucitar en la gloria de una pascua que no se acabará
más. Esa es la señal de todos los pueblos que Dios ama: Sufrir dolores de
parto porque van a producir nuevas generaciones, nuevos pueblos. Procuremos,
hermanos, que Cristo esté en medio de nuestro proceso popular. Procuremos que
Cristo no se aleje de nuestra historia. Esto es lo que más interesa en este
momento de la patria: Que Cristo sea gloria de Dios, poder de Dios; y que el
escándalo de la cruz y del dolor no nos haga huir de Cristo, botar el
sufrimiento, sino abrazarlo…” (2 marzo 1980).
En
Cristo transfigurado Dios ofrece a los pueblos un plan de liberación integral
“Tenemos el proyecto de
Dios en Cristo presente sobre la montaña santa, transfigurado como el modelo
del hombre, y una voz del cielo que dignifica al hombre: "Este es mi
Hijo, el Elegido, escuchadle". El proyecto de Dios tiene que prevalecer
sobre todo los proyectos humanos si quieren ser verdaderos proyectos humanos y
no antihumanos… La Iglesia tiene que tener siempre a la vista al hombre.
Esta es la estrella que guía su caminar, incomprendido muchas veces, calumniado
muchas veces, porque muchos quisieran hacer prevalecer sus proyectos
temporales. A la Iglesia no le importa más que el hombre. El hombre, el hijo
de Dios; y por eso le duele encontrar cadáveres de hombres, torturas a
hombres, sufrimiento de hombres. Para la Iglesia, la meta de todos los
proyectos tiene que ser éste de Dios: el hijo, el hombre. Todo hombre es hijo
de Dios y en cada hombre matado es un cristo sacrificado que la Iglesia también
venera… Allí esta la causa de todas las injusticias que suceden en la historia:
el pecado… Y por eso, no puede haber verdadera liberación mientras no se libera
el hombre del pecado… Debían de tenerlo en cuenta todos los grupos liberadores
que surgen en nuestra Patria: que la primera liberación que tiene que
propiciar una agrupación política que de veras quiere la liberación del pueblo,
tiene que ser: liberarse él mismo de su propio pecado. Y mientras sea esclavo
del pecado, del egoísmo, de la violencia, de la crueldad, del odio, no es apto
para la liberación del pueblo… Cristo vino para salvarnos del pecado ¡y le
costamos tanto! Tanto dolor y tanto sufrimiento, no lo olvidemos en Cuaresma.
El Cristo crucificado me está predicando a mí mismo, y antes de hablar y
criticar a los otros tengo que mirarme a mi mismo, que yo también he clavado a
Cristo con mis pecados y que mientras no me redima y no busque la liberación de
mi propia conciencia para hacerme hijo de Dios, estoy necesitando de liberación
yo mismo… l segundo término positivo, maravilloso, es que estos hombres
arrancados del pecado los eleva hasta la dignidad de hacerlos sus hijos:
"¡Este es mi hijo!" No hay cosa más bella; y la conciencia misma lo
siente cuando uno está en gracia de Dios, cuando ha salido tal vez de un pecado
que le causaba repugnancia, asco, abominación de sí mismo. Hermanos, perdonen
la franqueza: ¿quién de nosotros no ha sentido el asco del pecado? Y ojalá,
todos de aquí en adelante pudiéramos decir que hemos sentido la alegría de
la redención; la promoción verdadera es sentirse hijo de Dios, perdonado por
Dios, heredero de Dios, hermanos de Cristo, raza de eternidad” (2 marzo
1980).
Cristo
transfigurado es la presencia anticipada de una liberación definitiva
“La Teología de la
transfiguración está diciendo que el camino de la redención pasa por la cruz y
por el calvario, pero que más allá de la historia está la meta de los
cristianos. No para alienarse de la historia si no para darle más sentido a
la historia, sentido definitivo. Desde el día en que Cristo resucitó quedó
encendido en la misma historia del tiempo una antorcha de la eternidad. Desde
el día en que Cristo resucitó en la historia de los hombres, los hombres
cuentan en su historia, con un motivo que no existía nunca ni lo tendrá nadie.
Cristo vive y el que trabajó con él vivirá eternamente… los hombres
nuevos, los hombres renovados, son aquellos que con su fe en la resurrección de
Jesucristo hacen suya toda esta grandiosa Teología de la Transfiguración. No le
tienen miedo al sufrimiento, se abrazan a la cruz no con conformismo sino como
María, que desde su pobreza y desde su sufrimiento supo decir también:
"Ha despachado vacíos a los ricos y ha colmado de bienes a los humildes, y
ha despedido del trono a los poderosos cuando se convierten en idólatras de su
propio poder…" no perdamos de vista esta trascendencia del mensaje
cristiano por más grande que sean las preocupaciones y las responsabilidades de
las luchas por el pueblo; no nos quedemos así con energías inmanentes, sin
trascendencia. Yo quisiera que hubiera muchos políticos, muchos jóvenes y
hombres que se organizan, pero con un grande y profundo sentido cristiano y que
llevaran este testimonio de trascendencia a este proceso de nuestro pueblo
hoy más que nunca necesita el testimonio cristiano” (2 marzo 1980).
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