PRIMER DOMINGO ADVIENTO (A)
MONICION AMBIENTAL
Comenzamos el ciclo A
con el primer domingo de adviento. Las lecturas nos invitan a prepararnos
constantemente para el encuentro con el Señor. En el evangelio se nos repite
“velad”. Esta es la actitud del cristiano sabio y prudente, que orienta su vida
hacia las realidades últimas, hacia la vida en plenitud.
ORACION
COLECTA
Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar
el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados
por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer
el reino eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
M. El profeta Isaías recoge una visión sobre
Jerusalén, desde donde el Señor arbitrará y juzgará a todas las naciones, desde
donde brotará la paz para el mundo entero.
Lectura
del libro de Isaías 2,1-5.
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y
Jerusalén: al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en
la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los
gentiles, caminarán pueblos numerosos.
Dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor, a la casa de
Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para
la guerra.
Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios.
SALMO RESPOSORIAL Sal 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9. (R.:cf.1)
M. Unámonos con alegría
al salmo 121 para ir con gozo al encuentro del Señor en su ciudad santa,
diciendo: R/. Vamos alegres a la casa
del Señor.
¡Qué alegría cuando me
dijeron:
«Vamos a la casa del
Señor»!
Ya están pisando
nuestros pies
Tus umbrales, Jerusalén.
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
Allá suben las tribus,
Las tribus del Señor,
Según la costumbre de
Israel,
A celebrar el nombre del
Señor;
En ella están los
tribunales de justicia,
En el palacio de David.
R/. Vamos alegres a la
casa del Señor.
«Desead la paz a
Jerusalén:
Vivan seguros los que te
aman,
Haya paz dentro de tus
muros,
Seguridad en tus
palacios.»
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
Por mis hermanos y
compañeros,
Voy a decir: «La paz
contigo.»
Por la casa del Señor,
nuestro Dios,
Te deseo todo bien.
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
SEGUNDA LECTURA
M. San Pablo en la carta
a los Romanos nos invita a estar vigilantes, a conducirnos con dignidad y
sobriedad, revistiéndonos de Jesucristo.
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 13,11-14a.
Hermanos:
Daos cuenta del momento
en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra
salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada,
el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y
pertrechémonos con las armas de la luz.
Conduzcámonos como el
pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni
desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
M. El evangelista san Mateo
relata la invitación de Jesús para que sus discípulos vivan en una actitud
constante de vela, esperando su venida.
ACLAMACION ANTES DEL
EVANGELIO
Aleluya
Sal 84, 8.
Muéstranos,
Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
EVANGELIO
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 24, 37-44.
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
―«Cuando venga el Hijo del Hombre,
pasará como en tiempo de Noé.»
Antes
del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entro
en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a
todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:
Dos
hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; dos
mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por
tanto, estad en vela, porque no sabéis que día vendrá vuestro Señor. Comprended
que si supiera el dueño de casa a que hora de la noche viene el ladrón, estaría
en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por
eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis
viene el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor.
CATECISMO DE LA IGLESIA
CATÓLICA
CEC
668-677, 769: la tribulación final y la venida de Cristo en gloria
CEC
451, 671, 1130, 1403, 2817: “¡Ven, Señor Jesús!”
CEC 2729-2733: la vigilancia humilde del corazón
2729 La dificultad habitual de la oración es la distracción.
En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido
de éstas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquel al
que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la
meditación y en la oración contemplativa. Salir a la caza de la distracción es
caer en sus redes; basta volver a concentrarse en la oración: la distracción
descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta toma de
conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El
combate se decide cuando se elige a quién se desea servir (cf MT 6,21 MT
6,24).
2730 Mirado positivamente,
el combate contra el yo posesivo y dominador consiste en la vigilancia. Cuando
Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a El, a su Venida, al
último día y al "hoy". El esposo viene en mitad de la noche; la luz
que no debe apagarse es la de la fe: "Dice de ti mi corazón: busca su
rostro" (PS 27,8).
2731 Otra dificultad,
especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma
parte de la contemplación en la que el corazón está seco, sin gusto por los
pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en
que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y
en el sepulcro. "El grano de trigo, si muere, da mucho fruto" (JN
12,24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído
sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (cf LC 8,6
LC 8,13).
2732 La tentación más
frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos
en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Se empieza a
orar y se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran
más urgentes.
2733 Otra tentación a la que abre la
puerta la presunción es la acedia. Los Padres espirituales entienden por
ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos al relajamiento de la
ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. "El
espíritu está pronto pero la carne es débil" (MT 26,41). El
desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se
extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme
en la constancia.
HERMENÉUTICA DE LA FE
La venida del Señor sucederá repentinamente, Dios prefiere que
ignoremos el momento preciso para que estemos siempre en vela, en actitud de
continua espera. Como cristianos hemos de vivir como si fuéramos juzgados este
mismo día. Vela el que siempre espera. Hay quienes prefieren ocuparse de las
cosas materiales, no abandonar su situación de pecado; en cambio, los justos
están en la mejor actitud para esperar al Señor.
La Virgen María estaba siempre en vela, hemos de aprender de
ella a velar. Vela quien se esfuerza por vivir según la verdad de la
conciencia, sin apagarla ni deformarla; vela quien hace crecer el bien y trata
de corregir el mal hasta superarlo. Vela también quien vive la solidaridad con
sus hermanos. Vela quien se vincula a la perspectiva escatológica de la vida
eterna (Cfr. San Juan Pablo II).
El vínculo de la realidad de Dios con la realidad temporal, por
una parte manifiesta la caducidad de la historia y por otra abre el tiempo a la
eternidad de Dios, a las realidades últimas. Esto significa para nosotros que
el empeño por las cosas temporales no nos puede sumergir en ellas sino que nos
debe guiar hacia las realidades últimas, encontrándonos preparados y bien
dispuestos para la venida del Señor. Toda la temporalidad del hombre ha de
estar orientada hacia la realidad divina con un nuevo conocimiento (cfr. San
Juan Pablo II).
El vigilar evangélico es necesario para un auténtico desarrollo
de la vida cristiana, ya que fácilmente nos apartamos de Dios con los
pensamientos y comportamientos. Hemos de emplear los bienes temporales como
medios para crecer en el bien, para cuidar la propia persona y servir con amor
a Dios y a los seres humanos.
Aunque el final no parezca estar cerca, todos hemos de ser
juzgados en nuestro juicio particular después de la muerte. En la obra de la
salvación la espera hacia el futuro aparece siempre como un momento ya cercano
y presente, nada se puede dejar para después: ¡qué importante es el ahora! Ante
el panorama de la inmensa mies, hemos de reconocer nuestros límites y
permitirle a Dios que El haga la mayoría de cosas. Hemos de tratar de ser
sabios y prudentes para confiar en la bondad de nuestro Señor.
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